El silencio se apoderó del salón cuando Quenzo pronunció las palabras que flotaban en la mente de todos.
- ¿Tomas, puedes contarnos qué fue lo que pasó? -el chico, con la mirada clavada en el suelo, parecía ajeno a su entorno, sumido en sus propios pensamientos o recuerdos. La atmósfera se tornó densa, como si el peso de lo no dicho resonara en cada rincón.
-Bueno, está bien, aquí se termina la sesión del día de hoy. ¡Nos vemos la siguiente semana! - Anunció Quenzo al grupo.
Todos se dispersaron de allí, dejando el salón sumido en un silencio profundo. Sin embargo, Tinzo, movido por una inquietud latente, decidió quedarse para abordar un asunto que había estado posponiendo.
-Oh, Tinzo, quería decirte que asignaré a Tomas al sector de ganadería. Quizá pueda expresarse mejor en la naturaleza... espero... - Suspiró Quenzo.
-Sí, es que... pasaron dos semanas desde que nos conocimos, y la única palabra que escuché de él fue cuando le pregunté su nombre.
- ¿No intentaste sacarle algún tema de conversación?
-Es más difícil de lo que parece, se tornó incómodo estar largos ratos de silencio, pero al verlo con esa mirada tan desesperanzada me invade una ansiedad y no puedo ni siquiera formular una palabra. - Tinzo parecía estar asqueado por lo que acaba de decir.
-Está bien, no te presiones demasiado y sigue adelante, tarde o temprano una oportunidad llegará. << Tengo el presentimiento de que Tomas no tiene mucha idea de ganadería, y como él estuvo allí hace cinco meses, todo fluirá hacia una situación en la que Tomas lo necesite>>
Tinzo se dirigió hacia el granero, pero en su trayecto diviso a lo lejos a Tomas, cuya atención estaba fijada en el suelo. Con sigilo, se refugió detrás de un frondoso árbol, dejándose llevar por una irresistible curiosidad. Desde su escondite, descubrió que al otro lado del río se encontraba una pata con sus tiernos polluelos. Sin embargo, algo parecía perturbar la tranquilidad de la escena. La madre emitía sonidos angustiados y agitaba sus alas, indicando una urgencia apuntando del otro lado del rio, parecía que quería atravesarlo, pero la corriente se tragaría sin problemas a algo de su tamaño. La incógnita se instaló en la mente de Tinzo:
<< ¿Qué estaba sucediendo realmente o, mejor dicho, ¿Qué le habrá del otro lado para que actúe de ese modo? >>
De manera repentina, Tomas extrajo algo de un pozo cercano y, con un objeto en sus manos, se dispuso a cruzar el río. A pesar de que el agua le alcanzaba las rodillas y la corriente era desafiante, su determinación era palpable. Tras un esfuerzo constante, logró llegar al otro lado. Una vez allí, se arrodilló frente a la familia de patos y abrió las manos. Tinzo, enfocando su vista con intensidad, trató de descifrar qué llevaba consigo.
<< No puedo ver bien... Espera, eso es... ¡Un polluelo! ¿Hizo todo ese esfuerzo para reunir a la cría con su madre? >>
La pata, que se revelaba como la madre, y los polluelos estallaron en una algarabía de alegría. Mientras tanto, Tomas observaba la conmovedora escena, y sus ojos se iluminaron con un brillo singular. "No puedo creerlo, la mirada de Tomas, al fin... ¡Al fin es diferente!", exclamó emocionado Tinzo, dejando escapar su emoción al hacer agitar el árbol, generando un sutil pero audible ruido. Este sonido atrajo la atención de Tomas, quien giró rápidamente la cabeza hacia el árbol. Afortunadamente, Tinzo logró esconderse a tiempo, escapando de la mirada del chico. Después de aguardar pacientemente que se alejara hacia el granero, emergió de su escondite y se lanzó tras él por el sendero. Había algo en la experiencia que había presenciado que había alterado su percepción respecto a Tomas. Una inefable alegría le embargaba al haber vislumbrado ese destello de humanidad en el chico, y finalmente decidió dejar atrás sus temores para entablar una conversación.
Al llegar a su destino, observó que le estaban dando instrucciones a Tomas. Este se encontraba de espaldas, pero Tinzo, con una determinación renovada, se dispuso a abordarlo verbalmente. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de pronunciar sus palabras, Tomas giró sobre sus talones y sus ojos desesperanzados nuevamente se encontraron con los suyos. La sorpresa y el asombro lo invadieron, dejándolo sin habla. Sus labios se movían en un intento de articular palabras, pero ninguna salía. Tomas, sin prestarle atención, avanzaba hacia él, como si estuviera completamente ajeno a la presencia de Tinzo, quien se encontraba paralizado,
<< N... No puedo creerlo otra... otra vez me está sucediendo. ¡Mi cuerpo no reacciona! >>
Tomas camino, hacia la dirección de él, ignorándolo totalmente teniendo unos de los más fríos cruces de su vida.
