—Cuando Galiana tome la decisión de enviar a su hijo a la Tierra, estoy segura de que nos reuniremos nuevamente —expresó Aura, mirando a los presentes.
—Entendido—respondió Adelbert.
—En estos momentos, mi nieto es lo más importante para mí —afirmó Adelbert mientras sostenía a Ancel dormido en sus brazos.
—Aura, ¿cuánto tiempo nos queda de vida?—inquirió Aurora con el ceño fruncido al mirar a Aura.
—Les quedan solo días, su cuerpo empezará a experimentar cambios y cuando vean que se están desvaneciendo, sabrán entonces que su tiempo está llegando a su fin —expresó Aura mirando a Aurora.
—Somos dioses, creí que estaríamos en Astral para toda la eternidad, pero veo que me equivoqué —comentó Berthold al mirar sus manos.
—Entiendo, Adelbert. Será mejor que aprovechen cada segundo que tengan —respondió Aura.
—No puedo creer esto—pensó Lear al observar a los Dioses.
—Sabios místicos, busquen la piedra de iluminación divina y entréguenla a Berthold para que transfiera sus poderes a ella —solicitó Aura, mirando a los sabios místicos.
—No voy a renunciar a mis poderes Aura, quiero conservarlos por un poco más de tiempo. Para mí, renunciar a ellos sería como desprenderme de una parte importante de mí mismo —declaró Berthold, manifestando su habilidad al crear una lanza.
—Está bien, entonces quédate con ellos mientras tanto —respondió Aura.
—Has estado muy callada, Aurora—observó Adelmo al dirigirse a ella.
—Es solo que todo lo que hemos escuchado es inesperado. Como dioses y protectores de Astral, nos hemos enfrentado a muchos enemigos, pero ahora nuestras vidas están llegando a su fin. Jamás creí que este día llegaría—expresó Aurora con el ceño fruncido.
—Así es el destino, nunca sabes lo que ocurrirá hasta el día que llega—comentó Verner.
—Si no hay más que hacer en esta reunión, me retiraré. Quiero permanecer al lado de Ancel en mis últimos momentos—comentó Adelbert.
Adelbert utilizó su poder elemental del aire para elevarse y salir volando de la sala de reuniones. Al abandonar el Consejo, se dirigió al reino con la máxima velocidad posible, ya que su nieto Ancel era su prioridad absoluta. Durante el trayecto, pudo apreciar la belleza del paisaje desde las alturas y divisó a un grupo de astralianos conversando entre ellos. Al pasar junto a ellos, la multitud saludó a Adelbert con sonrisas amables, a lo que él respondió con un gesto de saludo.
Al llegar al reino, Adelbert ingresó por la puerta principal y se encaminó hacia la habitación donde Alger y Galiana se encontraban charlando sobre la reunión del Consejo. Adelbert, volvió a su forma original y se mantuvo oculto detrás de la puerta para evitar ser visto por los presentes.
—Galiana tu yo confiamos en las predicciones infalibles de Aura, el oráculo. Si el destino de Ancel es salvar Astral, debemos respetarlo. Nuestro mundo no puede sucumbir a las fuerzas de las sombras —expresó Adelbert con seriedad, dirigiendo su mirada a Galiana.
—Sé que debemos respetar el destino de Ancel, pero no puedo separarme de él. Acaba de nacer y no puedo dejar de estar a su lado como su madre. He esperado tanto tiempo para tener un hijo y ahora que lo tengo, ¿debo apartarlo de mí? No es justo—comentó Galiana con lágrimas en los ojos y una mirada de tristeza dirigida a Alger.
—Aunque no queremos alejarnos de Ancel, sabemos que su propósito es importante. En 17 años, las fuerzas de las sombras invadirán Astral y debemos estar preparados para enfrentarlas. Nuestro hijo será el salvador de Astral, así está destinado—añadió Alger.
—Si Ancel permanecerá en la Tierra durante 17 años, entiendo que es un largo tiempo, él estará bien— expresó Ancel.
—No deseo separarme de mi hijo, pero si el destino así lo ha decidido, que así sea—añadió.
—Nos reencontraremos con él en 17 años—agregó.
—Tú y yo tenemos 1,500 años, esperar 17 años será como un día para nosotros—añadió.
Galiana abraza a Alger con los ojos llenos de lágrimas y una expresión de tristeza en su rostro, mientras en ese preciso instante Adelbert entra a la habitación. Alger y Galiana dirigen sus miradas hacia Adelbert, sorprendidos por su presencia inesperada en ese momento tan emotivo.
