—Basti, ¿estás bien? —Riley se animó, notando que su único amigo había estado callado recientemente—. ¿Te regañó tu mamá?
—Mi mamá va a tener otro bebé.
—¡¿Eh?! —El niño regordete con gafas jadeó, con los ojos muy abiertos—. ¿¡Vas a convertirte en un hermano mayor?!
—Mhm. —Sebastián suspiró.
—¿Eh? ¿Por qué suspiras? ¿No estás contento de que tendrás hermanos?
—Lo estoy. Al principio no me gustaba la idea, pero eventualmente le he tomado cariño.
—¿Eh? —Riley parpadeó, confundido—. Entonces, ¿por qué pareces preocupado?
Sebastián suspiró por segunda vez, lanzando una mirada a su único amigo. —Porque siento que mi mamá no está lidiando bien con el estrés.
—¿Qué significa eso?
—Siempre está preocupada y ansiosa —confesó, mirando hacia el césped mientras balanceaba sus pies hacia adelante y atrás—. No sé por qué piensa que puede que no dé a luz al bebé. Quizás no lo diga, pero se ha estado distraída mucho.
Riley parpadeó, perdiéndose en dónde iba esta conversación. —No entiendo.