Xenia solo podía ahogar sus suaves gemidos dentro de su boca mientras se derretía en su beso. Estaba conscientemente jugando con fuego. Quizás Darío no se había dado cuenta en ese momento, pero su cuerpo desnudo también le afectaba a ella. Bueno, en realidad había empezado mucho antes, cuando aún estaban montando aquel caballo, y fue su culpa, ya que tocó sus puntos débiles sin importarle nada en el mundo.
Ella suspiró con necesidad cuando sintió su deseo presionando en su ápice. Él estaba tan duro, y ella ya podía decir que no había manera de que la dejara ir en ese momento. No es que ella estuviera en contra, por supuesto.
—Controlarme fue tan difícil —murmuró Darío contra su piel.
Xenia gimió. Podía sentir cómo su cuerpo temblaba contra el de ella. Era como si su autocontrol estuviera colgando de un hilo. Sus manos se deslizaron sobre su cuerpo, y un suave gemido se escapó de sus labios mientras él pasaba al ataque.