—¿Por qué tengo que cargarte en mi espalda?
Al murmurar eso, Nico dió un vistazo a los alrededores, notando las miradas curiosas que se posaban sobre ellos en las transitadas calles de Arcanville. La presencia de Helel a sus espaldas parecía atraer toda la atención, algo con lo que Nico, aunque acostumbrado, no se sentía cómodo.
—¿No es obvio, lacayo? Es porque no quisiste llevarme entre tus brazos —Helel respondió con su habitual indiferencia.
—¿Y en primer lugar por qué tengo que cargarte? —susurró ahogadamente Nico.
—Si fueras tan capaz en otras cosas como en quejarte, no tendríamos que caminar en primer lugar —le recordó Helel con una mezcla de indiferencia y desdén—. Después de todo, eres tú el que no puede teletransportarnos.
Nico se mordió la parte interior de su mejilla, conteniéndose de responder ante ese comentario punzante. Optó por continuar en silencio su recorrido por las calles de Arcanville, maravillándose como siempre por la arquitectura fantástica que lo rodeaba: una mezcla de múltiples culturas y sus estilos, como el románico, el bávaro y el shoin, que parecían narrar la historia del mundo en cada columna y cornisa. Era un entorno fantástico, que parecía gritar al mundo que era un reflejo de los acuerdos mundiales.
—Al menos en algo los humanos parecen haber evolucionado —comentó Helel con ligera aprobación, pareciendo encontrar el sitio tan agradable como él.
Eligiendo seguir sin responder, Nico apresuró un poco el paso mientras se perdía brevemente en sus pensamientos. Solo volvió a la realidad cuando se encontró deslumbrado por una luz que le apuntaba directamente.
—Nico Evernight, tercer año, puesto 1310 en el ranking académico —Una voz habló de manera mecánica—. Personaje desconocido. Identifíquese.
—Apaga esa luz un momento, Argos —pidió Nico, retirando brevemente sus lentes para restregar sus ojos fatigados—. Y tú bajate, Helel, ya estamos en la academia.
Sus solicitudes fueron atendidas al instante. Al bajar Helel de su espalda, la luz que los enceguecía cesó, permitiéndoles identificar a su interlocutor.
A primera vista, lucia como un hombre joven extremadamente alto, de poco más de dos metros de altura, y notablemente musculoso. Una mirada más cercana, sin embargo, revelaba detalles que lo marcaban como algo más que humano. Su cabello era plateado, centellando y cambiando de color según la luz, su piel siendo igualmente brillante de manera sutil, como las lejanas estrellas. Llevaba una túnica elegante dorada con detalles plateados que recordaban a los ojos de un pavo, y sus zapatos también estaban adornados con motivos que lucían como pequeños ojos parpadeantes.
Él los miró, aunque esa palabra era un eufemismo, dado que su frente y ojos estaban cubiertos por un tipo de material extraño parecido a una venda de tela.
—Nico Evernight, identifique al individuo traído con usted —ordenó.
—Argos, esta es Helel Benshahar, mi… —Hizo una mueca, no encontrando palabras adecuadas— invitada. Es una conocida del señor Merlín, y requiere urgentemente hablar con él.
—Está prohibida la entrada para personas no asociadas a la Academia —Argos habló con un tono indiferente, como una máquina de servicio y atención.
—Por favor, Argos —Nico lo miró suplicante—. Solo déjala pasar.
—No tengo autoridad para tomar tales decisiones. Debo contactar a un miembro del Consejo Estudiantil capacitado para esta tarea — afirmó Argos, levantando sus manos y mostrando sus palmas al aire. En un abrir y cerrar de ojos, estas dejaron de ser simples palmas para revelar un par de ojos brillantes, uno en cada mano, que desataron una luz frente a Argos.
La luz, en breve, tomó forma, volviéndose algo parecido a un holograma. Por unos tenues segundos, una vaga silueta humana fue lo único discernible; pero rápidamente fue ganando detalles. Cintura estrecha, busto pronunciado aunque no exageradamente exuberante, cabello de un tono cobrizo que llegaba hasta la mitad de la espalda, una gabardina de cuero suave, pantalones ajustados que dejaban poco a la imaginación junto a un cinturón: todos esos detalles combinados con un rostro grácil que parecía esculpido en mármol, trasmitiendo elegancia y serenidad incluso aunque la expresión en él era de ligero desconcierto.
