Era como una niña, que se quejaba con su madre por haber mostrado favoritismo antes.
—¡Jaja! ¡Qué fea te ves Holea! —se oyó la risa de Yu Mei.
La expresión de Yu Sicong se oscureció.
Sin mirar a Yu Mei, ordenó al dependiente de la tienda,
—Prohiban la entrada de Yu Mei a todos los centros comerciales, tiendas o propiedades de la familia Yu.
La risa de Yu Mei de repente se apagó.
Ya no podía reírse más.
—Hermano, ¿por qué eres tan duro...
—¡Cállate! —Yu Sicong no la miraba. Abrazó a Yu Holea como si estuviera protegiéndola del mundo y dijo con tono frío—, échenla fuera e informen a todas las tiendas que, yo, Yu Sicong, solo tengo una hermana, y su nombre es Yu Holea. Si veo a alguien molestándola, solo observen cómo convierto su vida en un infierno.
—¡Hermano! ¡Lo siento hermano! ¡Solo pensé que el ambiente estaba deprimido y por eso intenté bromear! —dijo Yu Mei cuando vio que la dependienta se dirigía hacia los guardias.
Yu Sicong sonrió.
