Minutos antes del momento familiar de la emperatriz y el emperador, el Barón Sylvester cerró la puerta ya que no quería saber lo que el emperador y la emperatriz pudieran hacer incluso cuando el joven príncipe heredero estaba con ellos.
—¿Por qué acepté este trabajo? —se cuestionó sus elecciones de vida mientras se dirigía a los caballeros—. Su majestad ordena que deben dejar la sala del trono.
—Sí —los caballeros no cuestionaron al barón pues sus palabras representan al emperador en el palacio imperial.
Una vez que se fueron, los ojos del Barón Sylvester encontraron al duque, que estaba no muy lejos de las puertas. Parecía un poco perdido, pero eso no era preocupación del barón. Ya que el duque hizo su elección, entonces debería asumirla.
Sin decir nada, el Barón Sylvester pasó junto a él, pero la suave voz de Dante detuvo sus pasos.