—Monica da Vinci, tercer año, Secretaria del Consejo Estudiantil de la Academia Supremia, puesto 111 en el ranking de la Academia —declaró Argos, aunque su voz seguía resonando de manera robótica—. Se requiere su presencia para atender la solicitud de Nico Evernight de permitir la entrada de Helel Benshahar.
—¿Eh? —Mónica mostró una expresión de confusión antes de dirigir su mirada a Nico y chasquear los dedos, su rostro llenándose de comprensión—. Ah, sí, Nico, el primo de Aria. ¿Puedo saber por qué quieres que dejemos pasar a esta chica? Como ya te habrá informado Argos, está prohibido hacerlo, ¿sabes?
—Es algo un poco… privado —Nico evitó morderse la boca ante el uso extraño de esa palabra—. Quiero decir, esta es Helel, un familiar del señor Merlín, y necesita hablar con él.
—El señor Merlín no se encuentra en la academia —reveló Mónica—. La directora informó que está ocupado viajando por asuntos personales y que le tomará un tiempo laborar. Si quieres hablar con él, tendrás que esperar.
Nico se contuvo de maldecir. «¡¿Qué tan mala puede ser mi suerte?!», gimió en su mente.
—Que asquerosa situación —dijo Helel de repente, sus ojos destellando con irritación—. No hay nada que hacer aquí, lacayo. Regresemos a tu morada.
—¿Te acaba de llamar «lacayo»? —Mónica ladeó la cabeza con curiosidad.
Nico la ignoró, mirando a Helel con ligera molestia. —No puedo irme. Tengo Magia Elemental Avanzada con el señor Quetzalcóatl.
—No pensarás irte de mi lado, ¿o sí, lacayo?
—¡Pero qué declaración tan romántica! —Mónica jadeó un exagerado suspiro, la diversión presente en sus ojos—. Evernight, te has conseguido una novia problemática. Te compadezco, pero igual no puede pasar.
Nico la miró con el rostro en blanco. Junto a Elena, era la segunda persona que confundía a Helel con su novia, y Helel parecía no tomar en cuenta ese comentario de ninguna manera significativa. No sabía cómo sentirse al respecto, tomando en cuenta que aclarar la situación solo sería más problemático. Lo que si sabía es que estaba metido en muchos problemas.
—Entiende, el señor Merlín no está aquí. Tienes que esperar que venga.
—¿Parezco idiota? Eso lo tengo claro. El que parece no comprender que no esperaré sola eres tú, lacayo.
—No te puedo acompañar.
—Tienes que hacerlo.
Diciendo eso con inusual fuerza, Helel hizo la mímica de levantar su mano, haciendo que Nico instintivamente se tensara. ¿Iba a recurrir a la magia que los unía para obligarlo? Antes de que pudiera averiguarlo, Argos intervino inesperadamente.
—Mensaje de la directora: «Permitan el paso de la invitada de Evernight a mi despacho» —anunció Argos, rompiendo momentáneamente la tensión en el ambiente.
—¿Hmn? —Dejando de levantar su mano, Helel frunció el ceño por un instante, antes de dar una media sonrisa altanera—. Supongo que reconoció mi renombre y grandeza.
Diciendo eso, Helel empezó a caminar hacia el interior de la Academia.
—Guiame, lacayo —dijo, sin darse la vuelta para mirarlo.
Mónica, observando la escena, dirigió una mirada compasiva a Nico y comentó de forma socarrona:
—Definitivamente es una chica problemática. Esos patrones de comportamiento solo traen problemas. Intenta mantenerte alejado de ellos, Evernight. Con tu posición, no querrás meterte en líos.
Argos terminó de proyectar la luz con sus manos al momento siguiente, haciendo que Mónica desapareciera. Dándole un breve gesto con sus manos en forma de despedida, Nico se apresuró a seguir a Helel.
—Te estabas tardando, lacayo —dijo ella sin mirarlo.
Él eligió no responder sus palabras.