—Creí que seguías en el Consejo, papá—comentó Alger al mirar a Adelbert.
—La reunión ya ha terminado, decidí retirarme para estar al lado de mi nieto, para mí es lo más importante en estos momentos—respondió Adelbert.
—Presté atención a la conversación que tú y Galiana tuvieron sobre enviar a Ancel a la Tierra—añadió mientras observaba a Alger y Galiana.
—Ancel lleva nuestro linaje, será un joven fuerte, estoy seguro de que nada lo detendrá, será igual que tú —afirmó acercándose a Alger y luego colocando su mano derecha sobre el hombro derecho de Alger.
—Ancel no adoptará nuestras costumbres, crecerá como un humano—expresó Alger.
—Para ser honesto, no me parece justo que los jóvenes futuros de Astral no hayan sido elegidos para portar los poderes de Ancel. Nunca pensé que los humanos, en lugar de nuestra raza, pudieran ser elegidos—añadió.
—No hay elección, no podemos cambiar lo que pasará en el futuro. Si los jóvenes humanos deben ser elegidos para convertirse en los guerreros astralianos de Astral, entonces que así sea—concluyó.
—Comprendo, Galiana, que tomar la decisión de separarte de Ancel durante 17 años no será fácil de asimilar. Sin embargo, debes recordar que por el bien de nuestro mundo, Aurora, Berthold y yo no estaremos presentes. Ahora queda en manos de los guerreros protegerlos —expresó Adelbert mientras dirigía su mirada hacia Galiana.
—Lo sé, Adelbert, necesito tiempo para asimilar todo esto —respondió Galiana con tristeza, mientras miraba a Adelbert.
—Por favor, no tardes. Recuerda que no tenemos mucho tiempo—insistió Adelbert.
—Papá, tu cuerpo se está desvaneciendo—exclamó Alger sorprendido al ver cómo el cuerpo de Alger empezaba a desvanecerse.
Un destello luminoso brotó del cuerpo de Adelbert, señalando que su tiempo se estaba acabando rápidamente. La muerte estaba más cerca de lo que él había imaginado. Adelbert se sorprendió al ver el resplandor brillante que irradiaba de su ser.
De repente, sintió una sensación de debilidad y Alger comenzó a preocuparse al ver a su padre morir. Adelbert quería mantenerse fuerte, no podía fallecer sin antes cumplir con su última voluntad.
—No voy a perecer, debo cumplir con mi última voluntad —declaró Adelbert, observando a Alger con un semblante pálido.
—Papá, no te ves nada bien. Será mejor que descanses en tu habitación—sugirió Alger, mirando a Adelbert con preocupación.
—¿Crees que me sentiré mejor si descanso, Alger? Estoy muriendo y sería una pérdida de tiempo quedarme sin hacer nada—afirmó Adelbert.
—Galiana, ¿me permites estar con Ancel?—añadió, dirigiendo su mirada hacia Galiana.
—Sí, pero él está en su habitación durmiendo—informó Galiana.
—Está bien, no importa—expresó Adelbert.
—Voy a cumplir mi última voluntad con mi nieto—añadió.
—Entonces, hazlo, papá—respondió Alger con una sonrisa, y una lágrima brotó de su ojo derecho.
Adelbert salió de la habitación de Alger y Galiana y se encaminó hacia la habitación donde se encontraba Ancel durmiendo plácidamente. La habitación estaba justo al lado, así que al llegar, abrió la puerta y entró, encontrando a su nieto dormido en su cuna. Adelbert se acercó lentamente para observarlo más de cerca, sintiendo una gran felicidad en su corazón. Con delicadeza, retiró las sábanas y lo tomó en sus brazos, con una amplia sonrisa de alegría en su rostro. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, iluminando parte de la habitación y creando un ambiente tranquilo y sereno.
—Esta noche estaremos juntos, es importante para mí que conozcas a alguien a quien aprecio mucho—expresó Adelbert mientras sostenía a Ancel dormido en sus brazos.
