Chereads / Los 11 guerreros y el Legado de las sombras Libro 1 / Chapter 2 - Capitulo 2 El nacimiento del Príncipe Ancel

Chapter 2 - Capitulo 2 El nacimiento del Príncipe Ancel

Tras la ceremonia nupcial del rey Alger y la reina Galiana, la pareja se embarcó en su luna de miel, un periodo en el que disfrutaron de su amor de una manera intensa y apasionada, como nunca antes lo habían experimentado. Su ausencia del reino se extendió por una semana, tiempo durante el cual se sumergieron en su felicidad. Al concluir este periodo, Alger y Galiana regresaron a sus deberes reales, listos para asumir las responsabilidades que conllevaba ser reyes. Mientras tanto, Adelbert, el padre de Alger, había estado observando con atención el desempeño de su hijo en el trono durante 1 mes y se sintió lleno de orgullo al constatar que Alger se había convertido en un rey excepcional. Un mes después de su regreso, Galiana recibió la maravillosa noticia de que estaba esperando su primer hijo, lo que llenó a ambos de alegría, ya que se convertirían en padres por primera vez. El reino de Astral se preparaba para recibir a un príncipe, el futuro heredero del trono. Con gran entusiasmo, el rey Alger solicitó a Lear, el mensajero, que comunicara a los ciudadanos de Astral la feliz noticia de que tendrían un hijo que sería el príncipe y único heredero del reino. Lear, con alas extendidas, salió volando del castillo y se dirigió a la plaza, donde al llegar, compartió el mensaje, dejando a los ciudadanos asombrados y llenos de alegría al enterarse de la llegada del futuro príncipe.

Tras transcurrir un periodo de nueve meses, la reina Galiana dio la bienvenida a su primer hijo, a quien decidió nombrar Ancel. Este acontecimiento marcó un hito de inmensa alegría y regocijo en todo el reino, ya que la llegada del príncipe Ancel simbolizaba la esperanza y el futuro de la monarquía. La reina Galiana, llena de sueños y anhelos, se encontraba emocionada ante la perspectiva de compartir su vida con su pequeño, un deseo que había acariciado durante mucho tiempo y que finalmente se materializaba en ese instante tan esperado.

En el momento del parto, se decía que los Dioses observaban con atención, ansiosos por presenciar el nacimiento del primogénito de la reina. Después de horas de labor, el momento culminante llegó, y Galiana trajo al mundo a un niño de extraordinaria belleza, con piel clara, cabello dorado y ojos de un azul profundo. La atmósfera en la habitación se llenó de júbilo y celebración, mientras los presentes compartían la dicha de este nuevo comienzo, un evento que unía a la familia real y a su pueblo en un mismo sentimiento de felicidad.

Aura el oráculo, desempeñó un papel fundamental en este significativo acontecimiento. Con una expresión de alegría en su rostro, Aura se acercó al recién nacido y, al acariciar su cabeza, sus ojos brillaron con un intenso azul celeste, como si una conexión divina se estableciera en ese preciso instante. Este gesto no solo simbolizaba la bendición de los dioses sobre el príncipe Ancel, sino que también auguraba un futuro lleno de promesas y desafíos, donde el destino del reino podría estar entrelazado con el de este pequeño.

La presencia de Aura, el oráculo, tuvo un impacto significativo en este momento crucial. Con una sonrisa de felicidad en su rostro, Aura acarició la cabeza del recién nacido y, de repente, sus ojos se iluminaron con un brillante azul celeste.

Sin embargo, la alegría se vio empañada cuando Aura experimentó una visión sombría sobre una guerra oscura que comenzaría después de que pasaran 17 años. En su visión, Aura veía a los sabios místicos separando los poderes elementales del Príncipe Ancel y del Dios Berthold y transportandolos a talismanes que habian sido creados por el mago Arnold, un día antes de la muerte de los dioses. También veía al Príncipe Ancel siendo llevado al Planeta Tierra por la Reina Galiana y siendo adoptado por una familia humana que había sido elegida llamada los Anderson. Desde niño, Ancel se haria amigo de diez chicos humanos y, al llegar a la adolescencia, él y los diez chicos humanos conocerían a los sabios místicos. Los sabios místicos les contarían sobre la guerra y les entregarían los talismanes que los eligieron para ser entrenados y convertidos en guerreros, con el fin de proteger Astral y su mundo de Herrscher Schatten, el hijo de Eberhard, el segundo rey del planeta Nebel. Eberhard había tenido una guerra contra los Dioses astralianos años atrás y la había perdido, pero antes de su muerte juró venganza enviando a su hijo. Los guerreros deberán enfrentarse a Herrscher Schatten para salvar el planeta Astral y la Tierra de las sombras de su enemigo en el futuro.

Después de ver todo lo que sucedería en el futuro después de 17 años, Aura decide contarles todo a los Dioses, al Rey Alger y la Reina Galiana. Los momentos de felicidad no durarían mucho tiempo. Aura mira al Príncipe Ancel con seriedad, ya que sabía lo que enfrentaría en su adolescencia.

"Es hermoso", afirmó Galiana con una sonrisa radiante. "Es igual a mí".

Alger observó a su hijo y asintió. "Es verdad. Es tu viva imagen".

El rey Alger dirigió su mirada hacia Galiana. "¿Cómo lo vas a llamar?"

La reina Galiana sonrió y respondió: "Le pondré el nombre de Ancel".

