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Madeline gritó de placer cuando los labios de Calhoun entraron en contacto con su centro, el cual solo se humedecía más con su tacto. Era lo último que ella esperaba que él hiciera. Una oferta inocente de ofrecerle su sangre se había convertido en algo cálido y placentero que Madeline nunca habría esperado. O tal vez en algún lugar lo estaba esperando, pensó Madeline para sí misma.
Sus manos, que anteriormente habían tenido ganas de tocar su suave cabello negro, inmediatamente fueron a entrelazar sus dedos en ellos, sin usar demasiada presión, pero lo suficiente para agarrarlo mientras se ponía alterada al tenerlo ahí.