—Sabes que no haré nada que se interponga entre tú y yo. De ningún modo mataría a ella y dejaría que esos humanos te quitaran de mi lado, ¿verdad? —dijo Sebastián, y Elliana murmuró.
Cierto. ¿No fue él también quien la detuvo de matarla antes? ¿Por qué mataría a Madeleine? Fue estúpido de su parte pensarlo.
—¿Quién podría haberlo hecho? —preguntó Elliana, y Sebastián miró a la chica frente a él, inseguro.
Lo que vio hoy no era normal. Esos ojos llenos de ira, ese tipo de furia cuando sostuvo ese palo en su mano para matar a Madeleine. Sin mencionar, ¿no desapareció también y habló sobre la muerte de un conejo? Probablemente era la primera vez que actuaba así.
Además, ¿cómo podría teletransportarse tan pronto? Era solo una simple humana.
Sebastián sacudió la cabeza, su mirada fluctuando hacia la chica, que ya lo estaba mirando.
Su expresión le dijo que quería decirle algo, o tal vez confesar algo. Y por alguna razón, no parecía nada bueno.