Adelbert utilizó su habilidad elemental del viento para abrir una de las ventanas de la habitación de Ancel. Después, se acercó a la ventana y contempló la majestuosa luna llena. Sin perder tiempo, Adelbert se elevó en el aire y salió volando por la ventana, llevando a su querido nieto en sus brazos. Ambos se dirigieron a toda velocidad hacia el cielo, rumbo a las montañas que se encontraban cerca del bosque luminoso. Estas montañas eran conocidas por albergar criaturas mágicas que solo salían durante las noches de luna llena. Durante el camino, Adelbert disfrutó del hermoso paisaje junto a su nieto, apreciando cada detalle. Después de algunos minutos, finalmente llegaron a las imponentes montañas celestiales. Allí, se dirigieron hacia una enorme cueva donde habitaba un magnífico fénix. Este fénix tenía un plumaje resplandeciente, con hermosos colores y poseía el poder de lanzar llamas de diferentes tonalidades. El fénix celestial era una criatura muy especial para Adelbert, ya que lo había criado desde que era un huevo. Lo valoraba enormemente y sabía que era único. Por eso, deseaba que su nieto tuviera la oportunidad de conocer al fénix celestial y apreciar su belleza y poder.
Al llegar, ingresó a la cueva donde el fénix habitaba lo encontró dormido en su nido. Adelbert se acercó al fénix y acarició su cabeza emplumada. Cuando el fénix percibió la presencia de Adelbert, despertó y lo observó con sorpresa.
El fénix, con su mirada penetrante, mostraba una mezcla de asombro y preocupación al ver a Adelbert en un estado tan frágil. El ave mítica comprendía que su amo estaba a punto de desaparecer y, con un gesto de lealtad, se acercó para brindarle su apoyo. El fénix, con su plumaje resplandeciente, emanaba una energía cálida y reconfortante mientras permanecía junto a Adelbert. Observando detenidamente los brazos de su amo, el fénix notó la presencia de Ancel, el nieto de Adelbert. Con curiosidad, el fénix olfateó al pequeño, capturando su aroma y reconociendo su vínculo con su amado amo. En ese momento, el fénix comprendió la importancia de Ancel y se convirtió en un protector para su nieto.
—Mi nieto se llama Ancel, y quiero que lo cuides cuando yo ya no esté aquí. A partir de ahora, él será tu nuevo amo —comentó Adelbert.
—Ancel estará en el Planeta Tierra durante 17 años, pero luego regresará a Astral para protegerlo de un enemigo de las sombras que desencadenará una guerra. Por favor, espera su regreso, Fénix—añadió y luego volvió acariciando la cabeza emplumada del fénix.
El Fénix asiente en señal de respeto hacia Adelbert, aceptando su solicitud. En ese momento, una lágrima brota de su ojo derecho. Al ver al Fénix triste, Adelbert le sonríe y acaricia nuevamente su cabeza emplumada. El Fénix invita a Adelbert a montarlo, por lo que este último se sube al lomo del Fénix, llevando a Ancel en sus brazos. El majestuoso Fénix despliega sus alas y se eleva en el aire. Luego, salen de la cueva para dar un paseo por el bosque. El Fénix desea permanecer al lado de su amo antes de que este fallezca.
—Recuerdo que solíamos volar juntos para pasear por el bosque durante las noches—mencionó Adelbert
—Perdí la sensación de eso cuando comencé a luchar por Astral—añadió
—Antes de mi partida, anhelo contemplar junto a Ancel las asombrosas criaturas de Astral—añadió con una sonrisa de felicidad en sus rostros.
El fénix guía a Adelbert hacia el bosque. Desde lo alto, Adelbert observa las montañas flotantes y las criaturas voladoras que se desplazan entre ellas. El paisaje del bosque es verdaderamente hermoso, especialmente durante la noche, cuando las plantas luminiscentes iluminan el entorno. Al llegar al lago, Adelbert presencia cómo el dragón Apalala emerge del agua y luego se sumerge, creando una onda acuática. Después de eso, Adelbert da un paseo por el mar y observa cómo los peces voladores vuelan en bandadas, sumergiéndose y emergiendo del agua mientras se cruzan entre sí, repitiendo este patrón una y otra vez. Adelbert pasa toda la noche admirando los hermosos paisajes de Astral junto a su nieto Ancel. Antes de su muerte, Adelbert desea tener un hermoso recuerdo de este lugar mágico.
Después de que Adelbert paso tiempo con el Fénix y su nieto Ancel regresó al reino y entregó a Ancel a la reina Galiana. Galiana acostó a Ancel en su cuna y se quedó a su lado toda la noche, acompañada por Alger. Sabía que no lo tendría por mucho tiempo y que debía llevarlo al Planeta Tierra muy pronto. Durante esas horas de vigilia, Galiana reflexionó sobre el destino de su hijo y las responsabilidades que le esperaban en el futuro.Sentía tristeza sabiendo que pronto tendría que separarse de él.Mientras Alger permanecía a su lado, Galiana se sentía reconfortada por su apoyo y sabía que juntos podrían enfrentar cualquier desafío que se les presentara.
