Tú y yo somos igual
Que otros normales.
Llegamos tarde a todas partes,
Siempre tenemos miedo.
Con mucha fatiga en su cuerpo y aquel ardor ahora frecuente en sus ojos, Lincoln despertó una vez más antes que todos en la familia, a primera hora de la mañana y haciendo uso de una increíble fuerza de voluntad y muestra de compromiso total, pues él ya no tenía su teléfono, el cual usaba como alarma. El sol estaba aún algo tarde a salir sobre el horizonte y el frio era bastante, especialmente por las condiciones en que dormía. Sentía los dedos de sus manos completamente helados y algo entumecidos, mientras la piel del dorso de su mano parecía estar resecándose debido al frio y su garganta estaba tan seca e incómoda como sus fosas nasales. Aunque era otoño, a Lincoln le parecía que esa mañana, al igual que la noche anterior, el frio era inusualmente intenso.
En realidad Lincoln dormía así por propia decisión una vez más, no así por gusto, pues había conseguido convencer a sus padres de que no tenía problema con su cuarto en la condición en la que estaba actualmente. Ellos, sin mucho esfuerzo de parte del peliblanco, creyeron sus palabras y pospusieron la pausada remodelación que tenían para ese lugar, sin embargo la cama aún estaba en camino. El colchón había sido movido al garaje por petición de Lincoln, esperando que no estorbara en la casa pues usó como excusa que al meterlo en su cuarto terminaría por maltratarse, especialmente si decidía usarlo sin la base. Pero, pese a su esfuerzo por evitar que sus padres gastaran dinero en él, aún hubo cosas que no pudo evitar, como lo fue aquella mochila nueva, o la ropa, la cual aunque era poca, era más que suficiente. También consiguió recuperar su mesada, pero ahora que la tenía, no podía evitar sentirse mal de solo pensar en gastarla. A manera de compensación su padre le dio el triple de su mesada la semana pasada y seguramente haría algo parecido esta semana. Era extraño, pero tener ese dinero le hacía sentir algo molesto y menospreciado, por lo que desde que volvieron a dársela el simplemente decidió guardarla junto al resto de su dinero ahorrado, pero de forma separada. No permitiría que el dinero que había ganado hasta ese momento se mezclara con el que sus padres y Lori le dieron. Prefería dejar el dinero de su mesada sobre el catre viejo, bien acomodado pero a plena vista pues, aunque era bastante dinero, él realmente no lo quería y ahora que llevaba toda esa semana sin asistir a clases para poder aprovechar ese tiempo en conseguir su propio dinero, tampoco lo necesitaba.
Lincoln ni siquiera tuvo que pensar en una excusa al respecto, el día lunes debía volver a clases, pero el anunció que no asistiría y, aunque algo incómodos con eso, sus padres le permitieron ausentarse. Algo que se repitió el resto de la semana escolar, dejando que Lincoln se quedara en casa por las mañanas y saliendo por las tardes para que, tal como lo hacía desde antes, regresara por las noches. Aunque en realidad eso había cambiado un poco pues, aún cuando Lincoln seguía sin cenar junto a la familia, llegaba más temprano a casa y al parecer pasaba el rato en la habitación de Lisa antes de que la cena comenzara y en ocasiones también después de que esta terminara.
Sin tener idea de que hora era o de cuanto faltaba para que el resto de su familia despertara, el chico fue tranquilamente hasta el baño. Era sábado, por lo que todos despertarían un poco más tarde y así no habría preocupación por topárselos. Después de su ducha con agua helada, tanto como para que aquello fuera algo cercano una tortura, Lincoln evito pasar frente al espejo para no toparse una vez más con su reflejo. Sabía que ya no se veía tan desalineado como lo hacía hasta hace poco, las heridas en su rostro habían desaparecido casi por completo y solo quedaban un par de manchas en donde estuvieron sus hematomas. La pequeña herida en su nariz parecía que no desaparecería, dejando en él una cicatriz permanente y recordándole como es que todo sucedió. Eso le daba igual. Su cabello estaba ya mucho más corto pues lo había rebajado el mismo usando algunas cosas que tenía disponibles, y aunque el resultado era bastante malo, al menos el cabello de Lincoln se veía menos alborotado y desarreglado.
