—¡No! —finalmente estalló, deteniendo a Subastian para que continuara. Sacudiendo su cabeza frenéticamente—. ¡Eso no es! Los vampiros o tú no tienen nada que ver con esto... no eres tú... no son los vampiros... —sus labios empezaron a temblar y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos—. No tengo miedo... por ti... o por los vampiros.
—Sebastián la atrajo a sus brazos y la sostuvo—. No podía soportar verla llorar más. No podía soportar el sonido de su voz temblorosa mientras intentaba evitar derrumbarse.
—Lo siento... no llores... —susurró mientras la sostenía firmemente en su abrazo—. Intentó mantener la compostura a pesar de que en ese momento todo lo que quería era salir corriendo y encontrar a quienquiera que fuera que la había asustado tan mal, desollarlo vivo y torturarlo hasta que suplicaran por la muerte. Aún así, no los perdonaría por torturar a su Izabelle.