Neveah miró fijamente a la Gobernanta, observando cómo sus ojos se abrían desmesuradamente de horror y luego se cerraban.
No se sentía de ninguna manera en particular aun cuando sabía que la Gobernanta estaba muerta, su muerte había sido inminente, desde el momento en que había despreciado a Neveah para satisfacer a su Reina.
Peón o no peón, Neveah decidió en ese momento que a quienquiera que la hubiera agraviado, le devolvería cien veces peor el dolor que le habían infligido.
Concederle a la Gobernanta una muerte tan rápida ya era una misericordia que no merecía, después de todo el dolor que le había causado a Neveah.
A Neveah le habría resultado más satisfactorio desgarrarla en pedazos, miembro por miembro, pero fuera lo que fuera, ya había ejecutado sus acciones.
Los ojos de Neveah se elevaron de golpe cuando sintió una presencia y se movió hacia la ventana, mirando hacia abajo para ver al Príncipe Alessio emergiendo del borde del bosque.