Salió del baño aún sintiendo algo de hormigueo en su pie izquierdo, aunque sin tenerlo mucho en cuenta. Le resultaba algo incómodo, pero podía entender que era culpa de la baja temperatura y la pequeña fisura en aquel lugar. Cuando le quitaron aquella férula que mantenía su pie fijo y protegido fue que empezó a sentir ese hormigueo, pero no dijo nada cuando el médico preguntó por su condición. Lincoln deseaba quitarse esa cosa del pie cuanto antes y volver a caminar, de hecho lo necesitaba. Aunque fueron solo pocos días con eso puesto, a Lincoln cada día se le hacía más difícil permanecer en casa. Dentro de su cuarto se terminó de arreglar, si es que a eso podía llamarse arreglar su apariencia, y antes de bajar a la cocina tomó su nueva sudadera, aquella que había comprado recién el día anterior, justo a tiempo. Era nueva y fue más costosa de lo que a Lincoln le hubiera gustado, pero ahora tenía un poco de dinero, y no lo necesitaría guardar de todas formas, por lo que esa sudadera, aunque era algo costosa, estaba bien como un gasto, al menos lo mantenía caliente en medio de la intemperie que representaba el pueblo en el que vivía. A pesar de que también tenía calzado nuevo, el cual sus padres le compraron con mucho gusto, Lincoln aún no lo había usado una sola vez, estaba esperando el momento adecuado. Ese sábado él tenía planes importantes, pero al no saber si se darían o no y también tomando en cuenta que su apariencia era irrelevante para ello, él simplemente optó por no usarlos una vez más.
En la cocina una vez más se topó con aquel frasco de cajeta como única cosa disponible para desayunar, por lo que se preparó un par de sándwiches y salió de la cocina en dirección a la cochera mientras comía uno de esos, pues el otro estaba guardado en su nueva mochila, la cual cargaba en su espalda. Activó la entrada de la cochera y la hizo abrir para poder abandonar la casa llevando aquella enorme tijera de jardinería colgada en su pantalón, la cual estaba ya algo oxidada y un poco desafilada. Lincoln podría arreglar aquello con facilidad, pero esta vez, a diferencia del pasado, él no tenía tiempo. Empujando la podadora con cuidado para no maltratarla y no hacer demasiado ruido, el peliblanco caminó por las calles dejando atrás su casa y a su familia. Era algo que había estado haciendo desde hace una semana, más o menos. Tal como lo había planeado, volvió a hacer aquella actividad en busca de algo de dinero y por el momento le había ido bastante bien. Aunque tener que alejarse tanto de la casa hacía que el tiempo perdido en desplazarse le restara algo de ganancias. Los últimos días había estado yendo al norte del pueblo, donde estaba la zona más vieja y, en consecuencia, las personas más pobres. El primer día probó en la zona rica del pueblo, pero como debió ser obvio desde el principio, ahí no necesitaban de su servicio, tenían a gente contratada con la finalidad de hacer la jardinería de aquellas enormes casas.