Un murmullo recorrió la habitación cuando el Dios, Berthold, se manifestó. "Ancel es un nombre adecuado para tu hijo, reina Galiana. Su significado es Bendecido".

El rey Alger sostuvo a su hijo entre sus brazos. "Me agrada el nombre de Ancel".

El padre de Alger, Adelbert, contempló al bebé con ojos llenos de ternura. "Mi nieto ha nacido".

Aurora miro a Ancel comentó: "Es tan dulce".

El rey Alger anunció con orgullo: "Mañana haremos el anuncio oficial al pueblo astraliano acerca del nacimiento del Príncipe Ancel".

Pero sus palabras fueron interrumpidas por Aura, el oráculo, que dirigió su mirada hacia el bebé. "Alger, no es posible que informes al reino sobre el nacimiento del príncipe Ancel".

Galiana se alarmó. "¿Por qué dices eso, mamá?"

El rey Alger observó a Aura con preocupación. "¿Qué pasa?"

Aura ordenó a las enfermeras que se retiraran. "Indiquen a uno de los guardias que le comunique a Lear que busque al mago Arnold y lo lleve al Consejo".

Las enfermeras salieron, dejando al resto a solas.

Galiana sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. "¿Debes ver al mago Arnold de inmediato?"

—Si es necesario, no puedo esperar, Galiana—respondió Aura.

—Galiana transportanos a todos al Consejo ahora—añadió

—Madre, ¿podrías hablar con todos mañana? Acabo de dar a luz —protestó Galiana.

—Lamento mucho, Galiana, pero lo que tengo que decirles es sumamente importante y no puede esperar hasta mañana—declaró Aura—Ancel también debe estar presente, ya que todo lo que tengo que decirles también lo incluye a él.

El rey Alger y la reina Galiana se quedaron atónitos.

—Has experimentado una visión relacionada con Ancel, ¿verdad, Aura?— preguntó Adelbert.

—Aurora sana a Galiana y luego que ella nos lleve a todos al Consejo—mencionó Aura mientras observaba a Aurora.

—Lo lamento mucho, Galiana, pero lo que tengo que decirles es sumamente importante y no puede esperar hasta mañana—declaró Aura, el oráculo.

—Ancel también debe estar presente, ya que todo lo que tengo que decirles también lo incluye a él—añadió

El rey Alger y la reina Galiana se quedaron atónitos.

—Has experimentado una visión relacionada con Ancel, ¿verdad, Aura?—mencionó Adelbert, observando a Aura, el oráculo.

—Sí, así es, Adelbert—respondió Aura.

Antes de que Galiana usará su poder de la transportación y los llevara al Consejo, Aurora utilizó su habilidad de sanación para sanar a Galiana y de inmediato se recuperó de los intensos dolores del parto. Fue un momento de gran alivio para ella, ya que pudo restablecer su energía y sentirse renovada.

Una vez que se sintió mejor, Galiana decidió utilizar su poder de transportación para llevar a todos al Consejo. Con un simple gesto de su mano, creó un portal mágico que los transportó instantáneamente al lugar deseado.

***

Sobre la altísima torre del imponente castillo, Lear vigilaba con mirada aguda el reino que se extendía ante él. Desde su privilegiada posición, ningún movimiento, gesto o sombra escapaba a su escrutinio.

El viento susurraba suavemente, acariciando su rostro mientras permanecía inmóvil como una estatua, inmerso en su tarea. La magnificencia del castillo se alzaba ante él, sus muros de piedra inexpugnables y sus torres apuntando hacia el cielo. Desde allí, Lear podía admirar la belleza del paisaje circundante, sus verdes prados y sus frondosos bosques.

Pero su atención estaba centrada en asegurarse de que todo estuviera en orden, que ningún detalle se le escapara. De repente, un guardia ascendió a la torre.

—Lear, sabía que te encontraría aquí—jadeo guardia.

—Esta torre es mi lugar favorito, desde aquí puedo contemplar todo el esplendor del reino—respondió Lear, mientras admiraba el extenso paisaje que se extendía ante sus ojos.

—El príncipe ya ha nacido—anunció el guardia.

—Qué gran noticia—respondió Lear, dirigiendo su mirada al guardia con entusiasmo.

—El oráculo desea que vayas en busca del mago Arnold y lo lleves al Consejo—informó el guardia.

—Es extraño que el oráculo quiera ver al mago Arnold a estas horas. Hace mucho tiempo que no vemos a ese anciano—comentó Lear, confundido.

—Quizás Aura desee comunicarle algo de gran importancia. Cuando un miembro del Consejo desea hablar con alguien, suele ser por motivos trascendentales —expresó el guardia.

—Entendido, lo buscaré—respondió Lear.

Con eso, Lear se lanzó desde la torre, desplegó sus alas y se lanzó en picado hacia el pueblo en busca del mago Arnold.

***

La reina Galiana había empleado sus habilidades de transporte para llevar a Aura el Oráculo, junto con los Dioses Adelbert, Berthold, el rey Alger, la reina Galiana junto con su bebé a la sala de reuniones del Consejo Místico. El lugar se encontraba vacío, ya que todos los miembros habían finalizado su jornada laboral, lo que lo convertía en el sitio ideal para llevar a cabo la reunión secreta. Sin embargo, ninguno de ellos tenía ni la más mínima idea de lo que el futuro le depararía a Astral en los próximos 17 años.

