En lo alto de la azotea, Tinzo se paralizó al contemplar el violento caos que asolaba la villa que había llamado hogar toda su vida. Un vórtice abismal se abrió vorazmente en el cielo: aviones antiguos, trenes del pasado y estructuras caían impactando en las calles. Todo se entrelazaba en una danza descontrolada de caos.
Tras él, un portal celeste exhalaba una brisa urgente y una voz desgarrada gritó:
-¡Hijo, huye! ¡Ve por el portal, ahora mismo! -
Tinzo, aturdido, apenas podía mantenerse en pie, incapaz de comprender la magnitud de la situación. Repentinamente, una grieta gigantesca se abrió en lo alto de la azotea: una bomba masiva descendía lentamente. El tiempo pareció detenerse mientras, instintivamente, corrió hacia el portal y lo atravesó antes de que la catástrofe lo consumiera. Como atravesar un umbral invisible, seguía corriendo hasta que, de repente, colisionó con un hombre con una bata de enfermero. Tropezó y cayó en el polvo del suelo. Al levantar la vista, se encontró frente a un portal en medio de un camino de tierra, por donde emergían personas aterradas y en pánico. A ambos lados del portal, jóvenes movilizaban a la gente, guiándolos por el camino.
El hombre que había tropezado con Tinzo le preguntó con preocupación.
-¿Estás bien? -
Extendió la mano para ayudarlo, pero Tinzo, en el suelo, empezó a entrar en pánico. Se agarraba el rostro y gritaba desgarradoramente.
-¡Mamá! ¡Papá! ¡Abuelo! -
Gritaba, reviviendo en su mente la última vez que los vio, masacrados por el caos. Alzó la mirada y se encontró con un paisaje de cielo celeste y árboles gigantes a su alrededor.
-¿Dónde estoy? -
Gritó, pero de repente, el cansancio lo invadió. Comenzó a ver borroso y, antes de desmayarse, vio al hombre tocándole el hombro.
Al abrir los ojos, se percató de que estaba en una carpa. Abandonó con cuidado la tienda y descubrió que se encontraba en un campamento cercano al portal por el que había escapado, pero este ya no estaba más. Sintió un escalofrío repentino en la espalda y se volteó rápidamente. Un hombre mayor con una camisa a azul a cuadros y pantalone vaquero gris lo observaba con dureza.
-¿Quién eres? -inquirió con seriedad-. No has llegado por ninguna de las brechas de rescate, ni nadie del cuartel te ha traído aquí. Así que dime cómo has venido hasta aquí, y más te vale que no mientas.
El chico, asustado, tartamudeó su nombre.
-Me llamo Tinzo... Yo... Yo crucé el portal... Hubo una explosión y.... mi padre... -no pudo continuar; las lágrimas le empañaron la vista.
-Dime el nombre de tu padre, ya.
-El... Se llama Mike Tensen, mi madre Sara, y mi abuelo Milo Tensen. Y TODOS ELLOS... fueron...
-Tu... abue... El señor Milo... -De repente, el hombre se mareó y empezó a sudar. En un instante, sacó una especie de reloj de mano redondo con una cadena, lo hizo girar y desapareció.
Tinzo se quedó perplejo, tratando de entender lo ocurrido. «¿Qué le habrá pasado a ese hombre? ¿Qué tiene que ver mi abuelo con todo esto? ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?» Mientras miraba a su alrededor con angustia, las preguntas se agolparon en su mente. Estaba confundido y exhausto, no lograba comprender lo que había sucedido ni cómo había llegado a ese enigmático lugar. Anhelaba regresar a su carpa y descansar, pero una voz lo detuvo. Era aquel con el que tropezó, quien lo había adormecido anteriormente. Se acercó con una expresión de disculpa.
-Perdón por lo de antes, joven. Solo seguí las reglas. -dijo mientras Tinzo respiraba hondo y le respondía con calma-. No importa. Solo dime dónde estoy y cómo puedo regresar a mi hogar.
El hombre se tensó y bajó la mirada.
