El perro estaba realmente aquí y ¡acababa de lamerle el pie! Sus ojos no la engañaban, esto no era una alucinación. Incluso la voz en su mente pertenecía al perro.
—¿Cómo, qué? —luchó con las preguntas en su mente.
—¿Cómo llegué aquí? —preguntó el perro.
—Sí. —respondió ella.
—Soy tu nueva mascota del alma con la que has hecho un contrato. No soy una mascota ordinaria, por cierto, soy Severo, un trigésimo primer descendiente del rey de los perros del infierno. Ya que aún no estamos en términos amistosos, puedes llamarme Su Alteza Severo. —
Ella estaba a punto de responder sarcásticamente cuando su puerta fue violentamente abierta y sus hermanos entraron corriendo.
Adler blandía un hacha de batalla de doble filo que se veía diferente a la que tenía antes.
Al igual que entonces en el bosque Azul, él estaba balanceándola al azar en el aire.
—¿Qué, qué pasa? —preguntó. Su cabeza se movía de izquierda a derecha a un ritmo acelerado.
—Hermana tiene una bestia en su habitación. —dijo en voz alta Gregor, su hermano menor. Sus pequeños dedos apuntaban a Severo, que yacía perezosamente en su cama sin preocuparse lo más mínimo.
El hacha de Adler se abalanzó hacia abajo, apuntando al perro.
—¡Para! —gritó Escarlata—. No es una bestia, es un regalo de mi maestro.
En el último momento, el hacha cambió de dirección evitando por poco al perro y, aun así, para sorpresa de los que miraban, el perro no se inmutó ni se movió. Parecía estar completamente inconsciente del peligro.
—¿Cómo puede una bestia no tener autoconsciencia? —le preguntó Adler.
Ella escuchó la voz de Severo decir —¡Por favor! Como si esa pequeña arma pudiera romper un solo pelo de este señor. —
Ella se preguntaba si debería transmitir las palabras de Severo tal como él las dijo, pero sonaría loca así que eligió decir otra cosa.
—Como puedes ver, es una mascota inofensiva. Mi maestro lo domesticó y me lo dio como premio. Ha estado durmiendo durante meses y hoy por la mañana abrió los ojos y me lamió el pie, lo que me asustó. —explicó Escarlata.
—¿¡Domesticado!!! ¿¡Inofensivo!!!? ¿Estás insultando a este gran señor? —preguntó Severo.
Él estaba bastante serio, pero todo lo que los demás oyeron fue un ladrido enérgico y débil.
—Es lindo. —dijo Gregor.
—¿Qué tipo de bestia es? —preguntó Elroy desde donde estaba de pie en la entrada.
—Un perro —respondió ella.
—¿¡Un perro!? Tú, segadora de nivel uno. Para tu información, soy un sabueso del infierno que caza devoradores de almas de alto nivel que trascienden reinos y los arrastra de vuelta a los abismos más oscuros del infierno. Si vas a hablar por mí, haz justicia a mi nombre.
Lo que Severo quería que dijera era absolutamente imposible. No podía decirles que era un sabueso del infierno que arrastraba brutalmente a los devoradores de almas fugados de vuelta al inframundo y que había hecho un contrato con ella por la fuerza. Llamarlo perro era más fácil para todos ellos.
—¿Él muerde? —preguntó Gregor.
Ella recordó un libro que había leído en la Tierra que describía cómo se veía un perro del infierno. Tenía los dientes más grandes y afilados que había visto jamás.
Sin embargo, negó con la cabeza y dijo:
—No a menos que se vea obligado, así que ten cuidado de no meterte con él. Por lo demás es un ser gentil —mintió.
En su mente, escuchó a Severo decir:
—Tengo la mordida más fuerte y los dientes más afilados del reino celestial. Una vez despedacé a una quimera de un mordisco.
Ella rió nerviosamente y le suplicó que se callara.
—Necesito ducharme, nos vemos en unos minutos —ella los empujó a todos fuera de su habitación, cerró la puerta y se deslizó hacia abajo mientras se apoyaba en ella.
Unas gotas de sudor le recorrían la espalda y su ritmo cardíaco había aumentado significativamente.
¿Por qué estaba aquí este sabueso del infierno y la ponía tan nerviosa?
—Oye Severo, si eres tan poderoso, ¿por qué te has contratado conmigo? De hecho, ¿exactamente qué eres? Dijiste que una vez despedazaste a una quimera de un mordisco, pero cuando te conocí anoche eras solo un cachorro pequeño.
—Necesitaba un segador crédulo para ayudarme a escapar y tú eres el más crédulo de todos. Lo mejor de todo es que dijiste que yo merecía buena comida y te faltaba una mascota del alma. Es una situación en la que ambos ganamos —respondió él con orgullo en su voz.
Ella casi hizo espuma por la boca de la extrema sorpresa al ser despreciada por un animal.
—¡Soy crédula! —dijo ella en shock—. ¿Qué te hace pensar que soy crédula?
Severo se rió y respondió —Saltaste por voluntad propia a un portal en primer lugar. Solo un idiota hace eso.
Escarlata recordó su error muy vergonzoso que la había traído aquí.
—Tu foto está por todos lados en el foro, te están usando como material didáctico sobre cómo hacer que las almas fuertes acepten el manto de convertirse en segadores —se rió aún más.
Ella no tenía idea de que Severo pudiera acceder al foro del inframundo.
—Iba a seguir huyendo de esos segadores idiotas que no pueden darme la comida que merezco y aun así esperan que cace para ellos cuando te vi. Una cultivadora de almas infantil que capturó a un devorador de almas de nivel uno. Vaya, vaya, vaya, eres bastante algo.
—¿Así que te contrataste conmigo por eso? —preguntó ella. Sabía que muchos segadores estaban impresionados por lo que había logrado pero no pensaba que fuera para tanto. Podría ser una cosa de una sola vez a menos que descubriera cómo hacerlo de nuevo.
Severo levantó su cuerpo de la cama y se estiró. —Solo pensé que eres una rareza interesante. Una rareza interesante y estar contigo será divertido. Ahora dame algo de carne antes de que decida cazar. Ten en cuenta que me siento perezoso, así que si decido cazar, empezaré con los pequeños pájaros que tienes en esas jaulas mal construidas afuera.