El Consejo Místico no era solo un simple edificio; representaba un bastión de poder, un lugar donde las decisiones que influirían en el futuro de todos se forjaban con gran solemnidad. Este era un espacio de suma importancia y prestigio en todo Astral, ya que no solo albergaba discusiones sobre asuntos trascendentales, sino que también era el escenario donde se llevaban a cabo los juicios más relevantes y determinantes del reino. Cada rincón del Consejo emanaba un aura de reverencia, había sido fundado por Lord Obert hace años.

El acceso a la sala de reuniones, ubicada en el último piso del edificio, era una experiencia en sí misma; se accedía a través de un pasillo adornado que conducía a un ascensor enorme y lujoso, que se elevaba con suavidad ofreciendo vistas privilegiadas de la ciudad que se extendía a sus pies, donde cada torre y cada bandera ondeaban con orgullo. La magnitud del Consejo era verdaderamente imponente; banderas de distintos colores y símbolos colgaban de las torres, ondeando majestuosamente al compás del viento, como guardianes silenciosos de los secretos que allí se resguardaban.

El interior de la sala de reuniones era un despliegue de lujo sin igual. El suelo, cuidadosamente pulido y hecho de exquisito mármol, reflejaba la luz que entraba por los grandes ventanales, creando un ambiente casi etéreo. Las paredes estaban adornadas con retratos de los ancestros que habían gobernado hace siglos, sus miradas fijas y severas parecían observar y juzgar cada palabra pronunciada en aquel espacio sagrado. En una de las principales paredes, colgaba una tabla del orden, un documento importante que enunciaba las normas que todos los miembros del Consejo debían seguir, así como las reglas que debían respetar los visitantes llevados a este círculo de poder.

—Por favor, Galiana, toma asiento. Lo que tengo que decirte no será fácil de escuchar—comentó Aura con seriedad, fijando su mirada en Galiana.

Galiana se sentó, visiblemente preocupada, mientras sostenía a Ancel en sus brazos.-Empiezas a inquietarme, mamá -respondió Galiana con tono de preocupación en su voz.

—No quiero que nada malo le pase a Ancel es mi primer hijo—expresó y su rostro se lleno de preocupación al mirar a su bebé.

—Cuando llegen los que se encuentran ausentes les diré la visión que tuve sobre Ancel—anunció Aura el oráculo

Alger colocó su mano derecha en el hombro derecho de Galiana, la miró directamente a los ojos y le dedicó una sonrisa cálida, demostrando así su apoyo incondicional hacia ella en ese momento.

***

El templo de los sabios místicos se encontraba al norte del reino, en la cima de una imponente montaña, rodeada de nubes que se arremolinaban a su alrededor, y para llegar a él era necesario ascender por una larga serie de escaleras que parecían no tener fin. Los místicos sagrados eran cuatro ancianos de tez clara, cabello blanco como la nieve y barba larga que les llegaba hasta la cintura. Todos ellos vestían una túnica magnífica de color rojo y dorado, adornada con intrincados símbolos místicos que relucían con un brillo espiritual. Ellos se llamaban Adelfried, el más anciano y sabio de todos, Gerard, Adelmo y Verner.

Los sabios místicos decidieron interrumpir sus plegarias a los dioses al sentir que algo estaba a punto de suceder. Tenían la capacidad de percibir el peligro y notaron la presencia de Aura, la oráculo, en una visión que los llenó de preocupación. Al percatarse de que el rey Alger y la reina Galiana, quienes acababan de dar a luz a su primer hijo, se encontraban en la sala de reuniones del Consejo Místico junto a los Dioses, todos se unieron tomándose de las manos para formar un círculo sagrado. Los sabios sagrados comenzaron a irradiar una luz dorada desde sus cuerpos y de inmediato utilizaron su poder de teleportación para trasladarse al Consejo.

***

En un abrir y cerrar de ojos, los sabios místicos desaparecieron del templo y reaparecieron en la sala de reuniones, envueltos en una intensa aureola de luz dorada. Al abrir sus ojos, se encontraron con la presencia del rey Alger, la reina Galiana y Aura, el oráculo. El rey y la reina estaban de pie junto a una cuna dorada, en la que descansaba su precioso hijo recién nacido.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de todos los presentes al contemplar al pequeño príncipe quien estaba dormido en los brazos de la reina Galiana. Los sabios místicos se acercaron a la reina Galiana para contemplarlo de cerca, sintiendo una gran emoción al ver la nueva vida que había llegado al reino.

—Aura, el oráculo, se encuentra presente junto a los Dioses. Es evidente que tiene algo importante que comunicarnos. Esta reunión será de suma importancia —declaró uno de los místicos sagrados, con un tono grave y solemne.

—Es inusual ver a los Dioses reunidos en el Consejo junto con los reyes y el oráculo Aura —mencionó Adelmo, acariciando su barba con gesto pensativo.

—Sí, la alineación de los astros no se suele dar con tal frecuencia —respondió Verner, con la mirada fija en los deidades, como si buscara leer sus pensamientos.

Los sabios místicos realizaron una reverencia en señal de respeto hacia los Dioses, quienes permanecían impasibles, como si llevaran sobre sus hombros el peso de los destinos.

—Es un placer para nosotros contar con su presencia —expresó Verner, rompiendo el silencio.

—Nosotros también apreciamos su presencia —contestó Adelbert, asintiendo vigorosamente.

—Saludos, estimados sabios místicos. Los he convocado al Consejo para transmitirles un mensaje de suma importancia. Sin embargo, aún no podemos dar inicio a la reunión, ya que aún falta la presencia de Arnold el mago y Lear el mensajero —expresó Aura, su mirada envolviendo a todos los presentes.

