En el carruaje, los tres finalmente dejaron de actuar.
Todos se volvieron para mirar a Nan Hua, quien todavía se apoyaba en el hombro de Nan Luo con curiosidad. Todos querían saber qué había sucedido cuando se suponía que debían estar disfrutando del banquete.
—Hua'er, ¿puedes contarnos qué pasó? —preguntó Nan Luo en tono suave.
Nan Hua abrió los ojos. No había ni rastro de miedo ni temor. En cambio, era calma, muy calma.
—Princesa Yue comió algo alérgico —Nan Hua frunció el ceño y simplificó todo lo que había sucedido.
Cuando Feng Ao Kuai escuchó que el sirviente señalaba a Nan Hua, se enfadó. ¿Cómo podría ser posible que Nan Hua usara un método tan pobre? ¡Si fuera Nan Hua, no habría ningún rastro en absoluto!
—¿Cómo es posible que Hua'er siquiera piense en algo así? ¡Su manera de pensar es más elaborada que la nuestra! —se burló Nan Luo.
Feng Ao Kuai asintió en señal de acuerdo. —Si es Hua'er, nunca dejará ningún rastro.
