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Poppy estaba aterrorizada.
—Solo ella y su hermano, Finley, sabían que había intercambiado a las niñas.
—¡Nunca lo había mencionado a su verdadera hija, Isla!
—¿Cómo podría saberlo la anciana señora Horton?
Además, hablaba con un tono asertivo, no de sospecha, sino de certeza.
Al ver que se acercaban Keira y Lewis, Poppy lucía aún más incómoda en su culpa.
—¿No habían escuchado lo que ella acababa de decir, verdad?
La anciana señora Horton bufó:
—Lo sé. Has intimidado a mi nuera. ¡Eres una mala mujer!
La anciana divagó una y otra vez. Parecía que algo estaba mal con su mente...
Poppy dejó escapar un suspiro de alivio. Se acercó a Keira con el termo en la mano:
—Querida Keira, te he traído un poco de caldo de pollo. Debes estar cansada de cuidar a la anciana señora Horton. Necesitas comer más para recuperar fuerzas...
El aroma del caldo de pollo del termo flotaba en el aire, pero para Keira no era más que ironía.
Esta era la primera vez que Poppy le hacía sopa.