Los días transcurrieron en la estela de aquel encuentro desconcertante. Tinzo se hallaba en el granero, inmerso en la recolección de huevos de gallina, mientras en su mente resonaba la inquietud generada por su encuentro previo con Tomas. << Él estaba radiante después de ayudar a esos patos, ¿cómo es posible que... después de eso tenga esa mirada tan fría otra vez?>>. El joven no conseguía comprender el repentino cambio que lo desconcertó, esa intensa incomoda sensación que recorrió su cuerpo en ese momento.
Ambos se encontraban solos en el granero, ya que los demás habían pospuesto sus labores para el día siguiente debido al inminente mal clima. Mientras tanto, Tomas se ocupaba de cepillar a los caballos. La atmósfera tranquila fue repentinamente interrumpida cuando uno de los equinos enloqueció, derribando la valla con furia y lanzándose a saltos descontrolados. Tomas, confundido ante la situación, quedó atrapado contra la puerta cerrada del establo, sin posibilidad de escape. El caballo galopaba desbocado en su dirección, amenazando con poner fin a su vida en ese preciso instante. Milagrosamente, la puerta se abrió de golpe, y Tinzo, con decisión, lo jaló hacia atrás justo a tiempo. Su figura se interpuso entre Tomas y la embestida del caballo, formando una barrera humana que absorbió el impacto de las violentas pisadas, hasta que el animal salió corriendo por el campo.
A pesar del acto valiente, Tinzo no salió ileso. Tomas, visiblemente preocupado, se aproximó rápidamente y exclamó:
- ¿Qué te pasa? ¿¡Estás loco!? ¿¡Por qué te pusiste enfrente?! ¡Quedaste malherido!
A pesar del dolor y la sangre que brotaba de su boca, Tinzo respondió entre risas:
- Creo que... creo que el caballo solo tenía una espina clavada en su pie.
Luego de pronunciar esas palabras, se desplomó inconsciente en el suelo, justo cuando las primeras gotas de lluvia anunciaban la proximidad de una tormenta. Tomas lo observó con la espalda marcada por las huellas del animal, notando una espina incrustada en su cuerpo, seguramente la que provocó el enloquecimiento del caballo y que, al pisarlo, dejó en él.
Tinzo recobro el conocimiento, y se percató de la impaciencia y nerviosismo que se reflejaban en los rostros de Quenzo y Tomas. Con un tono jocoso, consciente de las expectativas que pesaban sobre él, preguntó:
- ¿Qué... qué está pasando?
La mirada de Tomas y Quenzo se iluminó instantáneamente, desbordando en una alegría palpable.
- ¡Despertaste al fin, Tinzo! Debo... debo informarle ya mismo a Leonard. - Quenzo tomó su comunicador y salió apresuradamente por la puerta.
Sin embargo, la expresión radiante de Tomas se desvaneció de repente, y Tinzo captó al instante el cambio en el ambiente.
- ¡Oye tú! ¿Por qué... por qué fuiste capaz de arriesgar tu vida de tal manera? -inquirió Tomas con un matiz de seriedad y desconcierto.
La respuesta de Tinzo fue una afirmación tranquila y sincera:
-Solo oí que estabas en peligro y, al llegar, no pensé en lo que hacía, solo pensaba en ayudar -
Tomas apretó sus puños con fuerza, unas lágrimas escaparon de sus ojos, revelando una mezcla de emociones.
- Es que... ¿¡por qué salvarme justamente a mí!?
Con una sonrisa feliz, Tinzo respondió:
-Fue porque vi una oportunidad... Y la tomé.
Mientras tanto, Quenzo permanecía detrás de la puerta, siendo testigo silencioso de toda la conversación, su rostro iluminado por una sonrisa de alivio. Y desde aquel momento, comenzó la amistad de ambos jóvenes. Los días eran más alegres, Tinzo al fin tenía alguien más con quién charlar y su sueño de tener un amigo luego de tanta tragedia se comenzó a cumplir. Pero no todo era color de rosas, siempre en las sesiones semanales, el aún no hablaba, aunque con Tinzo charlaban largos ratos sin problemas y esto comenzaba a generar una gran duda en él.
Una noche, al cerrar las puertas del granero, Tinzo presenció a lo lejos la llegada espectacular de una figura que se precipitaba desde un barranco montañoso, aterrizando con un estruendoso impacto cerca de él. La onda expansiva de tierra lo hizo tambalear y, una vez que la polvareda se disipó, se encontró frente a una chica de estatura imponente, cabello negro con reflejos rosados y una mirada penetrante que lo fijaba con determinación.
- Tú, ¿eres Tinzo, ¿verdad? ¿El que fue pisoteado por un caballo con una espina? -inquirió la chica, combinando seriedad con curiosidad en su tono.
- ¡Sí, soy yo! Pero... ¿¿qué le pasó a ese tipo?? -respondió Tinzo, desviando inocentemente la primera pregunta y llevando la conversación hacia otro rumbo.
