Eran las nueve de la mañana, y el cielo insistía en permanecer engalanado con el color del plomo, lo que le iba bien a Led, pues, los días grises eran sus favoritos, y aún más cuando debía recorrer extensas distancias a pie. El dolor en su tobillo se había apaciguado, lo que le permitía caminar sin el peculiar cojeo de anoche.
Cuando llegó a la esquina de Wall Street con la Western Avenue, Olivia Landcastle lo recibió con un fuerte abrazo, aliviada de ver a su amigo sano y salvo; había trenzado su cabello azabache en dos flameantes coletas, lo que le otorgaba un aspecto dulce e inofensivo. Por otro lado, Axel Fisher le dio un apretón de mano antes del respectivo abrazo; llevaba la gorra al revés y las iniciales de su nombre se hacían notar con un color chillón en la tela del suéter verde que vestía.
El interior del Bang Bang Café contaba con un diseño sencillo pero elegante, a Led le fascinaba que la red de ductos del aire acondicionado fuera visible y formara parte de la composición. Un diseño industrial, le había explicado Axel durante su primera visita.
Olivia apartó una mesa junto a la ventana, mientras que los chicos se acercaban al mostrador para realizar el pedido. Los empleados eran rápidos y meticulosos, y en cuestión de segundos los tres se hallaban calentando el estómago con el humeante café en compañía de algunos bagels, los cuales eran envidiados por Olivia debido a que los suyos no quedaban tan esponjosos.
—Creo que ya es hora de que nos cuentes lo que sucedió anoche, Led —dijo Axel, dándole un sorbo a su bebida. Aquel muchacho adoraba el café con locura, y, como estudiante de arquitectura, era una de sus herramientas de trabajo para mantenerse despierto durante las noches—. Estábamos preocupados… y cuando tu madre nos dijo que estuviste en emergencias… —Dejó la frase en el aire. Axel detestaba decir en voz alta lo peor que podía imaginarse.
—Era medianoche cuando nos avisó, ¿cierto? —preguntó Olivia, y Axel se lo confirmo con un leve asentimiento.
—Vi las llamadas —La vergüenza dominaba el rostro de Led—. Estaba tan agotado que ni escuché el teléfono. Discúlpenme por haberlos preocupado.
Olivia sujetó su mano y le hizo saber que no tenía que disculparse por nada. Fue una gran situación que se escapaba de las manos de todos.
Led le dio el último sorbo a su bebida y Axel ordenó una segunda ronda de cafeína. Olivia pidió otra ración de bagels y se apresuró en decir que ella la invitaba, pues, sabía que Axel no andaba muy bien en el aspecto económico a causa de los gastos de su carrera universitaria y el tratamiento para el cáncer de su madre.
En cuanto los manjares abordaron la mesa, Led decidió relatar los sucesos de aquella noche con lujo de detalle; inició por el anuncio de la señorita Weine y la exposición de arte que tendría lugar el próximo sábado en el Seattle Center, y terminó con su estadía en emergencias junto a un oficial con cara de pocos amigos. Y, como había hecho en el hospital, omitió la aparición de Rakso y todo lo que tuviera que ver con él.
Olivia y Axel habían guardado silencio durante el relato, y ese silencio se prolongó una vez terminada la narración. Ambos oyentes estaban sin palabras; no podían creer el horror que había atravesado su amigo, mientras ellos atendían sus asuntos.
—Lo importante es que saliste con vida, amigo —Axel había recuperado el habla. Le dio un sorbo al café y volvió a fijar sus ojos castaños en Led—. Eres un imán de peligros.
El grupo soltó una carcajada, ya que el comentario estaba cargado de mucha veracidad. A Led le encantaba esa dinámica que manejaban; sin importar la gravedad del asunto, siempre conseguían hacer un chiste de ello.
La conversación se extendió a través de muchos temas: la cocina de Olivia, el proyecto académico que desarrollaba Axel y la salud de su madre, y la exposición de arte en la que participaría Led, la cual los mantenía fascinados. Axel se había ofrecido a organizarle el stand para sus pinturas, mientras que Olivia se encargaría de los entremeses a servir.
—Tendrás la mejor presentación y patearás el trasero de Candace —afirmó el muchacho con absoluta decisión, lo que animó a Led.
