—¡Lo hiciste a propósito! —dijo el Emperador—. Su Majestad
—¡Sé lo que ustedes hacen! —el Emperador señaló al Duque—. ¡Piensan que todos los demás son más débiles que ustedes! ¡Se creen demasiado!
—Su Majestad, ¿qué diría su pueblo si pudiera ver este lado suyo? —se mofó el Duque Lucas—. Acabo de salvarlo a usted y a los nobles, y lo único que hace es avergonzarme. Si el imperio ya no necesita la ayuda del Norte, estaré muy complacido de contárselo todo al Rey.
—¡Manipulaste a todos! ¡Te atreves!
—Su Majestad, nunca juego con nadie —dijo el Duque—. Todos vieron que la bestia llegó y yo la maté, salvando a todos los demás en el proceso. ¿Quizás usted vio algo diferente?
—Su Gracia, creo que este no es el mejor momento para ser sarcástico —intervino Federico—. Sabemos que fue usted quien trajo la bestia al campamento. Su intención era demostrar a todos lo que puede hacer bajo el pretexto de salvar a mi nieta.
El Duque Lucas resopló.
—¿Qué es lo que realmente quiere el Duque?