—Vayamos a la oficina de la directora. Tomando en cuenta quien es, tal vez sepa cómo ayudarte.
Caminaron en silencio después de eso. Los segundos pasaron y luego los minutos hasta que Helel decidió hablar:
—Este sitio es sorprendentemente grande —observó.
—Debe serlo —respondió Nico—. Alberga más de mil trescientos estudiantes, y más de la mitad de esa gran cantidad suele ver clases al mismo tiempo. Eso es sin contar los Top Games que a menudo se llevan a cabo aquí.
—Escuché algo curioso salir de tus labios —Helel lo miró a los ojos con curiosidad—. Dijiste mil trescientos estudiantes, pero ese portero dijo que estás en la posición número 1310. ¿No te pondría eso en una de las posiciones más bajas?
Nico se sintió incómodo, pero decidió ser honesto sobre su situación.
—La más baja, de hecho.
—¿Hnm?
—Dije que es la posición más baja —Nico suspiró—. De mil trescientos diez estudiantes, estoy en la posición 1310. No tengo ningún privilegio, a diferencia de las posiciones más altas. A alguien en la posición 110 como la chica con la que estábamos hablando probablemente no hubieran tenido dificultad alguna en dejarla pasar.
Helel respondió de forma brusca:
—Que inútil eres entonces —Nico sintió que su boca se abría brevemente, siendo la primera vez que alguien lo insultaba tan directa y descaradamente— La mediocridad no tiene lugar a mi lado. Necesitará crecer más si deseas estar junto a mí.
Nico apretó los puños, deteniéndose brevemente ante sus palabras. Helel lo miró con una ceja alzada, como si ni siquiera entendiera que había dicho algo malo. Él solo pudo cerrar los ojos y suspirar ante eso.
—¿Parece que tengo ganas de seguir lidiando contigo? Te traje a esta academia solo para que dejes de molestarme —La miró con frialdad.
Ella le respondió con desinterés.
—Me trajiste porque te lo ordené —respondió—. Y no es como si tu opinión fuera de importancia. De hecho, tu inutilidad me lleva a preguntarme si debería considerar buscar a un incompetente más competente.
—Estaría encantado de que lo hicieras —le respondió Nico con fastidio, para proceder a continuar caminando. «Ya solo quiero llegar a la oficina de la directora»
—¿Pero que veo? Si es Inutilnico
Nico gimió. «Lo que faltaba»
Pelo rubio peinado hacia atrás, ojos azules, alrededor de un metro ochenta de altura, cuerpo delgado, parte superior ataviada en una camisa blanca y un chaleco negro, parte inferior ataviada de unos pantalones blancos con hebillas e hilos de oro: junto a un collar de perlas en el cuello y botas blanca en forma de punta, era la imagen de una persona desagradable para Nico.
—¿Qué quieres ahora, Renaud? —inquirió Nico con una mirada de fastidio.
—Vaya, vaya. Calma tus ímpetus. No es mi culpa que hayas sido el peor en el último Top Game. Como siempre —Renaud esbozó una sonrisa burlona—. Y respecto a lo que deseo…
Posó su mirada sobre Helel.
—Deseo el nombre de tan hermosa doncella.
Nico lo miró con el rostro en blanco. De repente, lo que la mala personalidad de Helel le había hecho olvidar brevemente regresó a su mente: la extrema belleza de la chica a su lado. Era natural que alguien como Renaud se sintiera atraído por ella.
Dicho eso…
—Terrible, parece que el resplandor de mi belleza ha atraído un insecto.
«No es como si compense su personalidad», se dijo Nico con un suspiro, aunque de repente sintiéndose divertido. Se preguntó: ¿cómo reaccionaría Renaud ante ese obvio rechazo?
Su respuesta fue:
—Hermosa y con una lengua afilada. Eres una chica que mi madre aprobaría.
Helel lo miró como si viera una rata.
—Esa mujer a la que llamas madre probablemente sea la única que te ama.
Con esas palabras sumamente crueles dichas, siguió caminando, pero Renaud se interpuso en su camino.
—Apártate antes de que te aparte —amenazó ella.