—Desconocemos el contenido de este mensaje, pero al ver la presencia de los Dioses, algo poco común en el Consejo, podemos inferir que esta reunión reviste gran importancia. Además, el hecho de que nos haya convocado casi a medianoche nos hace comprender aún más su trascendencia —añadió Verner, su voz cargada de preocupación.

—No podía posponer esta reunión para mañana, era imperativo convocarlos hoy mismo —afirmó Aura, observando a los sabios místicos.

—Tengo la sensación de que esta reunión inesperada nos traerá muchas sorpresas —comentó Gerald, cruzando los brazos.

—Tienes razón, Gerald —afirmó Aura, esbozando una leve sonrisa.

—Cambiando de tema, veo que la reina Galiana finalmente ha dado a luz a su pequeño hijo —observó Adelfried mientras fijaba su mirada en el bebé en los brazos de Galiana.

—Sí, nuestro pequeño finalmente ha nacido, soy el padre más feliz del universo —declaró Alger, mirando al bebé que dormía plácidamente.

—Les deseamos muchas bendiciones, porque sí las tendrá —comentó Adelmo, su voz rebosante de alegría.

—Valoramos enormemente el agradecimiento de Adelmo hacia nosotros —afirmó el rey Alger, con una mirada de agradecimiento hacia quienes lo rodeaban.

—Iniciaré la reunión cuando estén todos los que he solicitado —comentó Aura, su tono serio volviendo a dominar la sala. —Esta noche, destinos enteros pueden cambiar.

La reunión no podía empezar hasta que el último invitado llegara, así que todos acordaron esperar con paciencia a los ausentes.

***

En la media noche, Lear habia volado con velocidad vertiginosa, el viento silbando a sus oídos. Llegó al pueblo y aterrizó ante la humilde casa del mago.

Rodeada por un exuberante jardín, la residencia del mago era un espectáculo para la vista. Plantas exóticas florecían en una sinfonía de colores vibrantes, llenando el aire con su fragante perfume. Con paso decidido, Lear se acercó al portón principal, sus ojos recorriendo el intrincado trabajo en metal que representaba escenas de antiguas batallas mágicas.

Al llegar a la puerta principal, Lear levantó la aldaba de bronce con la forma de un caldero mágico. Tres fuertes golpes resonaron en el silencio, anunciando su llegada. La puerta se abrió con un suave chirrido para revelar al mismísimo Arnold, el mago. Sus ojos azules centelleaban con una sabiduría ancestral, brillando con una intensidad que hacía que los recién llegados se sintieran tanto intrigados como un poco intimidados.

El tiempo había marcado el rostro de Arnold con sabiduría. Su piel clara estaba grabada con innumerables líneas, cada una contando una historia de experiencias vividas. Sus ojos esmeralda brillaban con una luz antigua e insondable, albergando secretos conocidos solo por aquellos que habían entrado en los reinos de lo arcano.

El largo cabello canoso de Arnold caía en cascada sobre sus hombros, enmarcándolo en un aura de misterio. Una barba de igual longitud le llegaba hasta el pecho, otorgándole un aire de venerable patriarca. Su túnica fluida, tejida con hilos plateados, era un testimonio de su dominio de las artes mágicas.

—Lear, el mensajero del reino—anunció el anciano. "¿Qué te trae por aquí en una hora tan tarde?"

—Saludos, Arnold—respondió Lear con una sonrisa que ocultaba una pizca de nerviosismo.

—Recibí el mensaje de parte de un guardia del reino me informó que debes ir al Consejo, al parecer Aura, el oráculo, tiene algo muy importante que comunicarte—informó

—¿Aura?—preguntó Arnold, alzando las cejas con sorpresa. "Inesperado, de hecho. No he asistido al Consejo en mucho tiempo".

—El motivo de su petición es desconocido—explicó Lear. —Pero ella insiste en que debes acompañarme al instante.

Un destello de curiosidad atravesó los ojos de Arnold. "Hace tiempo que no asisto al Consejo. Debe ser un asunto de gran importancia".

—Puede que así sea—comentó Lear con voz enigmática.

Arnold asintió solemnemente. "Puedes entrar. Aceptaré tu visita, aunque sabes que siempre estoy ocupado con mis investigaciones".

Lear entró en la espaciosa y tenuemente iluminada morada de Arnold. El aire estaba impregnado de un penetrante olor a pergaminos antiguos y tintas exóticas. Libros polvorientos se amontonaban hasta el techo, y extraños artefactos yacían esparcidos por todas partes.

Mientras Arnold cerraba la puerta a sus espaldas, Lear no pudo evitar echar un vistazo a la mesa de trabajo del mago. Allí, bajo el resplandor de una lámpara parpadeante, descansaba un extraño objeto. Era una reloj extraño, su superficie lisa reflejaba la tenue luz de la habitación.

—¿Qué es eso?—preguntó Lear, su curiosidad se apoderó de él.

Arnold sonrió maliciosamente. "Eso, mi joven amigo, es un artefacto que estoy creando". Una pausa dramática siguió antes de que continuara. "Un artefacto que permitirá mirar a través del tiempo".

Los ojos de Lear se abrieron de par en par. "¿Mirar a través del tiempo?", repitió con incredulidad.

—Así es—comentó Arnold. "Pero suficiente por ahora. Debo  al Consejo.

