—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Madeline, mirando el suelo abierto y los árboles a su alrededor. Calhoun había volado lejos del castillo al corazón más profundo del bosque.
—Para tener un tiempo para nosotros —respondió Calhoun, que la había dejado en el suelo. Las enormes alas negras que habían aparecido de repente antes, ahora habían desaparecido, —Con todos durmiendo y nadie para molestarnos a esta hora de la noche, creo que es el momento perfecto.
Madeline no sabía exactamente de qué hablaba Calhoun. Excepto por la luz de la luna, todo lo demás emitía oscuridad. Los árboles lejos de ellos parecían tranquilos, pero los grillos a su alrededor chirriaban.
—Quédate aquí, dulce —dijo Calhoun, guiándola para que se colocase casi en el centro del suelo abierto. Lo vio alejarse de ella, adentrándose en el bosque antes de regresar con algunas ramas en sus brazos para dejarlas caer en el suelo manteniendo una distancia adecuada entre ellos.