Pero esta vez no iría al norte, era el sur su objetivo. No creía que fuera a conseguir mejores oportunidades en esa zona del pueblo, pero sí tendría la oportunidad de pasar por el viejo parque, así que valía la pena. Aunque solo habían pasado un par de semanas, a Lincoln le parecía ya algo nostálgico y antiguo recorrer aquellas calles. Muy a su pesar, y haciendo caso a su familia, Lincoln no fue al viejo parque el sábado anterior, pues aún tenía aquella molesta férula que le dificultaba caminar y, por mucho que lo quisiera, las muletas le eran todavía difíciles de manejar, así que no asistió a aquella cita en el parque. En realidad no había manera de que aquello fuera una cita, pues nunca concertó el encuentro con nadie, pero aún estaba esperanzado en ver a su peculiar amiga en aquel lugar y así, de tener el valor, poder despedirse de ella. No tenía la menor idea de si es que el sábado anterior ella y sus hermanos visitaron el parque, pero la angustia sobre ese tema lo tenía muy apesadumbrado desde entonces.
La última vez que la vio fue ya hace bastante tiempo y, aunque aquello no era tan raro, le hacía sentir muy nervioso de encontrase con ella. Sabía que entre ellos existía algo muy cercano a la amistad, o al menos eso le gustaba pensar después de lo mucho que ella se animó a compartir con él de su vida, pese a que Lincoln aún se mantenía renuente a ello. No era algo que hacía muy seguido, pero a Lincoln le gustaba recordar aquella ocasión en la que conoció a la niña que, hasta ese momento, era la única amiga que tenía.
Visión Interna III (WIP)
Lincoln caminaba con cierta prisa hacia su destino. Se sentía algo molesto y muy frustrado por todo lo que Lori le dijo, en especial porque nadie de sus hermanas presentes dijo nada para detenerla y mucho menos le prestaron la menor de las ayudas ante el desagradable y doloroso veneno que la mayor de todas ellas le escupía en la cara al peliblanco. Pero no tenía derecho alguno a quejarse, sería una estupidez y una muestra gigante de hipocresía hacerlo. Seguramente ellas se sintieron igual, incluso peor que él cuando recibieron sus insultos y sus malos tratos. Por supuesto, que él merezca eso no significaba que él lo toleraba y menos aún que le gustaba.
En un arranque de enojo y desesperación, Lincoln salió de casa tan rápidamente como pudo, tratando de evadirse de todo, alejándose de sus hermanas y tragándose la frustración una vez más. Afortunadamente él ya tenía un lugar al cual huir en situaciones como esa, por lo que su paso apurado lo encaminó directamente al viejo parque del pueblo. Aún era bastante temprano tomando en cuenta que no había pasado siquiera una hora desde el desayuno, por lo que a pesar de ser un día soleado, estaba lo suficientemente fresco como para que Lincoln no sudara o se acalorara en su travesía. En su mente se formaban todos aquellos recuerdos molestos y desgarradores de como sus hermanas lo habían tratado recientemente y, quizá como un ejercicio de imaginación antes que uno de memoria, pensaba en todas las respuestas que pudo decirles en esos momentos que las hicieran detenerse. Por supuesto, aquello era una pérdida de tiempo, las respuestas, aún teniéndolas, ya no servían de nada ante conversaciones pasadas y quizá también olvidadas. Y aunque Lincoln continuaba pensando en todas esas palabras que él consideraba las justas para arremeter contra ellas, pensando que quizá así se calmaría y el enojo que sentía aminoraría, en realidad lo único que le causaban era aún más frustración y molestia al saber que no podría decírselas, ni en ese momento, ni en un futuro.
A mitad de camino, y recordando aún los entrenamientos con su hermana mayor inmediata, Lincoln recordó que una buena forma de olvidarte de las cosas y de soltar el enojo era haciendo ejercicio, por lo que comenzó a correr. Era tanta su molestia que corrió a tanta velocidad como pudo y por tanto tiempo como su cuerpo se lo permitió, no dejando que el dolor al costado de su cuerpo, causado por su mala técnica al respirar mientras corría, lo detuviera. Ciertamente era gratificante sentir aquel dolor en sus piernas, el cual poco a poco le hacía olvidar su enojo al tener que estar concentrado en seguir corriendo sin caer al suelo por culpa de sus adoloridas piernas. El ruido en sus oídos era también agradable, aquel sonido del viento golpeándose y arremolinándose en sus orejas, creando ruido blanco y alejando los sonidos de la calle de él le permitían sentir que estaba en otro lugar, en uno donde no estaba nadie más, al menos por ese momento. Incluso las calles estaban desiertas en ese momento, no había nadie caminando por ellas, tampoco había personas fuera de sus casas o autos transitando las calles. Lincoln estaba solo en ese momento, sintiendo únicamente el dolor en su cuerpo y escuchando aquel ruido blanco que a cada momento se volvía más relajante.
