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Elliana miró el mensaje en su teléfono y sus manos se cerraron en un puño.
Se recostó en la cama, cerrando los ojos.
Era realmente frustrante. Como si pasar por todo y el hecho de que no podría asistir al baile anual a causa de sus heridas no fueran suficientes, también tenía que soportar estos berrinches.
—[He decidido lidiar con los humanos. Al final del día, lo que cuenta es la ganancia. Los reales deberían saber cómo enfrentar a los infractores por ellos mismos]—. Era el mensaje de Marcello desde un número desconocido.
Elliana colocó su mano sobre sus ojos, sintiéndose molesta.
Sabía que él hacía eso solo porque sabía que ella no aceptaría su solicitud de llamada de ninguna otra manera.
—¿Está todo listo? —preguntó Sebastián al entrar en la habitación y mirar a su esposa que estaba acostada en la cama con la mano sobre sus ojos—. ¿Preguntaste al médico acerca de todas las precauciones?
—Vamos a casa, Princesa —dijo Sebastián, y Elliana retiró su mano antes de mirarlo.