—Azy, mi hijo —susurró suavemente mientras su mano acariciaba dulcemente su rostro—. ¿Qué está mal? ¿Por qué quieres irte?
Azy no respondió, su mirada seguía fija en algún punto invisible en la distancia. Continuó luchando ferozmente contra Alexander y Zeres, su cuerpo retorciéndose en su agarre mientras se esforzaba por liberarse. Sus luchas eran muy diferentes a lo que se espera de un niño de su edad. Eran bruscos y enérgicos, poderosos e impredecibles. Alex y Zeres tuvieron que dar su máxima concentración y atención en lo que estaban haciendo, ya que definitivamente perderían su agarre sobre él si no lo hacían.
El corazón de Alicia se hundió al ver a su hijo luchar continuamente. Sabía que no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Su poder estaba más allá de su control, y era evidente para ella que él estaba decidido a irse, sin importar cuál fuera el costo.