La chica, con un aire sarcástico y prepotente, reveló: - Ah, sí, este tipo... Digamos que es mi presa y me debo encargar de él. - Sin embargo, en ese preciso instante, el hombre escapó arrojando tierra a los ojos de la chica e intentando huir.
- Ay, idiota, ¡mi traje! ¿Tienes alguna idea de lo costoso que es mandarlo a limpiar? -se quejó ella. Apuntó con un arma de diseño futurista y peculiar, y al disparar, una bala del tamaño de una pelota de ping pong salió disparada a gran velocidad hacia el fugitivo, impulsándolo ferozmente hacia adelante y dejando solo una estela de polvo.
- ¿Cómo...? ¿Tú? -Tinzo quedó totalmente perplejo.
-Bueno, este trabajo no acaba aquí, así que me iré -dijo la chica, apuntando su arma en dirección contraria al lugar donde había salido disparado el hombre. - ¡Nos vemos pronto, Chaitoo! -jaloneó el gatillo y salió impulsada hacia su presa. Tinzo, impactado por lo que acababa de presenciar, corrió rápidamente hacia la base del refugio, entró a su habitación y cerró la puerta con rapidez.
- Tinzo, ¿qué pasa? -preguntó Tomás, confundido.
- Eh, nada, solo tengo mucho sueño y estoy muy cansado -respondió él, visiblemente alterado. Se acostó sumergido en sus pensamientos sobre el ¿por qué? y ¿cómo? de la situación.
Después de un rato, justo antes de quedarse dormido, una voz lo interrumpió.
-Oye, Tinzo, quiero agradecerte por haberme salvado la vida en ese momento. Antes no me importaba lo que pasaba conmigo, pero al sentir ese tipo de miedo otra vez, me paralicé. ¡Pero tú apareciste para cambiar mi manera de ver las cosas!
-Solo me alegra que estés bien y que ahora seamos amigos. Hacía ya tiempo que no sentía este sentimiento.
-Está bien, me voy a descansar porque mañana nos espera nuevamente un largo día. Ambos conciliaron el sueño tras la agradable charla, sumidos en la paz de la noche.
Al despertar al día siguiente, Tinzo fue convocado por Leonard en el campamento de rescate, donde una atmósfera cargada de seriedad se apoderaba del ambiente. Dentro de una carpa espaciosa que fungía como centro de operaciones, la tenue luz iluminaba una mesa en la que el general Leonard colocó con brusquedad unos archivos. Fotografías y datos se desplegaron ante Tinzo como fragmentos de un rompecabezas macabro.
-Tinzo, en los días previos o el día del accidente en tu realidad, ¿viste a este sujeto? -preguntó Leonard, señalando una imagen de un hombre alto, con cabello negro y corto, ataviado con una chaqueta negra sobre una remera roja y pantalón rojo de cuero, complementado con lentes de sol.
-No, señor. Nunca vi o me crucé con esta persona -respondió Tinzo con determinación.
Leonard suspiró, como si la carga de la revelación fuera demasiado pesada, y declaró - Quiero que sepas, aquí y ahora, que este mismo individuo que ves aquí fue... el causante de la corrupción de tu realidad.
En ese instante, la mirada de Tinzo se encendió; literalmente estaba viendo con sus propios ojos al responsable de la tragedia que marcó su vida.
-Ya... ¿ya lo capturaron, señor? -
-No, esto es lo máximo que encontramos sobre él. Pero en este instante, quiero ofrecerte una oportunidad única... -
Una intensidad en la mirada y un espíritu lleno de ira se reflejaron en Tinzo, quien escuchó atentamente las palabras de Leonard.
- ¡La oportunidad de convertirte en un miembro de nuestra compañía con mi entrenamiento y cazar al responsable del colapso de tu realidad! -
EN UN RINCON DEL VASTO MULTIVERSO
-Tú... ¡No entiendes lo que acaba de pasar! ¡Tu destello de estupidez, que seguramente lo sintieron todos en el multiverso, casi nos delata! -Vociferó con furia.
-Usted me dijo que debía torturarlo, y... ¿qué mejor que dejarlo encadenado en una realidad colapsando? -su mirada se volvió intensamente macabra. << Sí... lo dejé atado en medio de un centro comercial, para que vea toda la desesperación y cómo todo moría siendo consumido en la destrucción >>
-No, hubo algo más. Tu esencia se volvió hostil completamente, era intensa, pero... ¿qué pudo causarte tanta ira en ese mundo de seres normales? -dijo con un tono burlón.
El hombre miró hacia el suelo con ira tras escuchar el tono en el que lo dijo. << Nunca le diré que..., una... ¡una simple mortal sin esencia temporal pudo hacerme caer de un barranco! >>
El jefe observó a su subordinado con detenimiento. << Otra vez está irradiando esa aura hostil... Creo que le pasó algo muy vergonzoso que puso en ridículo su estúpido egoísmo >>