Dentro del carruaje, Alicia se cubrió la boca con una mano mientras sollozaba. Se había despertado hace un rato y había mantenido los ojos cerrados mientras intentaba procesar sus pensamientos, pero no sabía qué decir ni qué pensar. No podía superar el hecho de que Harold era un hombre lobo.
—¿Un hombre lobo? —nunca en sus imaginaciones más salvajes habría pensado en eso, aun cuando Harold tenía todas las características de uno.
Todas las señales habían estado allí, y quizás debió haberlo adivinado, especialmente con la extraña apariencia de los guardias nocturnos, la luna llena y las cosas de caza. Su excepcional capacidad auditiva. ¡Todo estaba allí!
Pero no intentó pensarlo porque no creía que fuera posible.
—¿Cómo habría pensado alguna vez que los hombres lobo realmente existían y no eran solo criaturas míticas?