Dante miró la espalda que se alejaba del Barón Sylvester. No esperaba que esa fuera la razón del desagrado del barón hacia él.
Miró hacia abajo mientras algunos de sus dientes rechinaban —No le pedí que me tuviera estima en su corazón—. Las venas se extendían por su brazo hasta sus puños, mostrando cuán fuerte apretaba las manos.
Enojo, ansiedad, tristeza, confusión, duda... Estas emociones aparecían en el corazón de Dante, y más continuaban llenando su pecho.
Él sabía de lo que hablaba el barón. Su majestad imperial y él sí se cuidaban mutuamente ya que su situación era similar. Sus fallecidas madres los hicieron muy cercanos y al mismo tiempo, se distanciaron después de sus muertes.
Mientras su majestad imperial lidiaba con la segunda emperatriz, su familia quedó destrozada y más allá de la posibilidad de repararse. La amante que destruyó el matrimonio de su madre y su padre también estaba muerta y su padre se dio cuenta de todo demasiado tarde.