—Estoy bien, mamá, todos lo estamos —repitió Led por enésima vez con el celular pegado a la oreja. Caminaba en círculos a un extremo del enorme salón que se abría en la casa de los Landcastle—. Ya nos habíamos ido cuando ocurrió la explosión. Sí, estamos en casa de Olivia viendo las noticias.
La conversación entre Led y su madre se extendía, lo que comenzaba a cansarlo debido a lo repetitiva que se había tornado. Al otro lado de la estancia, Axel y Olivia permanecían atentos a la brillante pantalla de televisión, donde un hombre de nariz ganchuda tenía la exclusiva sobre el incidente en la Western Avenue. Las cámaras mostraban los terribles resultados de la batalla, mientras el reportero explicaba que aún no se manejaba la cifra exacta de fallecidos, sin embargo, el departamento de bomberos había confirmado que la explosión fue causada por una rotura en la tubería de gas…
Olivia y Axel intercambiaron miradas, luego miraron a Rakso, quien disfrutaba de un gran puñado de dedos de queso en un imperioso silencio sin apartar la mirada vigilante de Led.
—Mamá, tengo que colgar —dijo Led, al escuchar el comentario del reportero—. Hablamos cuando regrese a casa. No se calmará hasta que esté en sus brazos —añadió al terminar la llamada.
—Ten, come algo —Olivia le tendió una bandeja repleta de galletas y dedos de queso, mientras que el muchacho se dejaba caer en un sofá con el color de las cenizas.
Tomó un puñado de galletas y se fijó que todas las miradas estaban clavadas en él, a excepción de Rakso, que parecía enamorado de los dedos de queso que Olivia había cocinado.
En cuanto Rakso y Led habían cerrado el pacto, auxiliaron a Axel y fueron en busca de Olivia, que parecía recuperada y lista para emprender el viaje a casa. Con Axel en los brazos del demonio —quien había ocultado su forma demoniaca— se escabulleron entre las ruinas antes de que las autoridades aparecieran. Una vez lejos de la zona de desastre, Olivia llamó a su chofer y éste los terminó recogiendo en el parque Belltown Cottage.
—Ni una palabra de esto a mis padres, August —le había suplicado la joven al conductor una vez que cerraron las puertas del vehículo.
Axel despertó a medio camino, y cuando accedieron al distrito Queen Anne, Rakso soltó un silbido de fascinación al contemplar las elegantes viviendas que flanqueaban las calles.
La residencia de Olivia seguía el estilo de las vecinas: enorme, con techos asimétricos interceptados, rodeada por amplios y exuberantes jardines, y con un sutil alarde de la fortuna que disponía la familia en su fachada. La primera vez que Led visitó a su amiga, se sintió como una hormiga.
—¿Qué fue lo que sucedió ahí? —preguntó Axel, señalando la pantalla del televisor; su mano derecha cogía un puñado de galletas. De inmediato, se volvió hacia el demonio a la espera de que éste le proporcionara una respuesta—. Dijeron que fue una explosión de gas —parecía incrédulo, y algo indignado ante la manipulación de los medios informativos—. ¿Acaso nadie vio nada? ¿Por qué dijeron eso?
Rakso devoró el último de los grasosos manjares y, tras un eructo de satisfacción, se fijó en que todas las miradas estaban sobre él a la espera de una explicación.
—Es obra de Lux —declaró con un encogimiento de hombros. Volvió a la bandeja y tomó una segunda ronda de dedos de queso; nunca había probado algo igual y estaba fascinado con el sabor—. Eres muy buena cocinera —le dijo a Olivia con la boca llena.
—Por supuesto, eso lo aclara todo —contestó Axel, procurando inyectar la dosis necesaria de sarcasmo. Sus manos seguían temblando.
—¿Qué es un Lux? —indagó Olivia, acomodándose en su lugar del sofá. Aun le costaba procesar todo lo que había visto desde la seguridad del baño: Las alas de Rakso, la crueldad de aquel demonio llamado Anro, la batalla… era un choque bastante abrupto a su realidad. Su amigo le había dicho la verdad, y se sintió una tonta por no creerle desde un principio.
—No es un qué, sino un quién —explicó tras engullir el último bocado—. Lux es el demonio de la lujuria y su especialidad es manipular la realidad mediante las ilusiones.