-Estamos en la Tierra Gigato, para resumir, una versión gigantesca del planeta Tierra original. -explicó el hombre de blanco.
Tinzo arqueó una ceja y replicó.
-¿Versión gigantesca de qué? No entiendo nada de lo que me dices. Por favor, dime cómo volver a mi casa.
El hombre suspiró y negó con la cabeza.
-Eso es imposible. -respondió-. De pronto, un estruendo sacudió el suelo. A lo lejos, uno de los árboles gigantes se había caído sin motivo aparente.
Tinzo se quedó perplejo ante el inesperado suceso, mientras el hombre de blanco observaba la caída del árbol con preocupación. La confusión se intensificó, y una sensación de impotencia lo invadió al comprender que regresar a su hogar no sería tan sencillo como esperaba. Y aquel hombre que lo interrogó, venía caminando desde el lugar de impacto. Cuando llegó, se sentó en una banca y lo miró fijamente.
-Mira, jovencito, lamento ser yo el que te dé esta noticia, pero tu realidad está totalmente corrompida, lo lamento mucho... -expresó.
-¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que corrompida? -preguntó Tinzo desconcertado.
-Sí, tú mismo viviste la aparición de las grietas temporales. Ellas aparecen en todos lados y en todos los momentos de la realidad, causando que todo se entrelace y se sobrecargue, creando una corrupción total. -explicó el hombre.
-¡¿Pero por qué?! -dijo Tinzo con enojo.
-Hubo un desfasamiento, había un ser vivo con el 'Tiempo Roto', este mismo originó el colapso temporal y devastó tu realidad. -respondió el hombre mientras Tinzo expresaba su enojo-. ¡Como que UN ser vivo!
-Mira, existen billones de realidades en el multiverso. Yo soy parte de una compañía que se encarga de neutralizar unos seres llamados 'Desfazados'. Estos mismos tienen el tiempo roto, y al quitárselo a los demás, se estabilizan y pueden seguir viviendo. Pero... al robarlo, si no se lo quitan en su totalidad, a este ser se le romperá el tiempo, y por uno solo, toda una realidad puede ser devastada. -concluyó.
-NO, no... me estás diciendo que ellos simplemente... -Tinzo apretó sus puños y con los ojos llenos de lágrimas-. ¡Ya no existen más!
El hombre, con una expresión de angustia y frustración, se aferraba la cara y asintió mientras dejaba caer una lágrima.
SEIS MESES DESPUES...
-Buenos días -saludó Tinzo al entrar en el comedor del refugio-. Lo de siempre, por favor -
Era una mañana lluviosa. Mientras esperaba su desayuno matutino, se acercó a la ventana que daba al patio. Allí estaba otra vez aquel joven de pelo castaño, tratando de golpear un cristal que se agitaba con una máquina a gran velocidad. A pesar de la lluvia, no se rendía. Nunca entendió qué pretendía hacer, pero solo se limitaba a observar. << ¿Qué objetivo pretende lograr aún si le da a ese cristal? ¿Quedarse sin manos?>>
Durante todo ese tiempo, Tinzo se había dedicado a cuidar de los animales de granja. Le daban paz y le ayudaban a superar lo de aquel fatídico día. Además, una vez por semana, asistía a una sesión grupal de supervivientes de las realidades corruptas. Allí podía compartir sus experiencias y aprender de las de los demás. "Es un proceso duro, pero necesario", decía siempre Quenzo, el encargado de las sesiones. Él le había asignado el sector de la ganadería, pero la verdad solo había adultos, y no le interesaba relacionarse con ellos.
-Cada cierto corto lapso de tiempo, llegaban al planeta sobrevivientes de diferentes realidades, pero eran pocos, por cada rescate había como máximo 20 personas. Lo único bueno era que el planeta era una base de refugiados de la compañía "Timmers". Eso me explico Quenzo; se dedican a neutralizar la causa evitando que las realidades se corrompan, pero cuando no pueden anticipar una corrupción, van y rescatan a toda la cantidad de gente posible. Pero aquí estamos, seguros y podemos comenzar a mirar hacia adelante ¡afrontando las pérdidas juntos! -Tinzo miró al chico mientras caminaban; él acababa de llegar del campamento de rescate. Pasaron cinco días desde que fue rescatado, según le dijeron estuvo dos días inconsciente. Fue asignado a Tinzo para que le realizara un recorrido por el refugio.
