Regresé, pero no era yo..¡No!..No lo era.
Estaba vacío. Un hueco.
- Gracias, por venir a buscarme.
- No es nada, primo. ¿Cómo te sientes?
- No muy bien.
- ¡Oye!..Puedes contarme lo que quieras. Sabes que te apoyo en todo esto.
- Fueron unas semanas, simples y relajadas.
- Entonces no era tan serio como parecía. – Expresó mi primo Ricardo. – Sube al auto, iremos primero por un café. No desayuné nada.
- Eso sería perfecto.
Al abrir la puerta de la parte trasera del auto, veía las calles del ir y venir de la gente. Estaba frente a la avenida. Ingresé, y cerré la puerta. Me acomodé contra la ventana, en cuanto entraba mi primó por la parte delantera para tomar el volante, y poner en marcha el carro. Se me sumaron algunos sentimientos, ¿Y no sabía el por qué? Al encender el motor, dimos camino a un café cerca de por aquí.
En un parpadeo, miré el trayecto. Las casas que parecían moverse, los árboles, las personas. Allí la vi. Estaba caminando entre seres que se dirigían en otra dirección. Fruncí el ceño un momento, sin pensarlo claramente, y me mantuve observándola detenidamente. Todo se movía y ella no. Con la velocidad la íbamos dejando atrás, y alzó la mirada para verme, pero no hizo gesto alguno.
- ¿Qué vez primo? – Me dijo Ricardo ante el suceso.
- Estaba observando esa chica, de cabello oscuro. – Dije
- ¡Ah!..eres un observador nato - ¡Je! ¡Je! – Quiero verla – recudió la velocidad. –
- ¡Está allí!
- ¡¡¡MMM...!!!..no veo nada –
- Es una chica, Mmm.. ¡Déjame ver!...Allí mismo..¡En efecto!
- ¿No sé de qué hablas?
- ¡Ahí...! - Señalé - ¿Eh?... - Y ya no había nada....¡¿MMM?!.. ¿Qué extraño?..
¿Creí verla allí?
Ricardo me miró un tanto extrañado.
- Bueno, querido primo. Son detalles de tu imaginación -¡Je!...¡Je!
- ¡Cierto!, ¡Seguramente! – Agaché la mirada. No quería pensar que estaba regresando a ser el mismo tipo que fui. Era Octavio, un chico tranquilo de barrio, que se desquiciaba, con solo un instante en que perdía la cabeza. Era como si no pudiese controlarme.
- ¿Oye?...No te preocupes.. Iras mejorando, poco a poco.
Aunque me lo dijera, sabía que siempre sería tiempo de que volvieran. Al dar la vuelta con el auto en dirección a la otra calle aledaña, unos sujetos estaban discutiendo. Ante ello, otros que con certeza eran amigos de ambos bandos comenzaron a pelear. Una típica riña callejera se conformaba.
- ¡Mira esos idiotas! Peleando como perros en plena vereda ¡Vándalos!
- Es común – Pensé y dije – Siempre ha habido peleas por éste barrio –
- Desde tu internación, los hechos han aumentado terriblemente ¡Las personas están locas!
Al observarlos detenidamente, sus miradas parecían siniestras. Uno de ellos, me avistó, y parecía sonreír. Eso me generó un despreciable sentimiento de susto. El mismo que ocurría en el propio hospicio en reiteradas ocasiones. Como si la violencia de la muerte pudiese ser atraída por ello.
Al dar la vuelta, estacionamos en una esquina contigua, delante de un auto, descendimos, y fuimos directamente al restaurante-Café. Allí tomamos asiento, mientras pedíamos algo de beber y comer. El mozo no tardó en traernos los pedidos. Dos cafés con leches, y tostadas. Mi primo comía como una fiera salvaje, yo me recaté al hecho de no hacerlo en apuros.
