Cuando al día siguiente llegó, Durik se aseguró de completar su trabajo con el máximo cuidado. Revisando cada detalle hasta que todo estuvo perfecto. No queriendo ser regañado por la falta de su trabajo como la señora Fleurancia le había amenazado, subió a la habitación del Señor Quinn a la hora del mediodía.
Llevando consigo el té de sangre, llamó a la puerta que ya estaba abierta.
—Adelante —el Señor Quinn le indicó que entrara a la habitación. Durik entró, empujando el carrito que tenía la tetera de leche, una tetera de sangre y un cuenco de cubos de azúcar. Comenzó a verter la sangre y la leche juntas, removiendo y mezclándolas justo para preguntar,
—¿El Señor Quinn tomará azúcar en su té de sangre? —preguntó el mayordomo en un tono cortés y hospitalario.
—No —fue la respuesta cortante. El Señor Mayor Quinn alzó su mano como esperando que el mayordomo colocara la taza de té en su mano.