—Maullido —Kitty se acercó y frotó su cuerpo peludo contra la pantorrilla de Anna.
—No te acerques tanto, Kitty —Anna acarició al gato—. Tengo que guardar estos suministros de vuelta en la habitación.
—Maullido —El travieso gato no quería moverse de su cómoda posición cerca de las piernas de Anna.
Dylan se rió al ver esta situación. A Kitty simplemente le gustaba tanto Anna que, aparte de sentir un poco de celos, no parecía haber nada más que él pudiera hacer. El gato siempre se olvidaba de quién realmente lo alimentaba.
—¿Puedes dormir? —Dylan preguntó al cerrar la puerta de nuevo.
—Quizás —respondió Anna—. Ahora mismo no tengo sueño en absoluto.
La adrenalina de Anna se había disparado mientras enfrentaba a los dos vándalos. No había manera de que Anna pudiera quedarse dormida pronto en esta situación.
Dylan no se sorprendió. —Traeré otra silla. Simplemente sentémonos aquí un rato y hablemos.