—Pero solamente se presentaron dos demonios —intervino Led con el ceño fruncido—. Anro y el de la tristeza… —agregó, intentando recordar el nombre que Rakso le había suministrado—. ¡Belzer!
—Acidia —lo corrigió Rakso—, y es un demonio de bastante cuidado, ya que representa uno de los peores pecados a los que está inclinada la humanidad.
—Pensé que la soberbia era el más peligroso —terció Axel, sorprendido—. Ya saben, porque fue el que cometió Lucifer para ganarse la expulsión del cielo.
—La soberbia encabeza los pecados capitales por esa misma razón —explicó el demonio, pescando el último puñado de dedos de queso sobre la mesita de centro; comer aquellos manjares lo ayudaban a olvidar sus problemas—. En cambio, la acidia puede deprimirte, hacer que te olvides de ti y de los demás… incluso te puede apartarte de la fe.
—Alejarte de Dios —advirtió Led con horror.
—En otras palabras, te induce en una fuerte depresión —indicó Olivia. El demonio le guiñó un ojo debido a su acertada opinión—. Ahora, volviendo al tema —La conversación la tenía tanto encantada como aterrada—. Axel y yo pudimos ver a través de la ilusión. ¿Cómo es eso posible?
—Sólo hay una forma para que un mortal pueda ver a través de la niebla de Lux —Los demás se inclinaron desde sus asientos, atentos—. Debe saber la verdad.
—¡LE DIJISTE! —espetó Led con furia. Ya estaba de pie y caminando hacia el demonio. Parecía dispuesto a propinarle un buen golpe—¡Le dijiste la verdad a Axel!
Olivia y Axel se interpusieron entre ambos para evitar otra disputa. La muchacha agradeció por lo bajo que sus padres estuvieran en Chicago finiquitando los últimos detalles para la apertura del nuevo restaurante; tenían la casa sola y podían armar el escándalo que quisieran sin ninguna represalia, no obstante, se estaban aprovechando de la situación, pensó Olivia.
El demonio se encogió de hombros y agitó una mano de forma displicente, mientras hurgaba con decepción la bandeja repleta de galletas.
—¿Aún quedan dedos de queso? —le preguntó a Olivia, cosa que exasperó aún más a Led. El demonio, al ver que su compañero de pacto había recuperado la calma, añadió—: Necesitaba amenazar a uno de tus amigos para que te convenciera de hacer el pacto —Luego sonrió con descaro—. Pero sólo se necesitó poner sus vidas en riesgo para que aceptaras. Al final todo salió bien.
—Me siento usado —soltó Axel, con la mirada clavada en la nada y llevándose un par de galletas a la boca. Olivia palmeó su espalda en señal de comprensión.
Rakso y Led volvieron a enfrascarse en una discusión. Olivia no lo soportaba más y los calló al reproducir en su celular el molesto pitido de una bocina. Por un momento, Led pensó que se había quedado sordo.
—¡Bueno, ya basta de sus berrinches! Parecen un par de niños —La voz de la muchacha era severa, la misma que empleaba cuando se encontraba a cargo de uno de los restaurantes de su padre—. Estoy cansada, sucia, mi suéter favorito está hecho un asco, sin mencionar que estuve volando por los aires gracias a una explosión demoniaca —Primero miró a su amigo—. Led, ya cerraste el trato, lo pasado quedó en el pasado y es hora de que asumas tu responsabilidad. Y tú —Se volvió hacia Rakso. El semblante de Olivia lo hizo retroceder unos pocos centímetros—. Será mejor que comiences a comportarte, y dejes las amenazas y las manipulaciones a un lado —Una mirada fugaz bastó para que advirtiera los cuernos que llameaban en la cabeza rubia del príncipe infernal—. Y esconde ese aspecto de demonio, ¿entendido?
Y sin más que decir, Olivia tomó la bandeja y se retiró hecha una furia hacia la cocina en busca de algo que pudiera bajarle la rabia, que, en parte, era inducida por el demonio.
—Tu amiga da miedo —murmuró el príncipe al oído de Led, mientras sus cuernos desaparecían.