—Tus trabajos son muy buenos, Led —reconoció Olivia, tomando el ultimo bagel del platito—. La victoria es tuya…
—Estoy de acuerdo con tu amiga —concordó alguien a las espaldas de Led, quien se estremeció al reconocer la voz—. Tus pinturas son muy buenas. Logran transmitir los sentimientos de manera ordenada y la calidad de los detalles es impresionante.
Led se hundía en su asiento, como si eso lo pudiera ocultar de las miradas. Despacio, llevó los ojos hacia arriba y contempló a un alborozado Rakso. Sus amigos lo observaban con fascinación
—Y… ¿Quién es éste? —inquirió Olivia con una sonrisa que rozaba entre la curiosidad, la picardía y la incomodidad—. ¿Led? —insistió ella su lado—. ¿Algo que quieras contar?
El muchacho balbuceó. Los engranes de su mente se habían atascado, lo que le imposibilitada articular palabra alguna. Nunca pensó que Rakso fuera capaz de presentarse de esa manera, y ahí estaba él, disfrutando la incomodidad que le generaba. Led se sentía estúpido por no haberse imaginado aquella jugarreta.
—Soy Rakso Lawton —saludó el demonio. Sus rasgos infernales reposaban ocultos: ojos cafés, una cabeza sin cuernos llameantes, incluso se había rebajado el cabello y lucía como un empresario gracias a la gabardina oscura que vestía; era un humano—. Conocí a Led anoche, en el hospital. Fui su enfermero —agregó antes de que preguntaran.
—¿Y viste sus pinturas esa misma noche? —indagó Axel, con una ceja izada a modo de intriga.
—Su madre me invitó a casa —dijo con un encogimiento de hombros y llamando a uno de los empleados para que le sirvieran un café—. Sin azúcar —ordenó con voz gruesa.
Los ojos de Axel y Olivia habían aterrizado en Led, quien no paraba de hundirse en el asiento, maldiciendo por lo bajo y fulminando a Rakso con la mirada. Por otro lado, el demonio parecía disfrutar de la escena, cosa que comprobó el muchacho al ver que éste le guiñaba un ojo.
—No me digas —Olivia sonreía fascinada, aunque se sentía un poco indignada porque su amigo no le contara sobre aquel atractivo y misterioso hombre—. ¿Por qué no te sientas y nos hablas más de ti?
—Rakso —repitió Axel, en cuanto el demonio tomó asiento junto a él —. ¿Por qué a mis padres no se les ocurrió ponerme un nombre así de imponente? —le preguntó a nadie en específico.
—Tú debes ser Olivia —Le sonrió a la muchacha de ojos avellana con picardía. Le tendió la mano y luego se dirigió a Axel—. Y tú Axel. Led me habló mucho de ustedes.
—¿Ah sí? ¿Y qué te dijo? —le alentaba Olivia, posando los codos sobre la mesa cuando una atractiva camarera entregaba el pedido de Rakso.
—De ti, que eras encantadora y algo picante, que te preparas para ser chef y me aseguró que tu comida es la mejor —Olivia agitó las manos en una expresión de ‹‹basta, me avergüenzas, pero continúa››—. Y de Axel —prosiguió, volviéndose hacia el referido, quien aguardaba expectante—, que estudia arquitectura y hasta ahora es el mejor de la clase. Leí sobre ti en una revista por haber ganado un concurso de arquitectura. Mis felicidades —añadió, palmeando la espalda del joven; su ego comenzaba a inflarse.
Por una parte, Led estaba angustiado, pues, no paraba de preguntarse como rayos sabía todo aquello; y por otra, se sentía aliviado de que Rakso no dijera algo que molestara a sus amigos. Led lo observaba en silencio, lo percibía disfrutar el momento, y fue cuando se dio cuenta: Esa era su tortura, el no saber lo que haría el demonio.
‹‹Bien jugado››, pensó con amargura. El demonio lo incitaba a estallar en colera, pero no caería en su plan.
—Entonces, ¿fuiste a su casa y entraste a su alcoba para ver las pinturas? —continuó Axel con su investigación.
—Led insistió —mintió, clavando los ojos en el muchacho—. Le pedí una cita, pero él se puso rojo como un tomate y no dijo nada más. Lo tomé como un no.
