Yu Mei podía jurar que nunca había sufrido tanto en su vida.
El ligero toque de la caja de comida caliente era suficiente para quemarla. ¡Si esta vieja no aleja la caja de su mano pronto definitivamente tendrá una cicatriz de quemadura en sus preciosas manos!
Esta vez la Abuela Yu lo vio e instantáneamente exclamó:
—¿Mei? ¿Mei, estás despierta?
Yu Mei casi quería maldecir a esta vieja hasta la muerte. ¿No ve que su mano está siendo quemada por la caja de comida caliente que colocó cerca de su mano?
¡Esta p*rra todavía está ocupada preguntando si ya despertó o no! ¿No puede verlo?
Yu Mei parpadeó rápidamente con la esperanza de que la Abuela Yu llamara a los doctores. Pero para su consternación, la vieja estaba ocupada con su dramatismo.
La Abuela Yu agarró su mano y cerró los ojos con una expresión de alegría y conmoción:
—¡Gracias, Dios! ¡Muchas gracias! Curaste a mi preciosa nieta.
Entonces comenzó a bailar de alegría.
Yu Mei quería morderse los labios.