Mientras tanto, en algún lugar del mundo...
—Ugh...
Elmo, el brazo derecho de Primo, se encontraba a varios pasos de la puerta. Sus ojos estaban puestos en el hombre sentado en el borde de la cama, gruñendo de dolor.
—No te esfuerces —le dijo Elmo a su jefe—. Tomará algo de tiempo para que eso se cure completamente.
Primo arqueó una ceja, con la mano en su hombro cercenado. —No me estoy esforzando, querido. Solo me duele en cada posición que hago.
Elmo apretó los labios en una línea delgada. Sus ojos cayeron sobre la manga de Primo, solo para ver que no había nada en ella. La otra mano de Primo estaba descansando encima, con los dientes apretados, sufriendo por la lesión. Había pasado casi un año desde que el brazo de Primo explotó, incapacitándolo durante meses.
—¿Alguna noticia sobre ese payaso? —Primo siseó, sus ojos relucían al pensar en la persona que le quitó el brazo—. No me digas que todavía no has podido agarrar a ese hijo de puta.
—Es escurridizo
—¡Tonterías!