—Lo siento, pero quisiera que al menos me dieras una oportunidad —El sonrió de una manera un poco falsa. Nico se tambaleó entre intervenir o no al hacer eso—. ¿Qué tal si me dejas invitarte a una cita? Soy un chico con una muy buena posición, a diferencia de ese Inutilnico de ahí.
—Una muy buena posición, ¿dices? —Helel lo miró de repente con interés—. Hablas del ranking, ¿cierto?
—Supongo debí imaginar que no lo sabrías, es la primera vez que veo un rostro como el tuyo y de seguro no eres de aquí —Renaud sonrió con renovada confianza—. Estoy en la posición número 25. Hay pocos como yo en toda la Academia Supremia. Si deseo algo en Arcanville, solo me basta con chasquear los dedos.
—Fascinante. Dime, ¿qué tal si hacemos un trato? —respondió Helel. Y por un minuto, Nico sintió que se desharía de ella por fin.
Renaud la miró con curiosidad.
—¿Un trato? ¿De qué tipo?
—Del tipo que hay en estos días —Helel sonrió elegantemente, de una forma tan astuta que Nico tuvo un mal presentimiento—: Un Top Game.
Tanto Renaud como Nico la miraron con sorpresa.
—¿Y cuáles serían las condiciones de ese Top Game, bella dama?
—Ganas, tendré una cita contigo —Ella lo miró con un destello carmesí en su mirada —. Pierde, e intercambiarás posiciones en ese llamado ranking con mi lacayo.
—¿Lacayo? —Renaud pareció confundido.
Nico también lo estuvo, pero por otras razones.
—Helel, ¿qué estás haciendo?
—No lo malinterpretes —Helel lo miró con indiferencia—. Estás atado a mí, por lo tanto tengo que hacerte crecer, ya que tu patetismo no hará más que ensombrecer mi nombre
—Eso…
Nico no encontró palabras que decir. Renaud tampoco le dio tiempo para buscarlas.
—Inultinico, ¿eh? ¿Así que te referías a él? Tienes una mente sin duda diabólica —Renaud miró a Helel con impresión—. «Pierde, y a cambio quedarás en el último lugar de la academia». Alguien menor no aceptaría tanto riesgo por una doncella a menos que verdaderamente le importara. Poniéndome a prueba de esta manera… Mi madre sin duda te aprobaría.
»Pero no tengo miedo —Él dio una sonrisa que rebosaba de confianza—. Ahora mismo, aquí en el campo. El Top Game será «Batalla a la Ráfaga». El primero en asestarle un golpe directo al otro gana. ¿Qué dices, hermosa? ¿Es adecuado para ti?
—Más que suficiente —La sonrisa de Helel se volvió pronunciadamente cruel—. Así no tomará mucho hacer que te arrepientas.
—Bien…
Antes de que la situación terminará de escalar, Nico se acercó a Helel.
—No creo que deberías hacer esto. Dijiste que no tienes nada de tu poder, ¿no? —le susurró
—Incluso en este estado puedo lidiar con un insecto como este
Y con esa respuesta, ella lo besó, dejándolo desencajado. Fue un beso breve, pero tan mágico como los otros. Cuando pudo volver a sus sentidos, se encontró con la mirada celosa de Renaud.
—Retrocede, Inutilnico. Estoy a punto de quitarte a tu noviecita.
Sabedor de que nada de lo dijera haría que la situación cambiara, Nico concentró energía mágica en sus piernas y dio un gigantesco salto, tomando decenas de metros de distancia en ellos en un momento.
—Antes de iniciar, me gustaría saber el nombre de la doncella a la que me enfrento —dijo Renaud.
—Helel Benshahar —Fue la única respuesta de Helel.
Y con eso dicho, despareció. Se movió tan rápido que los ojos de Nico, que estaban acostumbrados a grandes velocidades, la vieron borrosa. Concentrando energía en sus ojos, pudo lograr una mejor distinción: ella alzaba su mano abierta, mas como si fuera a agarrar algo que como si fuera a golpear, y la dirigía en contra de Renaud a una velocidad abrumadora.
