—Buenos días, Princesa —Sebastián la saludó en cuanto abrió los ojos, y sus mejillas se tiñeron de rojo cuando lo vio sentado en el sofá de la habitación con toda tranquilidad, leyendo un periódico.
—Buenos días, señor Marino —susurró ella, conteniendo las ganas de gemir al sentir que su cuerpo había sido atropellado por un camión o algo parecido.
Anoche, incluso cuando el señor Marino dijo que no sería demasiado duro con ella ya que era su primera vez, todavía habían tenido tres rondas, y esas tres rondas fueron más agotadoras y extenuantes que horas de entrenamiento.
También se dio cuenta de lo que el señor Marino quería decir cuando mencionó que su resistencia era baja. Ella había llegado más de 10 veces cuando él solo había llegado tres, y no era algo de lo que se sintiera orgullosa a pesar de lo increíble que se sintió.
Para cuando él dijo que no quería cargarla en su primera vez, ella apenas podía mantener los ojos abiertos.