Olivia escupió el café ante la sorpresa. Se disculpó y le pidió a Led que la acompañara al baño.
—Pero no tengo ganas —protestó como si fuera un niño pequeño.
—Necesito tu ayuda —insistió, empujándolo fuera del asiento. Se volvió hacia los otros chicos—. Es un asunto de mujer que requiere la ayuda de un artista.
Y sin más que decir, arrastró a su amigo hasta el núcleo de sanitarios que se escondía al otro lado del local, fuera de la vista de Rakso y Axel.
—¿Ella está bien? —preguntó el demonio con una fingida preocupación. Por dentro estallaba en risas, hacía mucho tiempo que no torturaba a los mortales, y con Led era tan fácil.
—Sí, es sólo que Olivia puede ser un poco rara a veces. Pero así la queremos.
La puerta del baño se abrió con estrépito, con Olivia y Led entrando a grandes zancadas. Una joven los vio con cierto recelo desde el espejo, mientras terminaba de retocar su maquillaje, pero esa mirada cambió cuando fijó sus ojos en el muchacho de ojos azules.
Led se ruborizó al percatarse de que la chica le coqueteaba con un guiño. Olivia volteó los ojos.
—Es gay, querida, así que deja de hacerle ojitos —le informó, acercándose a la entrometida y corriéndola de la estancia con amables empujones—. Gracias, adiós, suerte en el amor —Y cerró la puerta.
—Eso fue grosero —señaló el muchacho, aun ruborizado de vergüenza—. Y ¿por qué armas todo este espectáculo?
—¿Por qué no nos hablaste de ese chico? —dijo, entre indignada y feliz. Agitaba su mano para fingir que disipaba un calor inexistente—. Dios, es sexy y todo un hombre. Estoy segura de que es mucho mayor que tú.
—Es de mala educación contestar una pregunta con otra —objetó Led con los brazos cruzados. Aquella conversación lo amenazaba con una migraña—. Y no es sexy. Es grosero, bastante pedante…
—Y de seguro muy bueno en la cama —lo interrumpió con picardía.
—¡Olivia! —le soltó con las mejillas encendidas.
—Sí te parece guapo. Tus mejillas lo confirman —El muchacho se vio en el espejo y apartó la mirada, no quería seguir hablando del tema—. Al menos es natural. Ya sabes lo que dicen: el rubor es para las prostitutas.
Led la fulminó con la mirada, tanto por lo entrometida que podía llegar a ser, como por hacerle reír en un momento así.
—Vamos, Led, no te pongas así —insistió ella, recostándose del mesón que sostenía una fila de lavabos—. Ya sabes que me emociono mucho cuando un muchacho se interesa por ti. Parece una buena persona y, sé que es duro, pero date la oportunidad…
—Rakso no es quien dice ser —dijo finalmente. Su mirada se había ensombrecido y las alarmas de Olivia se encendieron—. Está mintiendo. No lo conocí en el hospital, ni siquiera le he hablado sobre ustedes. Sólo me está acosando.
—Led… —Olivia guardó silencio, su mente maquinaba para dar con la pregunta que deseaba hacer—. ¿Cómo se conocieron?
Los labios de Led se volvieron una fina línea. En silencio, avanzó hasta uno de los lavabos y roció su rostro con un poco del agua helada que surtía el grifo.
—Led Starcrash, demando una respuesta —instó Olivia con mayor severidad—. Quiero saber sí debo preocuparme por ese desconocido, cosa que ya estoy haciendo, porque los acosadores nunca traen nada bueno.
La presión invadía a Led. No podía mentirle a su amiga, al menos, no así, porque se daría cuenta y sería peor… Si tan sólo dispusiera de algunas horas para inventarse una mejor historia.
Soltó un suspiro, resignado. No le quedaba de otra que contarle la verdad.
—Rakso… Rakso es… Rakso es un demonio —confesó con voz trémula, tras secar su cara con una toallita de papel y recostarse contra la pared—, y desea hacer un pacto conmigo…
Sin inmutarse, Led procedió a contarle el resto de la historia, la cual hizo palidecer a la joven a medida que las palabras fluían y se tornaban cada vez más oscuras.
