El pueblo de Halle es un lugar de lo más variopinto. Este se compone de una mezcla de edificaciones antiguas y adornos tradicionales; las calles siempre lucen de un color verde lunar, el cual hace juego con el gran bosque que la ciudad tiene al lado. Un viajero al ver el pueblo a lo lejos juraría que este es solo una extensión del inmenso bosque en el cual nadie habita, un razonamiento de lo más equivocado puesto que Halle cuenta con más de 5000 ciudadanos.
El motor de la economía del pueblo es la venta de diferentes utensilios y rarísimos ungüentos que tratan diversas enfermedades. Los hábiles artesanos realizan trabajos de modelado a partir de arcilla y barro especial que se encuentran en el bosque. Los ungüentos y medicina son elaborados a partir de plantas y especias de la zona.
De todos los habitantes de Halle, son los niños los más alegres y risueños. Cuando no están en la escuela, se los encuentra jugando en la plaza principal de la ciudad. Y de entre todos los pequeños, la que más resalta es Ezilda; una jovencita de trece años con piel clara, cabellos dorados y mirada inquisitiva.
La pequeña Ezilda vivía en una modesta casa junto a su abuelita. Cada mañana el sueño de la muchacha era interrumpido por los rayos del sol filtrados por su ventana. En ese instante su rutina comenzaba. Nada más levantarse de la cama, se apresuraba a dar de comer a los animales de la granja que su abuelita poseía; entre ellos había gallos, gansos, pavos, cerdos y vacas. Mientras los animales engullían su alimento, ella los contemplaba con curiosidad como tratando de descifrar si alguno de ellos era capaz de razonar.
Luego de terminar los quehaceres de la casa, Ezilda partía a su colegio. En su camino contemplaba la torre de reloj de Halle; esta era una enorme construcción que servía como centro de reuniones en el pueblo. La primera vez que incursiono en su interior, le asombro que los engranajes fueran más grandes que ella misma; pero lo había visitado tantas veces que su interés en este desapareció.
Halle era un lugar fascinante, pero Ezilda no lo veía así; a ella la rutina la estaba matando. "Si no fuera por aquel bosque" -pensaba. Ese era el gran secreto de Halle. El pueblo estaba ubicado cerca de un enorme y misterioso bosque. El ingreso a este era restringido; las personas que se adentraban al bosque lo hacían para recolectar insumos necesarios para elaborar diversos productos. Aquellos que ingresaban sin autorización, eran severamente castigados.
-Jamás entres a ese lugar –le dijo muchas veces su abuela Linda.
-Pero por qué no? ¿Qué hay allí? –le cuestionaba.
Su abuelita era una anciana muy amable y sincera, pero cuando le preguntaba sobre aquel bosque, ponía una mueca entre tristeza y enfado. Nunca le respondía con la verdad y eso la desconcertaba.
Halle solo contaba con un gran colegio, al cual todos los niños debían asistir. En este lugar Ezilda se la pasaba bostezando durante sus clases; para ella el colegio resultaba aburrido. Lo único que despertaba su interés era conocer los secretos del bosque. Nada más llegar a su salón de clases se topó con el habitual saludo de su gran amiga Mia.
-Hola Ezilda, ¿has oído los rumores de la ciudad? Le preguntó emocionada.
-No ¿ha sucedido algo?
-La gente dice que pequeños espectros están apareciendo en Halle. Salen en la noche y secuestran niños.
Mia era la compañera de infancia de Ezilda; era inquieta, distraída y testaruda. Prestaba suma atención a las habladurías del pueblo, en una ocasión convenció a Ezilda de acompañarla a buscar duendes que según ella se encontraban bajo su cama, por su puesto q no existían tales duendes, lo que si encontraron fueron dos ratones.
- ¿Estás segura de lo que dices?
-Eso es lo que murmura la gente. Dime ¿no te gustaría comprobarlo?