Led volvió a tomar asiento en el sofá, avergonzado de su compartimiento. Tenía que aprender a controlar su temperamento cuando estuviera en la misma habitación que aquel irritante demonio. En parte, pertenecía al reino de las tinieblas, un mestizo, así que debía tener la fuerza para impedir que el poder de Rakso influenciara en sus emociones.
—¿Puedes hablarnos un poco más sobre esa niebla de Lux? —pidió Axel. La verdad es que el asunto no le interesaba, pero prefería escuchar eso, al silencio que se había instaurado.
Los pasos de Olivia repiqueteaban anunciando su regresó, llevaba en sus manos una estilizada botella repleta de un líquido ambarino. La destapó con cierta satisfacción y llenó los tres vasos que había dejado en la mesita de cristal. Tomó el suyo y lo bebió de un único trago.
—Lo necesitaba —declaró, sirviéndose una segunda ronda. Ignoró las miradas de sorpresa y tomó asiento junto a Axel, quien negaba el trago que su amiga le ofrecía; ni se molestó en ofrecerle a Led, pues, éste detestaba las bebidas alcohólicas.
—La niebla de Lux, sí —comenzó Rakso, retomando el tema y apoderándose de los dos tragos restantes. Led arrugaba el rostro, no podía entender como la gente podía consumir ese tipo de bebidas con aquel gusto—. La niebla está por todos lados y separa al mundo natural del espiritual. Ciega a los mortales para que no vean la verdad de su mundo, y su escepticismo o poca fe hace que el trabajo de Lux sea más sencillo —prosiguió, depositando los vasos vacíos en la mesita—. Claro, algunos pueden ver a través de ella gracias a la gran fe que mantienen en Dios —Rakso pronunció aquel nombre con desagrado y tomó un segundo trago para bajar las palabras—. Incluso hay mortales que son tocados por el espíritu santo, éste les revela ciertas cosas y deciden servir al reino de la luz liberando ciudades y almas de nuestros dominios. Son lo peor y los detesto… Se creen tan superiores moralmente —agregó, con un deje de burla en la voz.
—Es mucho para procesar —advirtió Axel, recostando la espalda en la tela del sofá. El cansancio comenzaba a pasarle factura, al igual que a todos.
—O sea, ¿que todos esos fanáticos religiosos tienen razón al llamarse liberadores y todas esas cosas? —Olivia lucía sorprendida ante las revelaciones que compartía el demonio—. No soportaría que alguno de ellos me lo echara en cara.
—Algunos lo son, otros son simples farsantes que adoro torturar en mis prisiones —explicó Rakso. Acto continuo, unió sus manos en una fuerte palmeada y se dirigió a Led—. Bien, mestizo, se acabaron las chácharas y el descanso. Es hora de que iniciemos la cacería.
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En torno al escritorio de caoba que reposaba en el estudio privado del señor Landcastle, Olivia desplegó un enorme mapa del mundo con ayuda de Axel; el joven arrugó la nariz al olisquear el aroma del polvo y el encierro que se desprendía de aquel amarillento papel.
—Ya está. ¿Qué sigue ahora? —preguntó Led, estudiando el mapa con detenimiento. Encontraba reconfortante deslizar las yemas de sus dedos sobre la superficie del viejo pergamino.
—Concéntrate en él —explicó el demonio, deteniéndose a las espaldas del muchacho. Sus manos se aferraban a los hombros de Led, mientras que su rostro se inclinaba muy cerca del cuello—. Abre tu mente, intenta sentir las energías demoniacas a tu alrededor y fuera de esta habitación —Led tragó en seco. Podía sentir la respiración de su compañero de aventura acariciándole la piel. Un escalofrío tiró de él hasta acumularse en su cogote. Rakso lo notó y esbozó una sonrisa efímera—. Cuando las sientas, deja que la ira te guíe hasta sus fuentes… —finalizó, dejando sus palabras en un tenue susurro.
—¿Que se supone que deba pasar? —indagó Olivia en un bajo murmullo cuando el demonio se posicionó a su lado—. No habrá explosiones, ¿o sí?
—Cuando Led consiga conectar con las energías demoniacas, deberá seguir las corrientes que nos interesan, las que representen a la ira —expuso, con los brazos cruzados sobre el pecho y sin dejar de ver al mestizo. Desconocía el motivo, pero algo en Led le hechizaba—. Después de eso, será capaz de ver una representación de las energías en el mapa.