—Arnold, iré directamente al grano asi que escucha con atención—comentó Lear.

—La reina Galiana acaba de dar a luz a su primer hijo hace unos minutos—añadió.

—Es una excelente noticia que la reina Galiana haya dado a luz a su hijo—Arnold exclamó y sus ojos se abrieron  de par en par declaró Arnold, sorprendido y con gran alegría.

—Eso era todo lo que tenía que comunicarte—expresó Lear el mensajero.

—Sería conveniente que salieras de tu hogar de vez en cuando, hace mucho tiempo que no asistes al bar estrella veloz—agregó.

—Con el nacimiento del príncipe, con mucho gusto iré a celebrar—respondió Arnold con una sonrisa.

Lear se encaminó hacia la salida de la morada de Arnold el mago. En el trayecto, el comunicador empezó a sonar, llamando la atención de Lear sobre una llamada entrante. Sin demora, Lear activó el dispositivo y una pantalla holográfica se proyectó ante él, mostrando la imagen del rey Alger.

Al ver la figura del rey en la pantalla, Lear se sintió sorprendido.

—Rey Alger—comentó Lear mientras observaba al rey Alger en la pantalla holográfica de su comunicador.

—Lear, ¿ya le diste el mensaje a Arnold?—inquirió el rey Alger.

—Sí, rey Alger, de hecho estoy en su casa. Acabo de entregarle el mensaje y ahora me retiro—respondió Lear.

—Permanece en la casa de Arnold. Aura también desea verte en el Consejo. Estamos esperando por ustedes—indicó el rey Algél.

El mago Arnold al escuchar al rey Alger comunicarse con Lear por medio del comunicador se acerca a el.

Lear asintió con la cabeza y afirmó: "De acuerdo, iremos al Consejo".

El rey Alger finaliza la llamada y la pantalla holográfica del comunicador se apaga automáticamente.

—El rey Alger nos espera a ambos en el Consejo, si que me sorprende solo soy el mensaje del reino—Lear le comunico a Arnold.

—En ese caso, te llevaré conmigo—comentó Arnold.

Arnold utiliza su magia para crear un símbolo de transportación en el suelo. Este símbolo brilla intensamente al ser activado y, de inmediato, Arnold se coloca sobre él junto con Lear. Acto seguido, el símbolo de transportación del mago aparece en el suelo de la sala de reuniones del Consejo. Arnold sale de él junto con Lear y se encuentra con todos los presentes en el lugar.

***

Lear y Arnold se inclinan respetuosamente ante los Dioses al verlos cara a cara.

—Hola a todos, es un placer encontrarme nuevamente con ustedes—saludó Arnold a los presentes.

—Hola Arnold, hace mucho tiempo que no te veíamos —comentó Adelfried al ver al mago Arnold.

—Soy consciente de que he estado muy ocupado, pero en esta ocasión decidí asistir porque Lear me informó que el Oráculo tenía algo muy importante que decirme—expresó Arnold.

—Es un verdadero gusto encontrarte de nuevo, Arnold —expresó Aura mientras sus ojos se posaban en él.

—Estoy completamente de acuerdo, Aura—respondió Arnold.

—Es un honor saber que su hijo ha venido al mundo, Rey Alger y Reina Galiana—mencionó Arnold al inclinarse respetuosamente frente a los reyes.

—Agradecemos tus palabras, Arnold—respondió el Rey Alger.

—Coincido plenamente—afirmó la Reina Galiana.

—Incluso los sabios místicos están presentes en esta reunión, lo cual indica que no es una reunión cualquiera, sino que debe tratarse de algo de gran importancia, ya que hasta la presencia de los Dioses es inusual—reflexionó Lear al observar a los sabios místicos y a los Dioses.

—Son los Dioses, rara vez asisten a una reunión a menos que sea de suma importancia—consideró Arnold, el mago.

—La reunión puede comenzar ahora mismo—declaró Aura el oráculo.

—En el momento del nacimiento del Príncipe, he tenido una visión que cambiará el destino de nuestro mundo—expresó Aura mientras observaba a los presentes.

—¿Qué tipo de visión tuviste, Aura?—preguntó Berthold al dirigir su mirada hacia Aura.

—He presenciado una guerra oscura que se desatará dentro de 17 años, y no solo eso Ancel es elegido junto con diez chicos humanos provenientes del Planeta Tierra para adquirir sus poderes místicos. Al parecer, necesitará su ayuda para derrotar en una guerra de las sombras a Herrscher Schatten, el hijo del Dios de las sombras Eberhard—explicó Aura el Oráculo.

—El hijo de Eberhard, llamado Herrscher Schatten, vendrá a Astral para declararnos la guerra, tal como lo predijo antes de su muerte en la guerra que tuvimos hace 1500 años—añadio

—De verdad, diez jóvenes humanos serán elegidos junto con nuestro hijo para portar sus poderes y enfrentarse a ese tal Herrscher Schatten—expresó Alger.

—No puede ser, otra guerra oscura se acerca Astral estará nuevamente sumido en las sombras—exclamó Verner sorprendido.

—El hijo de Eberhard desea cumplir con el deseo de su padre—añadió Adelfried.

—Ancel deberá compartir sus poderes con chicos humanos, es solo una broma, Aura—expresó el rey Alger, mostrando cierta molestia por un momento.

—No deseo que mi hijo participe en una guerra oscura, ese no puede ser su destino—expresó Galiana con molestia.