***
Tras los acontecimientos ocurridos, Adelbert, Aurora y Berthold se reunieron en la torre más alta del reino para pasar sus últimos momentos juntos. Conscientes de que su partida era inminente, decidieron aprovechar cada segundo y valorar cada instante que les quedaba.
—Luego de la reunión que tuvimos en el Consejo, Berthold y yo nos retiramos y fue en ese instante cuando nuestros cuerpos comenzaron a desvanecerse. Fue entonces cuando comprendimos que nuestra muerte está mucho más cerca de lo que creíamos —declaró Aurora.
—Debemos permanecer juntos y hacer lo que queramos —manifestó Berthold.
—Podríamos ir al bar Estrella Veloz —añadió.
—Puedes ir adelante, Berthold. Yo quiero quedarme al lado de Aurora—comentó Adelbert.
—Prometo que nos encontraremos pronto en el bar -aseguró Adelbert.
—De acuerdo, pero no se demoren o me beberé todo el vino —advirtió Berthold
Berthold se dirigía al bar estrella veloz para disfrutar de una copa de vino, sabía que esta sería su última oportunidad de hacerlo antes de su muerte inminente. Al llegar al bar, se encontró con una animada multitud de hombres y mujeres astralianos que compartían historias sobre los héroes que habían sido reconocidos en otros mundos. El ambiente estaba lleno de música, mientras los músicos tocaban melodías que llenaban el lugar de alegría y emoción.
Berthold extrajo de su túnica un dispositivo de transporte. Después de activarlo acariciándolo en forma circular, extendió su brazo y apareció un portal. Sin pensarlo dos veces, entró en él para trasladarse al bar estrella, dejando a Adelbert y Aurora solos en la torre. Al llegar al bar, se encontró con una bulliciosa multitud de hombres y mujeres astralianos que compartían historias sobre los héroes que habían sido reconocidos en otros mundos. El ambiente estaba impregnado de música, mientras los músicos tocaban melodías que llenaban el lugar de alegría y emoción.
Berthold observaba a los astralianos con nostalgia y una lágrima escapó de sus ojos. Sabía que pronto tendría que despedirse de los ciudadanos a los que había protegido durante tantos siglos, pero aún así disfrutaba de su compañía en esos momentos finales. Apreciaba cada momento que pasaba a su lado, consciente de que pronto abandonaría este mundo y no volvería a verlos nunca más. Aunque la tristeza lo embargaba, Berthold encontraba consuelo en el hecho de que había cumplido su deber y había dejado un legado de protección y seguridad para los astralianos.
Mientras tanto Aurora y Adelbert se quedaron a solas en las torres más altas del castillo. Desde allí, contemplaron la luna en silencio, dejando que su luz iluminara sus rostros. El brillo lunar creaba una atmósfera mágica y romántica, envolviéndolos en un halo de amor y complicidad.
Después de unos segundos de admiración, se abrazaron con fuerza, sintiendo el latir de sus corazones en perfecta sincronía. El abrazo era cálido y reconfortante, como si el tiempo se detuviera en ese momento. Permanecieron así durante varios minutos, disfrutando de la compañía del otro y dejando que el amor que los unía los envolviera por completo.
Esa noche aquel abrazo se convertiría en el último que compartirían en sus vidas. Pero en ese instante, solo existía la felicidad de estar juntos, la magia de la luna y la certeza de que su amor era eterno.
***
A la mañana siguiente, Alger y Galiana fueron visitados por Aura, el oráculo, quien estaba acompañada por Lear el mensajero. Los dos se encontraban en la sala del trono en ese momento.
—Alger y Galiana, necesito hablar con ustedes dos a solas. Lo que tengo que comunicarles es de suma importancia —declaró Aura, el oráculo, dirigiendo su mirada hacia Alger y Galiana.
—Entendido —respondió Alger.
—Mamá, veo que viniste acompañada de Lear, el mensajero —comentó Galiana al percatarse de la presencia de Lear junto a Aura.
—Así es, le pedí a Lear que nos encontráramos —explicó Aura.
—Les pido a todos que se retiren, solicitare su presencia cuando hayamos terminado de hablar con Aura—comentó Alger al dirigirse a los guardias.
—Entendido, majestad—respondieron los guardias al inclinarse en señal de respeto hacia su rey.
Los guardias realizan una reverencia ante el rey como muestra de respeto y después abandonan la sala del trono.
