El fin de semana por fin llegó y, por primera vez, Yan Xiuchen no se encontraba emocionado por su noche de fraternidad. Los días pasados desde su encuentro con Xiao Rufeng lo habían dejado sintiéndose más solo que nunca. Ese rayo de sol que lo había saludado aquel día era ahora algo que ansiaba.
A pesar de eso, incluso con su tarjeta de negocios bien guardada en el bolsillo seguro de su chaqueta junto a su corazón, aunque ya había memorizado su número desde el primer día, Yan Xiuchen no se atrevía a llamarla para escuchar su dulce voz.
Gimió y se frotó la cara con frustración, a punto de tirar sus gafas de la cara. Se sentía como un cobarde por no tener el coraje suficiente para hablar con ella. Pero, ¿qué le diría de todas formas? ¿Que le gustaba escuchar su voz y que de algún modo la extrañaba?