—A la cuenta de diez, el Top Game comenzará.
El anuncio resonó a través del campo, amplificado por la magia, envolviendo a los espectadores y participantes por igual. Expectante, Nico se mantuvo a si mismo con la guardia alta mientras la cuenta regresiva comenzaba.
—¿Otra vez? No entiendo ni siquiera porque está participando… —se escuchó a alguien susurrar a su lado.
—Digo lo mismo, pero supongo que si quiere ser humillado una vez más está en todo su derecho —respondió otra voz, teñida de desdén.
—Su estupidez es incluso sorprendente —añadió un tercero con voz burlona.
—No sean así. Deberían tratar de convencerlo para que se retire.
—Ya es demasiado tarde. Lo que venga a partir de ahora, es solo lo que él se buscó…
Escuchando los comentarios despectivos de las personas que lo rodeaban, Nico mantuvo la compostura, impertérrito. Su rostro en blanco, nada de él delató una reacción ante lo que escuchaba.
«Les mostraré que están equivocados».
Con ese pensamiento, Nico no se permitió distraerse. Se concentró, poniendo en alto todos sus sentidos, y se preparó a sí mismo mientras escuchaba el casi final de la cuenta regresiva.
—… cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Y finalmente, el momento llegó:
—¡AHORA!
Sucedió al momento de ese grito. La exclamación marcó el inicio del desafío. En los cielos, a cientos de metros del suelo del campo, «algo» increíblemente pequeño apareció. Los ojos comunes lo verían como una mancha borrosa por la distancia; Nico, sin embargo, al ajustar sus lentes lo vio con claridad: era una pequeña pelota dorada con un tamaño semejante al de aquellas que se utilizaban en el golf.
También era el objetivo tanto de él como de todos aquellos que lo rodeaban.
«Rápido». Nico apretó los dientes.
Invisible a los ojos más allá de una corriente invisible de aire que empezó a despedirse de su cuerpo, «algo» empezó a fluir en el interior de su cuerpo. «Eso», la energía mágica, comenzó a ocupar cada espacio de su cuerpo, desde los cartílagos y los huesos hasta los órganos internos. Fue penetrando y reforzando su estructura interna, incluida sus células, y en un solo instante lo convirtió en algo más allá de lo humano.
Tomó una postura adecuada: los brazos a los lados, los pies a la anchura de los hombros y los hombros ligeramente flexionados. Le siguió una respiración profunda y le precedió todavía más adelante un saltó explosivo. Fue un pequeño y rápido movimiento, tan rápido como un parpadeo, pero cubrió cientos de metros de una forma casi ridícula.
Sin embargo su esfuerzo, no fue suficiente.
—¡Gravitón!
En un solo instante, al pronunciarse aquel hechizo, los cientos de metros recorridos por Nico perdieron valor. Una sensación de pesadez, no acorde a su aproximado de setenta kilogramos, lo invadió, y fue como si una mano invisible lo jalara desde sus pies con la intención de regresarlo al suelo.
Apretó los dientes, tratando de ignorarlo mientras la energía mágica se expedia de su cuerpo. Podía ver la pelota a pocos metros. «Solo tengo que extender mi brazo antes de caer», pensó.
Pero el mundo no fue tan amable.
—¡Celebración del Fuego!
A solo instantes de que pudiera agarrar la pelota dorada, un destello llenó los bordes de su visión. Una sensación de peligro erizó los pelos de su nuca ante la repentina chispa que explotó al frente de sus ojos, pero esa fue la única reacción que su cuerpo pudo generar a tiempo, antes de que su mundo se tornase de rojo y una explosión de fuego lo sacudiese hasta hacerlo caer con un sonoro impacto en el piso como si fuera un meteoro.
El dolor asaltó sus sentidos mientras cientos de flashes, correspondientes a las múltiples acciones de los que trataban de ser los primeros en atrapar la pelota, lo asaltaban. Pareció que los segundos se volvieron minutos y los minutos horas antes de que una serie de gritos decepcionados y emocionados lo hicieran regresar a sus sentidos.
—¡Y en una asombrosa demostración de su Esencia del Destino, RENAUD NEVERDAY ES EL GANADOR DEL TOP GAME!
«FUSH», un sonido que daba una especie de sensación destellante, y unos pies aparecieron cerca de su campo de visión.
Nico gimió con molestia. Sabia de quien se trataba.
—¿Cómo se siente morder el polvo otra vez, Inútilnico?
La única respuesta de Nico fue un quejido adolorido.
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Comenzó aproximadamente hace cuatro mil años.
Existencias que dominaban todo lo que había entre los cielos y la tierra, dioses, se enfrentaron entre sí en repetidas ocasiones, casi trayendo la destrucción al planeta que casualmente habitaban en conjunto.