—Él está destinado a ser el Príncipe de Astral y estar a nuestro lado—agregó.

—Galiana, tú más que nadie sabes que mis visiones siempre son precisas, ese será el destino de tu hijo—comentó Aura, mirando seriamente a Galiana.

El oráculo Aura utiliza sus habilidades de ilusión para materializar las imágenes que ha presenciado en su visión. Estas imágenes revelan a los valientes jóvenes humanos que se unirán a ella en la inminente guerra de las sombras contra su enemigo, Herrscher Schatten, quien proviene del lejano planeta oscuro llamado  Nebel. Con su poderoso don, Aura logra plasmar con precisión cada detalle de los chicos, mostrando su determinación y valentía mientras se preparan para enfrentar esta guerra épica.

—Los sabios sagrados deberán dividir los poderes del Príncipe Ancel en 11 talismanes que Arnold creará. Cada uno de los elegidos poseerá un fragmento de sus poderes y serán entrenados para convertirse en guerreros que protejan Astral. Tal vez el mundo de los humanos se vea afectado debido a que Herrscher Schatten quera viajar a él para destruirlo. Por eso, incluso nosotros debemos protegerlos—declaró Aura, el oráculo, al mostrar las imágenes de su visión.

El futuro que le aguarda al Príncipe Ancel deja a todos los presentes asombrados, incluso los mismísimos Dioses se sorprenden. La visión de lo que le depara el destino al Príncipe Ancel es tan impactante que nadie puede evitar sentir asombro al contemplarlo. Los desafíos que le esperan al heredero del trono lo cual demuestra la magnitud de su futuro.

—Nunca permitiré que mi hijo pelee junto a los humanos, todos saben que son una raza débil y solo conocen la avaricia—declaró Alger.

—Los poderes de mi hijo no serán transferidos a talismanes, si se queda sin ellos podría morir, Aura—añadió Alger mientras miraba a Aura.

—Tu hijo no morirá, el destino de él ya está escrito, Alger —respondió Aura.

—Él vivirá sin poderes, pero no podrá estar en Astral durante 17 años porque su destino es permanecer al lado de los chicos humanos—añadió.

—No dejaré que Ancel se quede en la Tierra—declaró Galiana.

—El hijo del rey debe superar desafíos para demostrar su valía ante el reino, esa es la regla principal de la realeza astraliana—explicó Aura, dirigiendo su mirada a Alger y Galiana.

—Cuando eran jóvenes, se les asignaron misiones que lograron completar con éxito, demostrando así su valía ante el reino—agregó.

—Eso fue distinto, Galiana y yo éramos jóvenes, mi hijo acaba de nacer, es solo un bebé—respondió Alger, mirando a Aura.

—Si se avecina otra guerra, podemos combatir en lugar del Príncipe Ancel, ya que somos los Dioses de Astral y nuestro deber es proteger nuestro de las sombras —expresó Berthold, el Dios.

—Estoy de acuerdo con Berthold, Ancel no participará en esa guerra, nosotros lo haremos en su lugar—afirmó Aurora.

—En esta ocasión, Aura, no estamos de acuerdo con la visión que has tenido. Ancel no participará en esa guerra. Nosotros, como los guardianes de Astral, lucharemos contra Herrscher Schatten y lo derrotaremos—declaró Adelbert mientras observaba a Aura.

—Todavía no he explicado claramente lo que está ocurriendo—respondió Aura.

—Aura, los dioses pueden enfrentarse a Herrscher Schatten. El príncipe, con tan solo 17 años, sería demasiado joven para la guerra y podría resultar mortal para él, especialmente sabiendo que simples humanos estarán a su lado—afirmó Galiana, el mensajero.

—No estoy de acuerdo en que los sabios místicos separen los poderes de mi nieto para transferirlos a los talismanes que Arnold creará—manifestó Adelbert.

—¿Por qué no fueron elegidos los jóvenes astralianos en lugar de los débiles humanos?—Preguntó Arnold

—En mi visión, los chicos humanos demostraron un valor que los astralianos, a pesar de ser más fuertes, no poseen —respondió Aura.

—En Astral existen traidores que pueden utilizar los poderes del Príncipe para hacer el mal. La razón por la cual los niños humanos serán elegidos es porque poseerán un corazón noble, tendrán valentía y fortaleza—expresó Aura, el oráculo.

—Es difícil de creer, pero los seres humanos pueden alcanzar una gran fortaleza si poseen la voluntad necesaria —afirmó Aura, el oráculo, mientras dirigía su mirada hacia Alger.

—Los humanos no son tan frágiles como se piensa, de hecho, son la envidia de muchas razas alienígenas existentes en el universo—expresó Aura.

—Es lamentable que puedan envidiar a una raza tan débil —comentó el Dios Berthold con sarcasmo.

—Ya basta de tonterías, nos enfrentaremos a Herrscher Schatten y les daremos una paliza—añadió

—Eso sera imposible, Berthold—respondió Aura, dirigiendo su mirada hacia él.

—Para ti parece ser imposible. Incluso estoy dispuesto a enfrentarme a Herrscher Schatten, me enfrenté a Eberhard cuando era joven. Ahora soy más poderoso, casi igual que mi padre—expresó Alger mientras dirigía su mirada hacia Aura.

—Alger, tu hijo posee incluso los poderes de Aurora debido a su linaje. Él podría ser incluso más poderoso que tú —respondió Aura seriamente mientras observaba a Alger.