—Alger y Galiana, ya he presenciado el desvanecimiento de Adelbert, los Dioses están muriendo —expresó Aura con seriedad.
—Le pedí a Lear que me acompañara porque es el único del reino en quien confiamos —añadió.
—Los Dioses dejarán de existir a la medianoche —agregó.
—Aún no puedo creer que los Dioses nos abandonen —comentó Lear con una mirada de tristeza.
—No he venido solo para eso, diré esto solo una vez, así que escuchen con atención—declaró Aura.
-Debes decirnos más cosas, creí que lo peor era dejar a mi hijo en el Planeta Tierra durante 17 años -comentó Galiana.
—Para proteger a Ancel y asegurarnos de que nadie descubra su destino en la Tierra, debemos simular su muerte. Él será elegido junto con otros diez jóvenes humanos para ser entrenados y adquirir sus poderes, con el fin de luchar contra Herrscher Schatten en una guerra que comenzará en 17 años —explicó Aura.
—En Astral hay traidores que, de enterarse de la existencia de estos jóvenes humanos, harían lo posible por viajar a la Tierra y asesinar a los elegidos. Su objetivo sería evitar que ellos obtengan los poderes del Príncipe, ya que muchos estarían tras los talismanes —añadió con seriedad.
—¿Crees que deberíamos hacer un funeral falso para mi hijo? Esto es demasiado, Aura —comentó Alger con seriedad, mirando a Aura.
—Es necesario, no hay otra opción. Es la única forma de salvar a Ancel —respondió Aura.
—La noticia debe ser revelada hoy. Los astralianos solo deben enterarse de la muerte del Príncipe y de los Dioses —añadió.
——Voy a cumplir con lo que me pides, mamá. Si no fuera por el destino de Ancel, no lo enviaría a la Tierra —expresó Galiana con tristeza.
—Galiana y yo hemos conversado sobre el destino de Ancel. Aunque nos resulte difícil separarnos de él, debemos aceptar la realidad —comentó Alger.
—Anoche, mi padre nos visitó y vimos cómo su cuerpo físico comenzaba a desvanecerse. La hora de los dioses está llegando a su fin y comprendimos que es la única manera de salvar nuestro mundo —explicó Alger.
—Estoy convencida de que Ancel logrará sobrevivir con la ayuda de los jóvenes humanos —declaró Aura mientras observaba a Alger.
—Las premoniciones del porvenir me dirán el destino que Ancel tendrá como guerrero —añadió.
—Hoy Lear revelará únicamente la muerte de los Dioses —declaró Aura.
—Cuando Arnold el mago termine de crear los talismanes separemos los poderes de Ancel para transferirlos a los talismanes, entonces se revelará la muerte del Príncipe después de su falso funeral. Lo llevaremos a la Tierra en secreto yo me encargaré de cubrirles las espaldas —añadió.
—La creación de los talismanes llevará un poco de tiempo, por lo que les pido que estén junto a Ancel todo el tiempo que puedan —añadió.
—En este momento, Arnold el mago se encuentra en el templo de los sabios místicos, quienes le entregarán las piedras de iluminación divina —añadió.
—Entonces, continuamos con la muerte de los Dioses —comento Alger.
—Lear, lleva el mensaje a los ciudadanos, diles que hoy nos reuniremos en la plaza para despedir a los Dioses, ya que su muerte ha llegado — ordeno
—Así será, rey Alger—expresó Lear.
—Comunícales que todo ha sucedido de manera inesperada—añadió Alger.
—De acuerdo, rey Alger—respondió Lear el mensajero, mientras desplegaba sus alas.
El mensajero Lear sale rápidamente de la sala del trono de los reyes, volando por la puerta. Los guardias, al notar la expresión seria en el rostro de Lear, se miran confundidos entre ellos, ya que no estaban al tanto de lo que estaba sucediendo. Al salir del castillo, Lear se dirige directamente al pueblo con el propósito de informar a los ciudadanos sobre una noticia de gran importancia. Aunque no todos los detalles serían completamente verídicos, esta acción se lleva a cabo con el fin de proteger al Príncipe Ancel.
Una vez que el mensajero llega a la plaza, se encuentra con una multitud dispersa. Con gran destreza, pliega sus alas y, acto seguido, hace sonar su trompeta para captar la atención de aquellos que se encuentran cerca. Este hábil acto del mensajero no solo indica su llegada, sino que también anuncia la importancia del mensaje que está a punto de transmitir. El sonido de la trompeta resuena en el aire, atrayendo rápidamente a los curiosos ciudadanos astralianos que se acercan para escuchar atentamente lo que el mensajero tiene que decir. La presencia del mensajero y su habilidad para captar la atención de la multitud demuestran claramente la importancia y urgencia de su mensaje.
