El tiempo pasó, y pronto el sol se puso, siendo reemplazado por la luz de la luna y su hermoso resplandor. Xenia estaba fuera en el balcón, mirando las estrellas en el cielo nocturno. Estaba segura de que algo no iba bien hace un rato durante la cena. Darío estaba más callado de lo habitual, y por alguna razón eso la ponía nerviosa.
—Esta vez no me acompañó de regreso a mi habitación —murmuró Xenia con un suspiro—. Me pregunto qué le estará molestando…
Darío se había enfrascado en una reunión con sus hombres, así que decidió volver sola a su alcoba con Jayra y los sirvientes asignados a ella.
Al llegar a su puerta, se encontró girándose para mirar la alcoba de Darío, ya que ambos tenían balcones que conectaban sus habitaciones. Obviamente, todavía no había regresado a su habitación. Otro suspiro escapó de sus labios antes de que ella entrara de nuevo en su propio cuarto.