—Adelbert, Aurora y Berthold no podrán enfrentarse a Herrscher Schatten, la guerra no está destinada para ustedes—añadió, dirigiendo su mirada hacia los Dioses.

—¿Por qué afirmas eso, Aura?—preguntó Aurora, confundida.

—Han transcurrido 10,000 años y su reinado como Dioses ha llegado a su fin. Cuando la guerra llegue, habrán pasado 17 años y el Príncipe Ancel, junto con los jóvenes humanos, ya se habrán convertido en guerreros—afirmó Aura.

—Cuando eso ocurra, ustedes ya habrán fallecido porque la guerra que se avecina no es para ustedes, sino para los once guerreros—declaró Aura mientras observaba a los dioses.

—Los Dioses son inmortales, no puede ser posible —respondió Berthold.

—Existen dioses más poderosos que otros—señaló Aura.

—Ya han cumplido con su deber, es hora de partir hacia las estrellas—concluyó.

Los Dioses se encuentran sorprendidos al enterarse de que su existencia en Astral llegará a su fin, después de haber gobernado durante tantos milenios.

—Esto es inesperado—comentó Adelfried.

—Los Dioses están destinados a morir, no puedo creerlo, el futuro de Astral queda en manos del Príncipe—comentó Lear asombrado

—El Príncipe lleva el linaje de sangre de Adelbert y Aurora se convertirá en un Dios poderoso—observó Adelmo mientras miraba al Príncipe.

—La guerra comenzará y estaremos muertos cuando eso suceda—expresó Adelbert sorprendido.

—Así es, Adelbert. Sus muertes están más cerca de lo que creen—respondió Aura

Galiana, sorprendida, comentó: "No puedo creer lo que estoy escuchando. Mamá Ancel tendrá que defender Astral junto con esos niños humanos".

Arnold, el mago, también sorprendido, agregó: "La situación es mucho peor de lo que jamás imaginé. Nunca vi venir esto", y luego dirigió su mirada hacia el Príncipe Ancel.

—No deseo separarme de Ancel—declaró Galiana, mientras abrazaba a Ancel con lágrimas en sus ojos.

—La norma principal del reino establece que deben enviar a sus hijos a fortalecerse lejos del reino, como parte de su entrenamiento para sobrevivir a todo peligro. En esta ocasión, Ancel deberá permanecer en el Planeta Tierra durante 17 años, para que pueda conocer a los chicos humanos que serán elegidos junto a él, y así puedan crear un vínculo —explicó Aura, el oráculo.

—Cuando eso ocurra, los sabios místicos los buscarán y los traerán a Astral, para que posean los talismanes de los poderes del Príncipe y sean entrenados para convertirse en guerreros, antes de que Herrscher Schatten llegue a nuestro mundo  junto a su ejército de seguidores de las sombras—añadió.

—No debes inquietarte por tu hijo Galiana, ya que estará en buenas manos y será adoptado por una familia humana llamada los Anderson—afirmó Aura al crear la ilusión de los Anderson.

Galiana se mostró molesta al escuchar las palabras de Aura, el oráculo. No podía permitir que su hijo Ancel pasara 17 años en el Planeta Tierra. Sin embargo, Aura le reveló que Ancel sería adoptado por una pareja humana llamada los Anderson. Esta noticia sorprendió a Galiana, ya que no esperaba que su hijo fuera adoptado por humanos.

Galiana y Alger se sorprendieron al ver a los Anderson, la familia que estaba destinada a adoptar a su hijo.

—Mi hijo acaba de llegar al mundo y ya me veo obligado a separarme de él. Es injusto el destino que le ha tocado vivir a Ancel—expresó el rey Alger.

—Es cierto que todos los astralianos esperaban con ilusión el nacimiento de Ancel, pero lamentablemente no podrán presenciarlo. Será necesario que les revelemos la verdad —expresó Galiana con una expresión de tristeza en su rostro.

—No hay necesidad de que se enteren de nada—respondió Aura, dirigiendo su mirada hacia Galiana

—No permitirás que el rey y la reina revelen la verdad al pueblo astraliano—expresó Arnold mientras observaba a Aura el Oráculo.

—Nadie debe enterarse de esto, por que creen que le pedí a Galiana que me trajera al Consejo con todos ustedes—comentó Aura mirando a todos los presentes.

—Galiana, Ancel tendrá un futuro prometedor junto a los niños humanos. Si deseas proteger a Astral, debes aceptar su destino—añadió acercándose a Galiana

—No veo la necesidad de separar los poderes de Ancel, ya que tiene linaje de los dioses, seguramente podrá defenderse solo—observó Alger mientras miraba a Aura.

—Ancel no podrá luchar solo, requerirá ayuda una vez que sus poderes estén fortalecidos podra luchar por si mismo. Por eso se los jóvenes humanos fueron elegidos—contestó Aura.

—No solo eso, Berthold, antes de que fallezcas, debes transferir tus poderes a un talismán que Arnold creará. Es necesario que lo hagas, tus poderes de creación de armas divinas serán muy útiles en la guerra que se aproxima —comentó Aura al dirigirse a Berthold.

—¿Transferir mis poderes a un talismán? Eso es posible —respondió Berthold con confusión.

-Siempre y cuando renuncies a ellos por tu voluntad-agregó Arnold el mago.

—Si renuncio a mis poderes, me convertiré en un astraliano común, pero si eso ayuda a proteger el planeta Astral, entonces que así sea—expresó Berthold.