-A mí me parece una mala idea – contesto una voz detrás de Mia. Se trataba de Sax, un compañero de clase muy listo, a quien Mia detestaba pues siempre refutaba todo lo que ella afirmaba.
-¿Y cuál es el problema con mi idea?
-Se meterán en problemas, está prohibido salir de noche sin compañía de un adulto.
-¡Pues tu no vendrás con nosotras, gran cobarde!
-Yo aún no he decidido ir - comentó Ezilda.
Sax y Mia estaban a punto de comenzar una discusión, sin embargo. En ese momento el maestro ingreso al aula y todos los alumnos se sentaron a prestar atención a sus clases; durante estas, Mia constantemente le dirigía miradas de enojo a Sax y este simplemente la ignoraba.
Al terminar las clases los tres amigos se reunieron fuera del colegio y por petición de Mía, acordaron reunirse a las 10 p.m. en el viejo reloj. La más empeñada en ir fue Mia, era la aventurera del grupo, la secundo Ezilda quien sentía curiosidad y Sax acepto porque esa noche no tenía nada que hacer y quería reírse de Mia luego de que descubrieran que las habladurías del pueblo eran falsas.
Al regresar a casa su abuelita la recibió con la comida preparada y un cándido abrazo. Terminada su comida, Ezilda salió a comprar los encargos habituales de su abuelita. 20 hojas de eucalipto, 1 litro de aceite gris, 10 piezas de pan, ½ kilo de garbanzo, y más cosas que la anciana necesitaba. Todo esto lo encontraba en el mercado Omnes. En su camino pudo notar lo que Mía dijo, en el pueblo se percibía como algunas personas rumoreaban sobre algo, que ella no alcanza a oír, creyó que era una mera coincidencia y siguió su camino hasta llegar al mercado.
-Lleve una docena de hojas de dragón por solo una moneda de oro- gritaba un hombre de barbas grises.
- ¡Está loco, son hojas de roble! ¡Eso solo vale 20 tines! –respondió una señora malhumorada.
Fuera del murmullo de algunas personas, Halle se sumía en la habitual rutina que Ezilda conocía, recorrió el mercado y compro todo lo que su abuela le encargo, terminadas las compras retorno a casa caminando mientras el sol apagaba su brillo sobre el pueblo.
La pequeña llevaba la mitad de camino recorrido y se encontraba pasando un sendero cuando sintió algo en el hombro. No lo podía ver; pero sin duda, algo tan pequeño como una mosca se había posado sobre ella.
-Dime pequeña, ¿tienes curiosidad por el bosque de Halle? – murmuró una voz melodiosa a lo que Ezilda dio un brinco de sorpresa, giro su cabeza de lado a lado y no había nadie a su alrededor. ¿Quién habla? -alcanzo a responder.
-No te asustes pequeña, soy un hada invisible para los ojos humanos que guía a los niños curiosos a una aventura dentro del bosque, ¿te gustan las aventuras verdad?
Antes de dar una respuesta, Ezilda se percató de que un grupo de personas estaban recorriendo el mismo sendero que ella, no les dio importancia y trato de centrarse en la voz que había despertado su interés, sin embargo, el "hada" se quedó en silencio. Trato de hablar de nuevo con ella, pero no obtuvo respuesta, se cansó de intentarlo y siguió su camino un tanto confundida. Al llegar a casa no le conto nada a su abuelita pues creyó que lo ocurrido fue producto de su imaginación. La pequeña se dedicó a terminar los deberes del colegio esperando con ansias encontrarse con sus amigos aquella noche.
En las afueras de Halle y bajo la luz de la luna, una joven contemplaba el pueblo que era iluminado por el brillo de miles de luciérnagas. Halle siempre era resguardada por varios hombres muy bien armados, pero aquella visitante no se detendría por ellos. Tenía prisa en cumplir la tarea que le asignaron, pero se detuvo a ver el lugar en todo su esplendor. -Prometo salvarlos, dijo con firmeza mientras se adentraba en Halle acompañada por dos sombras.