-Y... Aun no me dijiste tu nombre, no te molestaría decirme, ¿para conocernos mejor? -el chico se frenó, haciendo que se detuviera la caminata, levantó su mirada hacia Tinzo.
-Me llamo Tomas -su mirada era puramente fría, sus ojos grandes y dilatados, con una actitud sin ápice de esperanza. Luego de eso, miró hacia adelante y siguió caminando. El usaba un abrigo blanco que le quedaba grande a diferencia de su cuerpo pequeño.
En el atardecer, Tinzo regresaba después de realizar sus tareas en el granero, pero a la salida del refugio se encontró con Quenzo.
-Hola Tinzo, ¿recién acabaste tus tareas? -preguntó Quenzo con una sonrisa amistosa.
-Sí, parece que después de la lluvia, todos los caballos decidieron revolcarse en el barro. Como hoy me tocaba bañarlos, pues tuve mala suerte -respondió con un gesto cansado, pero una chispa de humor iluminaba sus ojos.
-Ah, entiendo. Te veo exhausto, así que te dejo. Debo ir al campamento, están en plena operación de rescate -
- Espera, hoy... en la mañana llegó Tomas, el chico que me mandaste para que le dé un recorrido -
- Sí, creí que tú eras la mejor opción, ya que tienen la misma edad y tú conoces mejor que nadie este lugar... -
- ¿Sabes... qué le sucedió exactamente? -- Expresó Tinzo con algo de vergüenza. -No quiero meterme en su privacidad, pero se veía muy mal -
- Está bien, te lo contaré... -
El relato se sumergió en los recuerdos de hace cinco días, en el campamento de rescate.
-Cuando llegó, lo traían inconsciente. Estuvo dos días en ese estado crítico; la causa fue la cantidad de agua que tenía en sus pulmones. Supusimos que se había ahogado, ya que lo encontraron mojado en lo alto de un edificio. Al despertar, tuvo un ataque de pánico similar al tuyo el día que me chocaste y caíste, cuando despertó, comenzó a pedir ayuda a gritos. Rápidamente intenté dormirlo, pero al tocarlo sentí su rabia y dolor. De repente, agarró mi mano y me dijo: "- ¡Ayúdame, por favor, ellos no pudieron agarrarse a nada y no les queda mucho oxígeno!"
Luego, llegó el general Leonard y pidió quedarse a solas con él. Un grito desgarrador sonó desde la carpa después de un rato.
"-Tuve que contarle la verdad, lo siento y espero que lo pueda afrontar -" dijo el general al salir de la carpa, reflejando en su voz la pena por la difícil situación del chico. Cuando entré, Tomas estaba enloquecido, supuse que él fue quien lo rescató por eso le contó lo que pasó con aquellas personas. Logré dormirlo y desde que se despertó, no formuló ni una sola palabra, ni siquiera mostraba reacción alguna a nada ni nadie -
Luego de esa charla, Tinzo se dirigió a su cuarto, pero al entrar notó que Tomás estaba durmiendo en la parte de abajo de su cama litera. Con cuidado, subió la escalera intentando no hacer ningún sonido, y se recostó. Era la primera vez que había otra persona en ese gran cuarto, destinado para los más jóvenes del refugio. Le dijeron que había tres más, una chica de diecinueve años, un chico de trece años y aquel joven de pelo castaño que tenía dieciséis, pero ellos hace mucho tiempo no ocupaban esa habitación, ya que estaban en un entrenamiento especial encargado por el señor Leonard.
- Espero... Espero al fin poder tener un amigo. -Dijo Tinzo susurrándose así mismo antes de dormirse.