—Lear es el mensajero del reino —declaró un ciudadano australiano que se hallaba entre la multitud.
—¿Qué novedades nos traerá en esta ocasión? —inquirió otro ciudadano australiano que se encontraba entre la multitud.
—Hoy, ciudadanos astralianos, tengo un mensaje de suma importancia para transmitirles, por lo tanto les ruego que presten atención—informó Lear mientras dirigía su mirada hacia la multitud de ciudadanos australianos.
—Es posible que el mensaje que les daré hoy sea el más inesperado en la historia de Astral y el más importante —declaró Lear, el mensajero, observando a los ciudadanos.
—Por lo tanto, les pido que escuchen con atención —añadió.
—Si este mensaje será la más importante en Astral, significa que algo ha sucedido en el reino. Nunca antes había visto a Lear tan serio —comentó un niño astraliano de cabello castaño, ojos marrones y piel clara, mientras miraba a Lear.
—¿Qué mensaje nos revelará Lear? —se preguntó un hombre astraliano con una mirada seria.
—Comunicare dos mensajes, uno bueno y otro no —informó el mensajero Lear.
—Dos mensajes en un solo día, solo con escuchar el malo me provoca escalofríos. Espero que el bueno compense al malo —comentó un joven del público
—Iniciare dandoles el buen mensaje—mencionó Lear el mensajero.
—La reina Galiana ha dado a luz a su primogénito —anunció.
El aplauso del público reflejaba la alegría y el apoyo que sentían hacia la reina Galiana y su familia. Era un momento de felicidad y esperanza para todos, ya que el nacimiento de un heredero real simbolizaba la continuidad y estabilidad del reino. El público astraliano estaba encantado de ser testigo de este acontecimiento histórico y deseaba lo mejor para el nuevo Príncipe y su familia en los años venideros.
—La reina Galiana ha dado a luz a su primogénito —anunció.
—La reina Galiana debe de estar sumamente dichosa al tener a su primer hijo—comentó una mujer astraliana delgada de cabello corto que se encontraba entre el público, luciendo una sonrisa radiante.
—Haora les comunicare el peor mensaje, así que les ruego que presten atención—expresó Lear el mensajero.
Con una expresión seria en su rostro, Lear se dirigió a la multitud reunida y les advirtió que estaba a punto de darles una noticia desfavorable. Consciente de la importancia de su mensaje, el mensajero instó a todos a prestar atención y escuchar atentamente. Sabía que sus palabras tendrían un impacto significativo en la audiencia, por lo que se aseguró de transmitir la noticia de manera clara y directa.
—Como es de conocimiento general, los Dioses nos han brindado protección contra los enemigos que han intentado destruir nuestro mundo, ellos son nuestro tesoro más preciado —expresó Lear.
—Incluso han compartido momentos increíbles con nosotros, para ellos somos lo más apreciado a pesar de que entre nuestra raza existan delincuentes —añadió.
—Hoy será un día memorable para todos, les pido que dejen a un lado sus diferencias para que nos mantengamos unidos en este día —añadió.
—Lear se puso serio de repente porque desea que todos nos unamos el día de hoy —comentó una mujer australiana mirando a Lear.
—Lear, ¿qué está sucediendo con los Dioses? —preguntó un niño mirando a Lear.
—Todos saben que los Dioses han protegido Astral durante 10,000 años y, como toda deidad, después de cumplir con su misión, siempre llega el momento de viajar hacia las estrellas —expresó Lear en voz alta, frunciendo el ceño mientras observaba a los ciudadanos astralianos.
—Los Dioses de Astral se despedirán de toda la población astraliana a la medianoche de hoy , ya que su tiempo como gobernantes de nuestro Planeta ha llegado a su fin —comunicó Lear, el mensajero.
La noticia impactante dejó a la multitud de astralianos asombrada. Nunca se habrían imaginado que Lear, el mensajero, les informaría algo tan sorprendente. La mayoría de los presentes comenzaron a murmurar, mientras que otros ni siquiera podían articular palabra. Para ellos, los Dioses astralianos eran seres divinos e inmortales que reinarían en Astral por siempre. Sin embargo, esta creencia resultó ser errónea.
—Es imposible que los dioses mueran —expresó una mujer australiana con asombro.
