—No lo entiendo —murmuró, de pie delante del espejo.
—¿Qué? —pregunté mientras buscaba un camisón en el armario.
—Hay una gran marca en mi cuello... Parece que alguien besó aquí. Es como un chupetón. Pero si él lo hubiera hecho, lo habría sabido. No recuerdo haber sentido algo así —dijo, tocando la marca roja en su cuello.
—Él no hizo eso —dije.
—... ¿Tú lo hiciste?
—Sí —dije—. Él hizo una marca, pero era muy pequeña. Aun así, no podía soportar esa marca. Otro hombre la hizo. Por eso hice una más grande para ocultar esa repugnante marca.
...
—Aquí está tu camisón. Cámbiate y duerme —le dije, entregándole un ligero camisón negro.
—Estás loco. Debe haber sido una marca muy pequeña —murmuró mientras se ponía su camisón y se subía a la cama.
—¿Te molesta que te haga una marca?
—No, no es eso. Me haces marcas todos los días... Simplemente no lo esperaba esta vez...