—Maxwell avanzó con paso firme hacia las cámaras pertenecientes a los reyes del palacio de Espino Negro, abriendo la puerta con tal fuerza que golpeó contra la pared. Sus ojos llameaban rojos de ira y su mandíbula se apretó fuertemente antes de cerrar la puerta para estar solo.
Se dirigió a una pequeña mesa donde habían botellas de alcohol, la mayoría al borde de estar vacías. Agarró una botella con mano temblorosa, abrió la tapa y bebió su contenido de un trago antes de caminar hacia su armario. Abriendo un cajón, hurgó hasta el fondo entre su ropa y sacó un pañuelo blanco.
Los dedos de Maxwell rozaron la tela en su mano, y su temblor se detuvo mientras la miraba y recordaba a su dueña. Recordó cómo Marianne había sonreído aquel día a su confesión. Ella le había respondido cortésmente sin mirarlo antes de que él tomara su muñeca para captar su atención.