Talia estaba en el séptimo cielo.
Caminar entre la multitud bulliciosa y los puestos con Damon a su lado le traía de vuelta felices recuerdos del Festival del Solsticio de Verano, pero esto era mejor. Esta vez, Damon no le sostenía la mano. Su brazo estaba sobre su hombro, manteniéndola cerca de él, y su brazo rodeaba su cintura. Todos podían ver claramente que eran una pareja.
Talia ya no era la chica invisible. Muchas personas la saludaban con grandes sonrisas y pequeñas reverencias, y los vendedores les ofrecían muestras gratis.
Damon se detuvo en un puesto de comida con brochetas de carne asada. Talia miraba soñadoramente al Alfa, que se aseguraba de que consiguieran dos brochetas para cada sabor de salsa disponible.
Las manos de Damon estaban llenas cuando se volvió a mirarla interrogante. —¿Quieres comer aquí o deberíamos buscar un lugar para sentarnos?
—¡Hay mesas por aquel camino, Alfa! —gritó un vendedor sobre el clamor de la feria mientras señalaba a su derecha.