En aquel entonces, llegaron a un acuerdo. Algunos dirían que fue impulsado por benevolencia, otros que había sido simplemente un capricho. Fuera lo que fuera, la decisión que se tomó cambió el rumbo de la historia venidera de manera exponencial:
Top Game.
Un juego para estar en la cima del mundo.
Dioses, humanos, hadas, hombres bestia… Sin importar cual fuera el origen, todos resolverían sus conflictos con este nuevo «juego».
Si se disputaba el amor de una doncella, se resolvería con un Top Game.
Si alguien quería obtener el derecho sobre una tierra, lo resolvería con un Top Game.
Siempre que fuera alguna forma de «conflicto» donde alguien ganaba algo y el otro perdía, se resolvería con un Top Game.
El ganador lo tendría todo. El perdedor solo sostendría el derecho de intentarlo en el futuro otra vez.
La sociedad cambió para adaptarse a este nuevo estilo de vida. Instituciones y organizaciones se alzaron para estar en la máxima posición de la tabla que los podría en la cima del mundo, el Top World.
Se celebraron torneos. Se alzaron campeones. Los campeones tomaron aprendices y crearon escuelas que los representaran.
La Academia Supremia: ese es el nombre de la escuela que se alzó como la más famosa entre todas.
Ubicada en Arcanville, una ciudad-estado creada con magia para estar mágicamente oculta en un valle rodeado por dos cordilleras que se encontraba al norte del parque nacional Yellowstone, de Estados Unidos, había sido construida con cuidado y a consciencia. Era una de las academias más reconocidas del mundo no solo por la cantidad de figuras triunfantes en los torneos de Top Game que habían surgido de ellas, sino por sus maestros: figuras legendarias cuyo nombre estaba tallado en las leyendas.
—Como yo: ¡Thot!
Parado en frente de los cientos de estudiantes que lo oían, un hombre habló con grandilocuencia. De piel tostada por el sol y rasgos antiguos, parecía estar más allá de la edad adulta pero sin ningún signo de arruga de la ancianidad. Su pelo era blanco y espeso, especialmente abundante en su barba. Con una túnica blanca con toques dorados como atuendo y una mirada serena en su rostro, cualquiera podría ver que no era un hombre común.
Era de esperar, se dijo Nico. Después de todo era el dios del conocimiento de la eneada egipcia. [1]
—Estamos orgullosos de darles la bienvenida un año más —continuó Thot—, sobre todo con el evento venidero: ¡el Máximum Supremacy Game, o MSG! ¡Dentro de un año, todos ustedes podrán probar suerte y convertirse en los nuevos héroes de epopeya! Yo, una vez más como su maestro de Historia Mágica, estaré encantado de guiarlos hacia grabar su nombre en la historia.
»Y por supuesto —añadió Thot con una sonrisa—, también estaré gustoso de aceptar talentos prometedores para representar a la eneada en el MSG... Por ahora, sin embargo, me complace dejarlos con el ganador de «Caída Libre», nuestro clásico Top Game anual de regreso a clases: ¡RENAUD NEVERDAY!
A sus palabras, que cargaron la atmósfera de tensión y emoción, la sombra de Thot pareció estirarse repentinamente, antes de extenderse hacia arriba como una especie de gas o neblina y luego disolverse como una bola de humo. De esa bola de humo un chico alto de piel blanca y ojos azules apareció.
Nico suspiró al ver eso, fastidiado. Sin ganas de oír el discurso de Renaud, que probablemente no fuera otra cosa más que el mismo acariciando su propio ego, decidió retirarse. Después de todo, sabía que no se perdería nada de importante.
—Ey, ¿ese es…?
—Sí, es el hijo sin talento de los Evernight.
—Escuche que lo hizo terrible en el Top Game de hace rato…
—No entiendo porque lo dejan venir a una academia como esta.
Ante los murmullos, Nico apretó sus puños y trató de hacer oídos sordos. Concentrándose, trató de moverse tan rápido como pudo sin parecer fuera de lugar, y escapó hacia los alrededores de Academia Supremia, Arcanville.
«Siempre es lo mismo», se dijo con decepción.
Nico era uno de los tres hijos del líder de la familia Evernight, Maximus Evernight. Los Evernight eran una familia altamente conocida por todos debido a que sus miembros eran, de una u otra forma, todos destacables en la historia de los Top Games. Nico, sin embargo, era la decepción de la familia, carente de cualquier tipo de talento notable, y solo había podido matricularse por la ayuda de su abuelo, que parecía ser el único que confiaba aunque fuera un poco en él.
