El Príncipe Angelo lo encontraba difícil de creer. Cada palabra que decía la bruja era como un corte profundo en su corazón porque no esperaba ser engañado a este nivel.
—La única razón por la que te utilizamos fue para angustiar a Sebastián y Elliana e infiltrarnos en el reino vampírico con tu conocimiento de todo. Y ahora que hemos tomado lo que necesitábamos, eres ese muñeco de trapo que no nos importa si se mutila o se tira —dijo la bruja, sin contenerse en absoluto, y el Príncipe Angelo apretó los dientes.
Elliana no dijo nada. Ella siguió mirando al hombre, con un poco de burla en su mirada, haciendo que él se sintiera aún peor de lo que ya estaba.
—Ahora que sabemos la verdad, pasemos a tu castigo, ¿sí? —preguntó Elliana mientras sus ojos se tornaban violetas.
Ella caminó hacia la bruja que temblaba en su lugar.
Elliana agarró la mano de la bruja, quien la miró, negando con la cabeza cuando se dio cuenta de lo que la chica estaba haciendo.