Olivia parecía haber recibido una cubeta de agua en la cara, no daba crédito a lo que escuchaba. De pronto, el aire comenzó a faltarle y su desespero por oxigeno iba en aumento. Led intentó ayudarla, pero ella lo apartó con la mano en alto mientras hurgaba en su cartera hasta dar con el inhalador. Aspiró y, en silencio, se recostó de la pared para descender con delicadeza hasta llegar al piso. A veces, Led olvidaba que su amiga era asmática.
—¿Mejor? —quiso saber él, tomando asiento junto a su amiga. Su mano permanecía entrelazada a la de ella con mucha fuerza.
Olivia asintió con los ojos cerrados.
—Necesito un trago —soltó después de una larga serie de respiraciones. Su mente era un desastre y se veía incapaz de coordinar sus palabras—. ¿Cómo que un demonio? Estás bromeando —rio, negando con la cabeza y guardando el inhalador en la cartera—. Te golpeaste muy fuerte en la cabeza…
—Hablo enserio, Olivia —insistió Led con mirada dócil.
Ella volvió a sacudir la cabeza. Se negaba a creer que aquel recién llegado fuera un demonio, en realidad, se negaba a creer que aquellas criaturas de maldad pura fueran reales. Era una locura, una gran locura.
—Supongamos que Rakso es un demonio —dijo ella—. ¿Por qué rayos no se busca a otro para que sea su radar?
—No lo sé —Led se encogió de hombros y decidió trazar círculos invisibles en las brillantes baldosas que revestían el piso—. Supongo que no conoce a nadie más y soy el único que está cerca.
—¿Has intentado escapar? —Olivia lo miraba con preocupación, ni siquiera sabía que preguntar para seguirle el juego. Las lágrimas se deslizaban por sus pómulos.
—No puedo —Los ojos de Led comenzaban a llenarse de lágrimas—. Está pegado a mi como una sombra. Y estoy seguro de que, si intento huir, irá por ustedes… No puedo permitir que les haga daño…
De pronto, se vieron el uno al otro, lívidos como una hoja de papel y con ojos tan grandes como un par de huevos fritos.
—Axel —susurraron al unísono.
A toda velocidad, abandonaron el baño y una pizca de calma los abordó en cuanto vieron a su amigo mantener una conversación tranquila con el misterioso acosador. Parecían pasarla bien.
—Parece que se hicieron amigos —advirtió Olivia, limpiando sus lágrimas con un pañuelo de seda.
Led permanecía preocupado, a pesar de que sus ánimos se aplastaban contra el piso. Una depresión sin sentido lo abordaba, es decir, la sentía en su alma y en sus lágrimas, pero no había razón para sentirse así. Miedo, sí; alegría, un poco; pero ¿tristeza?
—Mierda, ¿qué es lo que me pasa? —soltó Olivia. Sus lágrimas estaban fuera de control—. Disculpa que me ponga así, Led. Dame un momento —dijo, dándole la espalda. Al igual que él, detestaba que la vieran llorar.
Sin molestarse en disimular, el muchacho deslizó la mirada por cada una de las personas que llenaban la cafetería para llevarse la sorpresa de que todos presentaban los mismos síntomas. Algunos reparaban en sus lágrimas, mientras que otros las ignoraban por completo. Una mala sensación comenzó roer el pecho de Led, como si algo malo estuviera por suceder.
Junto a la enorme ventana que daba a la Western Avenue, miró a Rakso mantener una conversación con su amigo, y luego recordó la rabia que lo había invadido la noche que lo conoció, una rabia que no le pertenecía y se apoderaba del control de todas sus emociones.
—Ira, soberbia, gula, lujuria —comenzó a enumerar en voz baja.
—¿Qué haces? —apremió Olivia con curiosidad. Se había resignado, no importaba cuantas veces se limpiará, las lágrimas seguían floreciendo.
—Envidia… —siguió Led, rebanado sus sesos para dar con los nombres que faltaban—. Faltan dos pecados, pero no logro recordarlos.
—Avaricia y pereza —completó Olivia—. Bueno, en algunos textos suelen llamarle tristeza o acidia. Dicen que es un término más correcto. ¿Por qué?