Nico había querido responder a esa confianza con el mayor de los triunfos, pero pronto descubrió que era demasiado iluso. Academia Supremia estaba lleno de lo mejor de lo mejor y cultivaba lo mejor de lo mejor. Ciertamente Nico había florecido bajo ella y sus clases… pero el problema era que sus compañeros habían crecido mucho más que él. Desde que se había matriculado hace tres años se había encontrado a sí mismo en el escalón más bajo del ranking de la academia, y ahora con dieciocho años seguía en esa misma posición.
«Inútilnico». Así lo había apodado el hijo de la familia rival de los Evernight que se había matriculado al mismo tiempo que él: Renaud Neverday.
El mismo Renaud que le había ganado hace unos momentos en el Top Game «Caída Libre».
«Como desearía ganarle aunque sea una vez y borrar esa estúpida sonrisa presuntuosa de su rostro…»
Con pensamientos que el mismo definía como los de un perdedor resentido, Nico caminó por Arcanville mientras suspiraba. Ajustó sus lentes, que gracias a la magia con la que habían sido creados no se habían roto durante el Top Game y jugueteó con su colgante, un regalo de su abuelo que estaba colmado de símbolos inentendibles que parecían no tener un significado en específico dado que ni siquiera los profesores de la Academia Supremia habían logrado identificarlos.
Y EN ESE INSTANTE…
¡Zaz! ¡Clas! ¡Boom!
—¿Eh?
Nico exclamó con confusión.
Lo que estaba escuchando… Era un poco confuso, pero no debería haber dudas. Se trataba de sonidos de lucha.
Por tanto, naturalmente, algún tipo de Top Game de batalla debería estar sucediendo en algún lado.
Pero era un poco extraño. Para algo tan vistoso, ¿por qué parecía que no había nadie para servir de espectador?
«¿Es alguna clase de Top Game clandestino…?».
Después de todo, no sería raro si algunos idiotas quisieran presumir sin importales la destrucción que causaran alrededor. De vez en cuanto también sucedían ese tipo de cosas.
Dicho eso, no había razones verdaderas para que Nico se involucrara y fuera a ver lo que estaba pasando. No era como si le afectara de alguna manera.
Pero…
La emoción. Las ganas de probarse a sí mismo. El deseo de tratar de demostrar quién era.
Todo eso seguía latiendo.
Todo esto bastaba para meterse donde no lo habían llamado.
«El ruido parece venir de aquí…».
Caminó unos segundos, rastreando los ruidos que cada vez se volvían más fuertes. Se encontró así en frente de un callejón oscuro. Algo increíblemente cliché, pensó mientras caminaba con paso firme.
Cuando entró en el callejón, se topó con una chica de aspecto exótico siendo atacada por hombres enmascarados.
«¿Eh?»
Lo tan profundamente inesperado de la situación… Fue como si su cerebro entrara en cortocircuito. Aunque solo fue por un breve instante, lo hizo tambalearse y llamar la atención sobre sí mismo.
—¿Uh?
La chica fue la primera en darse cuenta de él.
Y con un movimiento que sus ojos no registraron…
Se apareció ante él con el sigilo de un gato.
—Esto es conveniente —ella dijo con una voz que impactó todos sus sentidos.
Aturdido, la miró en silencio.
Ella era irreal, increíble e inconcebiblemente…
Hermosa.
Con una larga caballera más oscura que las noche sin estrellas.
Con una piel más impoluta y blanca que la mayor de las joyas.
Con una mirada que parecía absolutamente segura de sí misma y con ojos negros que atraían y tenían una misteriosa luz rojiza.
Tenía un vestido negro escotado que dejaba al descubierto sus brazos y cuello, que se adornaban a sí mismos con joyas.
Ella era como una diosa de la noche, con una figura tallada y un porte irreal lleno de confianza.
—Mi nombre es Helel Benshahar —ella dijo con un tono implacable y confiado, como si pudiera dominar el cielo y la tierra.
Y luego lo besó.
«¡¿HMN?!»
La sensación de sus labios sacudió todo su cuerpo. Lo dotó de un calor que llenó sus brazos, sus piernas, la boca de su estómago, su rostro… Pero que principalmente llenó sus labios. Aturdió cada uno de sus sentidos de una forma irreal y le hizo sentir como si se disolviera en el más dulce de los elixires. Lo confundió, de un mundo que le impidió articular respuesta alguna.
—Hmn. Muy bien. Siéntete honrado.
Con un simple movimiento, el mismo que había hecho para aparecer ante él, la chica separó sus labios de los suyos. Luego lo miró con una intensidad que heló su sangre. Sus ojos, extraños e irreales, parecían leer en lo más profundo de su ser, sus largos cabellos negros ondeando al ritmo de un viento que solo ella podía sentir, su belleza sobrenatural le causaba un escalofrío.
Y con total e irrefutable resolución, como si pronunciara una ley fundamental del mundo, ella dijo:
—Desde ahora en adelante, todo de ti me pertenece.