Frente al pequeño grupo, Led mantenía sus pensamientos fuera de circulación, mientras luchaba por desplegar la mente y sentir aquellas energías que Rakso le había mencionado. Apretaba los ojos con fuerza, y bajo la penumbra de sus párpados, alcanzó a ver a sus acompañantes rodeados por los enormes estantes repletos de libros, la pintura verde que daba color a las paredes del estudio y las bombillas que titilaban en la araña que colgaba del techo. Divisó los árboles que se alzaban en los jardines del exterior y la masa de personas que circulaban por las calles de Seattle. El agua se abría en la bahía Elliot, las embarcaciones surcaban las olas y… nada más.
Led abrió los ojos de forma súbita, dejando al descubierto la rabia que dedicaba a sí mismo. Se sentía estúpido por pensar que lo estaba logrando, sin embargo, observaba imágenes creadas por su imaginación a partir de lo que ya conocía.
Aún mantenía los puños apretados, y la vista clavada en el polvoriento mapa. En silenció, sacudió la cabeza de forma negativa para dar una respuesta. No deseaba hablar, la decepción le carcomía el alma al igual que el agua lo hacía con las rocas de un acantilado.
Sus amigos soltaron la respiración, no se habían percatado de que la estaban conteniendo por culpa de los nervios.
Envuelto en una cúpula de mutismo, Rakso se acercó al mestizo; sus botas negras repiqueteaban con cada paso. Led se encogió de hombros, preparándose para lo que de seguro sería una explosión de rabia, ya podía escuchar la palabra ‹‹inútil›› brotar de aquellos labios carnosos…
—Quizás mañana, mestizo —dijo Rakso con voz hueca, lo que era mucho peor. Una sombra parecía invadir sus ojos—. Pero deberás esforzarte más —añadió, obsequiándole unas palmaditas de aliento en la espalda.
El corazón de Led dejó de palpitar cuando sus ojos se trabaron con los del demonio. Por un instante, pudo sentir como un terrible frío se colaba por los poros de su piel y le calaba los huesos. Sin duda alguna, prefería al Rakso colérico, éste le atemorizaba mucho más.
El demonio se volvió y abrió la ventana. La brisa del exterior acarició su rostro, lo que le devolvió un recuerdo.
—Nos vemos en la noche.
Y sin más, saltó. Se escuchó el batir de sus alas y luego el canto de algunas aves.
Olivia y Axel se acercaron a su amigo y lo envolvieron en un abrazo grupal para brindarle apoyo, sabían que Led se sentía decepcionado de sí mismo debido al grito que comenzaba a florecer en sus ojos.
—Les fallé —Su voz se escuchaba apagada. Le molestaba haber decepcionado a todos: a sus amigos por arrastrarlos a una situación tan peligrosa, a sí mismo por ser incapaz de lograr el cometido, y, más que nada, a Rakso, porque el demonio había salvado su vida, la de Axel, y necesitaba devolverle el favor… Pero había algo más en todo eso, quería demostrarle al demonio que era capaz de conseguirlo, de hacerlo sentirse ¿orgulloso de él? No, ¿por qué querría eso? No tenía que demostrarle nada, ni debía importarle lo que pensara… La mente de Led era un completo caos, no entendía de dónde provenían aquellos pensamientos y eso le frustraba.
—Claro que no, Led —contestó Olivia, apretando con más fuerza al joven artista entre sus brazos.
—Es tu primer intento —terció Axel sin romper el abrazo—. Ya verás que lo conseguirás. Siempre lo haces.
Sus amigos tenían razón, reflexionó Led. Aquel fracaso no era su culpa, había sido su primer intento, y todo el tema de los demonios y las energías demoniacas era algo nuevo para él, sólo necesitaba ser paciente, practicar y aprender a reconocerlas.
—Gracias —musitó, con lágrimas goteando sobre la reluciente alfombra.
A pesar de ello, la pregunta que se formuló en sus pensamientos le arrebató la poca tranquilidad que sus amigos le habían brindado: ¿Tendría Rakso la paciencia suficiente para esperar por él?
‹‹Espero que sí —pensó, devolviéndole el abrazo a sus amigos y agradeciendo que siempre estuvieran ahí cuando más los necesitaba—, o todos pagaremos las consecuencias››.