Renaud solo sonrió ante eso. Y de repente, se sumergió en el piso y desapareció…
No, eso era una forma incorrecta de decirlo. No desapareció en el piso, se sumergió en su sombra, desapareciendo antes de que Helel pudiera golpearlo. Reapareció posteriormente a espaldas de la propia Helel, quien sin mirar hacia atrás dirigió su mano izquierda en contra de él. Renaud también esquivó ese ataque, esta vez de la manera tradicional al desplazarse con agilidad antes de que Helel lo atacara.
—¡Espectáculo de Sombras! —gritó una vez lejos. Alzó su mano, y la extendió hacia el cielo. Su sombra entonces pareció extenderse hacia arriba y los alrededores, y en un parpadeo cientos de rocas de repente aparecieron en el cielo, cayendo con rapidez en contra de Helel.
Ella ni siquiera parpadeó ante eso. Simplemente levantó su mano, y las rocas se detuvieron en el aire como si chocaran contra una malla invisible.
—¿Es todo lo que tienes?
Renaud sonrió.
—Bebé, ese ni siquiera era el ataque.
A lo lejos, Nico parpadeó y miró a sus alrededores. La realización de repente lo invadió. En campo abierto y en plena mañana, las sombras eran casi nulas; pero con el cielo lleno de piedras, de repente había cientos de sombras pequeñas.
Renaud no dijo nada más ni hizo otra seña. Las sombras simplemente atacaron de inmediato, alzándose como en una especie de caricatura extraña, de forma que Helel se encontró siendo atacada en un perfecto ángulo de 360 por lo que parecían ser cientos de tentáculos hechos de algún material negro.
Con una mano deteniendo las piedras en el cielo, Helel no debería tener la capacidad para responder a ese ataque, a menos que se descuidase con las piedras. No importaba si no salía herida, ser tocada significaría la derrota. Nico pudo entender fácilmente el proceso de pensamiento de Renaud. De hecho, lo compartió.
Helel, sin embargo, no lució ni un poco preocupada.
—Que divertido. Tus trucos son tan adorables como inútiles.
—¡!
—¡!
No hubo un gesto, explosión, o seña física que lo explicara, pero los látigos de sombra se detuvieron a tan solo segundos. Anonadados, tanto Nico como Renaud miraron la escena sin comprender.
—Para usar sombras contra mí… Estoy impresionada, realmente no pensé que existiera alguien tan idiota —Ella miró a Renaud como si fuera un bufón, su pelo ondeando mágicamente al son del viento en el campo—. Toma, ¡te devuelvo todos tus esfuerzos!
Diciendo eso, tanto los látigos de sombras como las rocas fueron lanzados de vuelta en contra de Renaud. Él se hundió en su sombra en respuesta, despareciendo antes de los que ataques hicieran algo y volvió a reaparecer a espaldas de Helel como la vez anterior.
Pero esta vez, Helel fue demasiado rápida y lo agarró del cuello, sus manos oscilando como una serpiente a punto de atrapar a su víctima.
Ya con eso, el Top Game había acabado. En «Batalla a la Ráfaga», el primero en asestarle un golpe directo al otro ganaba: eso quería decir que cualquier cosa que pudiese considerarse un ataque daría la victoria, incluso algo inofensivo, así que algo como la mímica de ahocar garantizaría la victoria.
El problema era que Helel no pareció satisfecha.
—Ya no eres tan rudo, ¿eh? —dijo, apretando su mano alrededor del cuello de Renaud y levantándolo sobre. Era algo incluso visualmente gracioso. Una chica de poco menos de un metro setenta levantaba a un chico de metro ochenta por el cuello contra toda lógica—. Creo que tu débil orgullo sería un buen aperitivo.
Con sentimientos encontrados, Nico se apresuró a actuar. Por mal que le cayese Renaud, no podía permitir que Helel lo tratara así.
Sin embargo, antes de que incluso pudiese hacer algo.
—Es suficiente —se oyó. Y de repente, en un destello Renaud estuvo en el piso agarrándose en el cuello mientras tosía.
Nico cambio su mirada de él hacia Helel, en busca de una explicación. Al encontrarla con su mano agarrada por una mujer de aspecto severo, se encontró poniéndose rígido.
—Directora Atenea…
Parecía que acababa de meterse en un problema.