—Está decidido entonces, Berthold renunciará a sus poderes una vez que el talismán creado por Arnold esté listo—afirmó Aurora.

—¿Es posible que un talismán pueda contener el poder de un dios?—cuestionó Adelbert mientras miraba a Arnold.

—Sí, es posible. Conocemos un método que puede utilizarse para transferir los poderes de un dios a un talismán—mencionó Adelfried.

—Si es así, entonces dismelo. No creo tener la capacidad de crear un talismán que pueda transportar los poderes de un dios a éllos —expresó Arnold, el mago.

—Existe una piedra llamada iluminación divina, es mística y tiene la capacidad incluso de contener el poder de un dios, siempre y cuando esté dispuesto a transferir sus poderes a ella por su propia voluntad —comentó Adelmo.

—La roca, al ser mística, responde a la voluntad de quien la lleva —añadió.

—La roca de iluminación divina existe, ¡pensé que solo era un mito! —exclamó Arnold el mago, asombrado.

—No es un mito, es una realidad. Hace 9,000 años, miles de ellas estuvieron en el templo perdido al Norte del reino. La tribu de antiguos astralianos las utilizaba para transferir malas energías que los atormentaban, mientras que otros las usaban para extraer su poder divino, ya que les ayudaba a sentirse en paz—mencionó Verner.

—Además las rocas son indestructibles—añadió

—Sin embargo, un día el templo fue invadido por ladrones tiranos que buscaban tesoros raros para vender en el mercado negro. Dado que las rocas eran sagradas, el líder de la tribu antigua decidió destruir el templo junto con los tiranos para evitar que se llevaran las rocas de iluminación divina—agregó.

—Esta fue la única forma en que pudieron protegerlas, añadió.

—Las piedras responden a la voluntad del portador, son poderosas y pueden extraer poderes incluso de los dioses, son tan resistentes que es imposible romperlas —agregó.

—Si las piedras se encuentran en el templo de la tribu antigua, entonces debemos ir a recuperarlas —comentó Lear.

— Han pasado 9,000 años, si las piedras son indestructibles, entonces su poder divino puede que aún esté presente —mencionó Aurora.

—Es sorprendente, nunca antes había oído hablar de esa tribu asta este momento. Astral realmente guarda más misterios de los que nunca pensé —declaró el rey Alger.

—Alger, cuando eras joven, no solías leer libros porque presumías de tu apariencia con las jóvenes astralianas, por eso no sabías de esa tribu astraliana —expresó el rey Alger.

—Papá, qué puedo decir, era un joven atractivo —respondió Alger.

—Cree este planeta conocimos a esa tribu —comentó Adelbert.

—Recuerdo que visitamos el templo del Norte hace muchos años, les pedimos a la tribu que nos dieran varias de esas rocas porque pensamos que podrían sernos útiles en un futuro y asi lo fue—recordó Verner.

—Entonces no será necesario que cree un talismán, las rocas de iluminación divina no parecen tener ningún problema —comentó Arnold.

—De hecho, sí tienes que crear los talismanes para darles una base a las rocas, así será como se convertirán en talismanes divinos —afirmó Aura.

—La roca les dará el poder, pero la base del talismán será lo que les otorgará la armadura de guerreros a los elegidos —añadió Aura.

—Debo fabricar un talismán capaz de generar una armadura—mencionó Arnold

—Comprendo que esta situación sea complicada para ustedes, Galiana y Alger, pero es importante que acepten el destino que le corresponde a Ancel. Si no lo envían a la Tierra Atral, no podrá ser protegido y las sombras lo destruirán —expresó Aura mientras dirigía su mirada hacia Alger y Galiana.

—Ya he dejado claro que no me separaré de mi hijo—respondió Galiana molesta, dándole la espalda a Aura.

—¡Alger, vámonos de aquí, no tenemos nada que hacer!—exclamó Galiana

En un movimiento fluido y decidido, Galiana tomó la mano de Alger, invocando sus extraordinarios poderes de teletransportación. En un abrir y cerrar de ojos, se esfumaron de la habitación, dejando a los que estaban allí.

—Aura, es devastador para Galiana separarse de su hijo que recién ha llegado al mundo—comentó Aurora, dirigiendo su mirada hacia Aura, el Oráculo.

—Si estuviera en su lugar, me negaría a dejarlo en un planeta tan distante—agregó.

—La comprendo completamente, pero el destino es inalterable—respondió Aura.

—Qué situación tan incómoda—observó Lear a Arnold, que se encontraba a su lado.

—Es cierto, Lear—asintió Arnold.

—¿Por qué me has convocado a esta reunión, Aura? Solo soy el mensajero del reino—preguntó Lear, acercándose al Oráculo.

—Lear, aunque no lo creas, eres parte de esta profecía. Serás nuestro aliado, pero debes mantenerlo en secreto. Alger y Galiana confían en ti—reveló Aura.

—¿Qué puedo hacer yo, Aura?—preguntó Lear, confundido.

—Lo descubrirás a su debido tiempo. Solo debo esperar a que Galiana acepte llevar a Ancel a la Tierra—respondió Aura.

—Está bien, esperaré ese momento—respondió Lear.

—Iré a hablar con Alger y Galiana—anunció Adelbert.

Berthold sacó un artefacto de transporte redondo y lo activó. Tras extender su brazo, apareció un portal. Adelbert utilizó su poder elemental del aire y entró en el portal. Tan pronto lo hizo, el portal se cerró, dejando vacía la sala de reuniones.

Continuará...