El corazón de Darcy latía rápido mientras esperaba que el Fantasma continuara. Estaba nerviosa por lo que diría. Asustada.
—Espero no haberte asustado, anoche —habló.
Ella respiró, relajándose un poco.
—No.
—¿Espero que tampoco te haya molestado?
¿El esperaba?
—No lo hizo —dijo ella—. Sintiéndose confundida.
De repente estaba tímida, lo que no era propio de ella. Quizás al ponerse el vestido se convirtió en una dama o quizás era solo él.
—He querido besarte —confesó, su voz llegándole como un susurro de tentación—. Por mucho tiempo.
¿Beso?
Recordó sus labios en su cuello, el calor de ellos, y la forma en que la hizo sentir. Había imaginado muchas cosas sobre él, se había preguntado muchas cosas pero nunca pensó en nada físico. Nunca en su imaginación pensó que un toque o un beso se sentiría bien. No a ella de todos modos. Hasta anoche.
—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó.
—No quería asustarte.
¿Por lo que ella había pasado?
—No me asustas. Tú me salvaste —recordó.