Una explosión surgió de la Western Avenue. Las llamas se alzaban como una enorme columna y el rugido hizo estallar las paredes de los negocios cercanos; el Bang Bang Café no fue la excepción.
Alaridos de horror y dolor, de piedras cayendo sobre personas y autos, de cristales quebrándose y de las sirenas de las unidades de emergencia rebotando por cada rincón del área de desastre. Entre la cortina de humo y cenizas, podía vislumbrarse cientos de siluetas correr de un lado a otro; algunas yacían entre los escombros, inertes, otras se retorcían por el dolor que les agobiaba.
—¡Olivia! —aulló Led, apartando un pedazo de puerta que había caído sobre él—. ¡Olivia! ¡Axel! —volvió a llamar.
Escuchó un débil sollozo.
Led se volvió y corrió hasta la barra del mostrador, donde yacía Olivia tirada en el suelo y cubierta de polvo, algunas bandejas de comida y trozos de vidrios.
Con cuidado, el muchacho la levantó y retiró los trocitos de cristal que sobresalían de su cabello. Olivia lloraba y respiraba con dificultad. Por fortuna, aun llevaba el bolso consigo, así que Led busco entre sus cosas y le tendió el inhalador.
—Salgamos de aquí —dijo él, guiando a su amiga de regreso al sanitario, el cual permanecía intacto gracias a que se localizaba fuera del rango de la explosión.
Sin decir nada, examinó el rostro y las extremidades de la muchacha en busca de algún daño, pero sólo presentaba pequeñas cortadas y moretones, nada grave gracias a que estaban lejos de la explosión. Por otro lado, Axel…
—Olivia… Olivia, Olivia, necesito que permanezcas aquí —La voz de Led tiritaba por el miedo que la situación le impregnaba. Olivia asentía, pero también intentaba reprocharle a su amigo, pues, sabía lo que pretendía hacer—. Quédate aquí —le repitió—. Volveré pronto. Debo buscar a Axel.
Olivia intentó decirle algo, pero el dolor que presionaba su cabeza, junto con las náuseas y el shock, le impedía articular palabra alguna.
Led atravesó la puerta y, sin vacilar, gritó el nombre de su amigo. Agitando las manos para disipar la cortina de humo, se abrió paso entre los escombros y los cadáveres que invadían el lugar.
—¡Axel! —volvió a llamar, haciéndose escuchar entre los alaridos de la multitud. A donde quiera que mirara, la destrucción lo consumía todo; era como un campo de batalla.
El humo comenzó a esfumarse, y a pocos metros divisó abrirse un enorme capullo. Rakso llevaba entre sus brazos a un inconsciente Axel.
—Toma a tu amigo y llévatelo de aquí ahora —le ordenó el demonio en cuanto Led los alcanzó.
El joven ignoró sus palabras, su atención estaba fija en Axel, quien parecía no haber recibido ningún daño debido a la protección del demonio.
—¿Acaso no escuchas, mestizo? —Rakso tomó a Led por el cuello de su franela y lo obligó a que lo mirara. Su apariencia humana se había desvanecido por completo—. Sal de aquí y llévate a tu amigo.
En medio del caos, pudo apreciarse una molesta risa burlona en compañía del repiqueteo de unas botas.
Led y Rakso se volvieron, y entre la sucia niebla pudieron distinguir a un par de figuras avanzar en su dirección desde los restos de la Western Avenue.
Led tragó en seco. Sabía que aquellos dos eran los causantes de la explosión, y, más importante aún, que no eran humanos.
Rakso, sin dejar de contemplar la escena, dejó caer a Led en el piso.
—Es todo tuyo —dijo la figura de menor tamaño antes de evaporarse.
El demonio restante era tan alto como Rakso, pero mucho más delgado. Sus ojos ambarinos refulgían entre el humo, al igual que su cabello plateado.
Las alas de Rakso se agitaron para espantar la sucia niebla de destrucción que entorpecía la visión. Parpadeó un par de veces, y cuando la imagen se enfocó, tomó una posición tanto defensiva como ofensiva.
—Anro.
El recién llegado alzó la comisura de sus labios, sin detener el giro de una esfera de acero que iba unida a una gruesa cadena entre sus manos; las púas que la cubrían le otorgaban un aspecto letal.
—Bienvenido de vuelta, hermano.