Desde mi infancia, odiaba a todos, a cada persona que había conocido y a aquellos que nunca había conocido. No tenía ninguna motivación.
No fue así todo el tiempo. Una vez tuve motivación, un lema. Hubo un tiempo en que quise ganarme el amor y afecto de mi padre. Deseaba que él me cuidara más y pensara que yo también era digno de muchas cosas.
Pero eso nunca sucedió. Él siempre mencionaba a una chica que, al parecer, era mi hermana gemela. Seguía haciendo planes que la involucraban a ella, pero no a mí.
Pensé que estaba decepcionado de mí porque no estaba siendo un buen hijo. No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que no era porque no lo estaba haciendo bien, sino porque no nací de la manera que él hubiera querido.
Ya había alguien que era mucho mejor que yo.