—Las puertas del palacio se abrieron para Dante y Anastasia, concediéndoles la entrada mientras las pezuñas de Oasis golpeteaban contra el camino de piedra antes de detenerse frente a la entrada del palacio. Una vez que Dante desmontó del caballo, la ayudó a bajarse.
—Bienvenida a casa, Anastasia —afirmó Dante con una expresión complacida, y su mano encontró naturalmente la de ella para sostenerla, entrelazando sus dedos.
Anastasia se dio cuenta de que había pasado casi tantos años viviendo en Versalles como en Hawkshead, y este lugar se había convertido de verdad en su hogar, no es que Hawkshead no lo fuera también. Pero ese era su hogar en su pasado, y este lugar era su presente y sería su futuro. Sintió un apretón suave de Dante en su mano, y expresó,
—Gracias por traerme a casa.
—Siempre te traeré de vuelta a mí —le hizo saber Dante, y le preguntó—. ¿Vamos?