Tarde en la noche en la casa de la Familia Baldwin, Madre Baldwin estaba empacando sus cosas.
Padre Baldwin entró, quitándose su bata blanca mientras preguntaba —¿Qué te pasa, empacando tu caja de joyas de repente?
—Luke, tengo planes mañana para salir con una amiga por unos días. Si necesitas algo, llama al ama de llaves —le dijo Madre Baldwin a Padre Baldwin, dejando sus cosas.
—Entendido. Acabo de terminar unas cirugías y estoy exhausto. Voy a tomar un baño ahora —Padre Baldwin le dio una palmada reconfortante en el hombro a Madre Baldwin—. Disfruta tu tiempo afuera.
—Está bien —Madre Baldwin asintió, las lágrimas brillaban en sus ojos.
—Supe lo que hizo Amelia durante el día, aún es joven, no te rebajes a su nivel.
Había soportado esa sentencia durante más de veinte años, hasta el día de hoy. Pero ahora, cuando su paciencia no le había ganado el entendimiento o la compensación que buscaba, todo lo que sentía era que su vida era una broma a los ojos de los demás.