—Lo que estás diciendo no puede ser verdad —respondió un joven delgado de rostro definido que se encontraba entre la multitud de australianos.
—No les miento, todo es cierto —afirmó Lear mientras observaba a la multitud.
—Los Dioses han decidido compartir sus últimos momentos con todos nosotros—mencionó Lear.
—Lo que dices debe de ser una mentira, no puede ser posible que ocurra eso tan horripilante el día de hoy—añadió otro hombre astraliano.
—Mi función como mensajero del reino es transmitirles las noticias que el rey Alger me ha encomendado enviarles —expresó Lear mientras observaba a la multitud.
—Si los Dioses estaban muriendo, ¿por qué no informaron el mensaje antes, Lear? —expresó un anciano molesto que se encontraba entre la multitud de astralianos.
—Todo sucedió repentinamente a la medianoche de ayer, cuando los Dioses se reunieron con el rey y la reina Galiana para entregarles el mensaje —afirmó Lear.
—La creencia de que eran inmortales siempre fue errónea, debemos aceptar la realidad —añadió.
—No puedo creer que esto esté sucediendo, este es el peor mensaje que Lear nos ha dado —expresó el niño australiano, sorprendido.
—La muerte de los Dioses será el acontecimiento más importante de la historia, dudo que haya algo más sorprendente que esto —comentó un hombre que tenía la apariencia de criminal.
La noticia más triste que los astralianos han recibido un día tan inesperado dejó a la multitud completamente devastada. Los corazones de los astralianos se llenaron de dolor al enterarse de que los Dioses ya no estarían presentes y solo les quedaba hasta la medianoche para despedirse de ellos por última vez. La tristeza y la desesperanza se apoderaron de la población.
—Eso era todo lo que tenía que comunicarles—expresó Lear al desplegar sus alas para emprender el vuelo.
—Estás mintiéndonos, Lear. Se supone que los Dioses son inmortales, ellos han protegido Astral durante milenios. Sin ellos, nuestro mundo no vale nada—declaró un joven de tez clara, cabello castaño y ojos grises, visiblemente molesto.
—El reino no puede estar atravesando un momento tan terrible. No es justo lo que le está sucediendo—añadió.
Lear dirige una mirada seria hacia el chico, pero decide mantenerse en silencio sin decir nada.
—Brant, te pido que guardes silencio —advirtió la madre del chico, frunciendo el ceño.
—Es injusto que estemos atravesando por esta situación—expresó Brant al voltearle la espalda a su madre y salir corriendo.
—Durante 10,000 años, los Dioses han gobernado en Astral, pero incluso ellos tienen un límite de vida—expresó Lear.
—Han cumplido su misión de protegernos, por lo que les ruego que los despidan con honor. Gracias a ellos, hemos logrado sobrevivir a innumerables peligros —añadió.
Lear se eleva rápidamente en el aire al extender sus alas y luego se dirige velozmente hacia el reino para comunicar al Rey Alger que le ha llevado el mensaje a los ciudadanos. El viento sopla fuerte a su alrededor mientras vuela con gracia y determinación. Su plumaje brillante brilla bajo los rayos del sol, reflejando su valentía y lealtad.
Con cada aleteo, Lear se acerca cada vez más al majestuoso castillo del rey. Sus alas poderosas le permiten surcar los cielos con facilidad, mientras su mirada se mantiene fija en su objetivo.
Finalmente, Lear aterriza con elegancia en el patio del castillo. Su presencia imponente y majestuosa no pasa desapercibida, y rápidamente es escoltado hacia la sala del trono. Allí, frente al Rey Alger, Lear se inclina con respeto y le informa con voz firme y clara que ha cumplido con su deber. Su mensaje es recibido ya que Lear ha demostrado una vez más su valía como mensajero real.
—El mensaje ha sido entregado a los ciudadanos, mi rey —declaró Alger en reverencia al rey Alger.
—Muy bien hecho, Lear —respondió el rey Alger.
—Los ciudadanos están devastados—mencionó Lear al levantarse del suelo.
—Era de esperarse enterarse de una noticia como la muerte de los Dioses, inesperadamente deja a cualquiera sin palabras—comentó Alger.
—Aura le informó sobre la muerte de los Dioses mientras yo enviaba una carta a las fuerzas Armadas astralianas. Todos deben estar presentes este día, nunca se repetirá—agregó.
—No puedo imaginar cómo se estará sintiendo el rey Alger al saber que su padre morirá a la medianoche nisiquiera la reina Galiana se presentó al trono—pensó Laer al observar en silencio al rey.