- Quizás te parezca extraño, Octavio – Explicó Ricardo – Las personas están un tanto convulsionadas, y no sabemos la razón de ello. Como alocadas. –
- Me lo dices como si, estuvieras conversando con alguien cuerdo –Dije. De hecho tenía razón en sus palabras. Varios incidentes se estaban produciendo, y las razones eran desconocidas. Era como si dominaran a las personas ciertos instintos. Otros seres. Malévolos que atacasen la mente, pues de ello, era muy descabellado para ser cierto, sin embargo, no estaba en condiciones de ser exacto al respecto. Alguien que ha tenido que abandonar la sociedad, por el hecho de sufrir une enfermedad mental.
- ¡¡Ja!!..¡¡Ja!!.. Es verdad. Pero no sé. Solo mantente alejado de los problemas.
- No te preocupes, no pienso meterme en ningún asunto.
- ¿Volverás a la escuela?
- Sí....Aunque haya perdido un año, el retraso no me impedirá, entrar en un nuevo curso.
- Es una pena que no hayas podido graduarte. Eres un año mayor, y podría estar en la universidad.
- No tengo una prisa en ello. Quisiera darle prioridad a mis problemas.
- Entiendo, y me parece perfecto. Mientras me tienes a mí como familiar y vecino.
- Si – Y sonreí un tanto. En un flash, recordé el nombre de la lápida en el hospicio – ¿Por qué vino ello a mi mente?
- ¿Qué ocurre Octavio? – Pregunta y bebe un sorbo de café Ricardo. –
- No, no es nada. Se me vino a la mente, una imagen, allí en el sanatorio. Una lapida
- ¿Una lápida? Oye..sabes que me dan miedo los muertos
- ¡Oh!.. no quise asustarte. Era el nombre ¡Orina!
- ¿Orina? ¿No comprendo de que hablas? – Se preguntó tomándose con la mano izquierda la cabeza para pensar detenidamente.
- ¡Olvídalo! Son tonterías mías.
Ambos terminamos el desayuno, y salimos inmediatamente de allí. El patrullero de la policía estaba en pleno apogeo llevando a los malhechores.
Al ingresar al auto, un hedor putrefacto estaba contaminando el sitio.
- ¿Qué olor desagradable? – Dije, como pregunta
- ¿Olor? No huelo nada.
- ¿No hueles? Es como un olor nauseabundo, con este cielo nublado
- ¿nublado? Esta despejado
- ¿Eh? Mmm..Puede que no éste viendo bien.
- ¿Te has recuperado no? ¡Je! ¡Je! – Me preguntó con una mueca burlona.
- Claro que sí – Dije enojado. –
Fuimos de camino a casa, y pasamos por un corredor. Nuevamente estaba contra la ventana viendo el paisaje. Allí pasamos por una casa, un tanto vetusta, con un aura muy particular. Estábamos con una velocidad disminuida. Desde aquella casa, había una ventana, y pude nuevamente verla a ella. Era la chica de cabello semi corto, y un parche en el ojo. Estaba frente ahí, mirando el paisaje.
- No hay nada que ver allí.
- ¿Oh? – Me sorprendí.
- Esa casa, abandonada, es una pena. No vive nadie allí.
- ¿Hay alguien ahí! – Señale a la ventana
- ¿En serio?.. – Se preguntó. Observó con poca gana – No hay nadie en ese sitio. Es imposible que lo haya Octavio. Esa casa está abandonada.
- Pero mira bien. – Le dije
- No hay nada, deja de especular. – Expresó Ricardo. –
La dama se retiró y un viento comenzó a soplar en el ambiente. Las hojas volaban pululando por todas partes. Eras hojas secas que venían de la casa. Seguimos con el carro varios metros hasta dar con al final de la cuadra. Aquí donde vivo. Mi madre y mi hermano estaban afuera esperando. Estacionamos justo en el cordón indicado.
- ¡Bienvenido!– Fueron las palabras de ellos, y de los otros.