—Sin duda, todos vendrán a la medianoche, sería prudente que me retire—mencionó Lear.
Lear contempla el trono de la reina Galiana al percatarse de que no está presente.
—Rey Alger, ¿me permite ver al Príncipe Ancel? —añadió.
—Sin duda Galiana se encuentra con él, supongo que estará en su habitación—comentó el rey Alger.
Lear abandonó el trono tras su conversación con el rey Alger y se encaminó hacia la estancia donde se esperaba encontrar a la reina Galiana y al Príncipe Ancel. Al llegar, se percató de que la puerta de la habitación estaba abierta y encontró a Galiana sosteniendo a su hijo en brazos, sin apartar la mirada de él en ningún momento. Lear notó de inmediato la tristeza que envolvía a Galiana debido a lo ocurrido con la profecía.
Lear salió de la habitación sin pronunciar una sola palabra, dejando a la reina Galiana y al Príncipe Ancel solos. Mientras caminaba, se encontró con el Dios Adelbert, quien sostenía una botella de vino en su mano derecha.
—¡Adelbert! —pronunció Lear al divisarlo y se percató de la botella de vino que portaba en su mano derecha.
—Lear, has tenido la oportunidad de conocer a mi nieto Ancel —expresó Adelbert, en estado de embriaguez.
—Así es, pero al ver a Galiana con tristeza, opté por alejarme —respondió Lear.
La figura de Adelbert, que alguna vez fue venerada y adorada por muchos, se desvanecía gradualmente ante los ojos de Lear. Cada hora que pasaba, el cuerpo del Dios perdía su forma y su esencia divina, dejando a Lear con una sensación de melancolía y nostalgia. Aunque sabía que la partida de Adelbert era inevitable, Lear no podía evitar sentir una profunda tristeza al presenciar cómo su amado Dios se desvanecía poco a poco. El tiempo parecía detenerse mientras Lear contemplaba el proceso de desvanecimiento, consciente de que pronto tendría que enfrentar la realidad de la ausencia de su querido Adelbert.
—Aurora tomó la decisión de compartir momentos con Berthold en el animado bar Estrella Veloz. Los tres pasamos toda la noche disfrutando de la compañía del otro, mientras bebíamos vino hasta embriagarnos por completo.
—Si tienes pensado ir, no encontrarás vino porque nos lo hemos bebido todo—declaró Adelbert, visiblemente ebrio.
—Debemos aprovechar al máximo estas últimas horas que estamos viviendo, Lear —añadió, con un tono de nostalgia en su voz.
—Fue una gran noche aun la recuerdo—comentó Adelbert
Adelbert, en un estado de embriaguez, relató cómo los tres habían decidido compartir sus últimos momentos en el animado bar Estrella Veloz. Los tres pasaron toda la noche disfrutando de la agradable compañía del otro, mientras se dejaban llevar por el vino hasta quedar completamente embriagados. Adelbert describió con detalle cómo la atmósfera del bar era animada y llena de vida, con música alegre y risas resonando en el aire. Aurora, Berthold y él se sumergieron en conversaciones profundas y divertidas, compartiendo risas y creando recuerdos inolvidables.
Adelbert mencionó cómo el vino fluía libremente, brindando un toque de euforia y alegría a la velada. Los tres amigos se deleitaron con la amplia selección de vinos ofrecidos por el bar, degustando diferentes variedades y sabores.
A medida que la noche avanzaba, la embriaguez se apoderaba de ellos, pero esto solo aumentaba la sensación de camaradería y complicidad entre ellos.
Adelbert recordó cómo Aurora, con una sonrisa radiante en su rostro, compartió historias y anécdotas de su vida, creando un ambiente cálido y acogedor. Berthold, por su parte, no dejaba de elogiar la elección del bar, destacando su ambiente vibrante y la excelente atención del personal. Juntos, los tres amigos disfrutaron de una noche inolvidable, llena de risas, confidencias y un profundo sentido de conexión.
—Es evidente, Adelbert, que estás muy ebrio, incluso yo me bebería todo el vino sabiendo que pronto dejaría este mundo tan maravilloso —afirmó Lear con los ojos llenos de lágrimas.
—Deseo volver a ver a mi nieto, él es en este momento lo más importante para mí —expresó Adelbert mientras se dirigía hacia la habitación, tambaleándose de un lado a otro debido a su estado de embriaguez.
Lear al verlo sonríe por que al menos sabe que los Dioses han estado aprovechando cada momento de vida que les queda antes de su muerte.
Continuara...