A unos pasos de la entrada al parque, Lincoln tuvo que detenerse y recuperar aliento. Su respiración era muy pesada y torpe, dejando en evidencia también que por muchas bocanadas de aire que diera, no parecía estar abasteciendo a su cuerpo con el oxígeno que en ese momento necesitaba. Con sus rodillas flexionadas y su cabeza agachada, recargando su mano derecha sobre su rodilla para sostenerse a sí mismo, mientras su mano izquierda sujetaba el costado de su abdomen, el cual dolía bastante. Tuvo que esperar ahí y en esa posición algunos minutos antes de recuperar algo de su estamina y aliento, aunque teniendo que soportar como el dolor de sus piernas terminaba por convertirse en una sensación de cansancio y debilidad que le parecía lo haría ver como tonto al caminar.
Al incorporarse, entrando con ello al pequeño parque, Lincoln pudo ver varios niños de distintas edades jugar en los alrededores en diferentes grupos. También pudo ver algunos chicos un poco mayores que en apariencia estaban cuidando del resto, mientras un hombre con uniforme de guardia frente a un camión, fumaba distraído sin prestarles demasiada atención.
Aún sintiéndose muy cansado y algo agitado, pensó en ir hasta el bebedero que estaba cerca a los rudimentarios columpios que estaban inteligentemente colocados bajo la sombra de uno de los árboles, en los que de vez en cuando se sentaba a pensar. Aunque algo extraño para Lincoln, al mirar los columpios se sorprendió un poco al verlos casi completamente vacíos, siendo que en el lugar había tantos niños en ese momento. Únicamente estaba ahí una chica ocupando uno de los columpios, pero Lincoln notó que ella no se balanceaba y, de hecho, parecía haberse quedado dormida, pues tenía sus ojos cerrados y se la podía ver respirar de manera honda, alejada del rayo directo del sol gracias a la sombra de aquel árbol, seguramente aprovechando el frescor que sentía para amenizar su descanso.
Teniendo aún en mente las cosas que Lori le dijo y sin detener su marcha hacia el bebedero, Lincoln pasó frente a los columpios, teniendo la decencia necesaria para hacerlo en silencio, pues quería respetar el descanso que aquella niña parecía explayar. Pero, sin que Lincoln lo notara a tiempo, la niña simplemente se echó hacia atrás en el columpio tanto como pudo y levantando ambos pies, de manera descuidada y algo peligrosa, se impulsó hacia adelante, consiguiendo que el peliblanco, víctima de su constante infortunio, recibiera un golpe de lleno en su costado.
Sin notarlo debido al golpe, Lincoln fue blanco de algunas risas a causa de su accidente, provenientes de algunos niños que vieron lo ocurrido. La niña, alarmada por lo que provocó, saltó del columpio casi perdiendo el equilibrio, consiguiendo por poco no tropezar y terminar tirada al lado de Lincoln. Se había agachado y lo había tomado por el hombro, algo que el peliblanco no pudo tomar como un acto de reconforte, pues su agarre fue algo brusco.
—¡Lo siento mucho! No me di cuenta que había alguien delante de mí.
El enojo que Lincoln pensó había dejado atrás, se hizo presente de nuevo de inmediato. Aún tenía presente la discusión con sus hermanas mayores y Lincoln pensó que era ya el colmo recibir un golpe de lleno justo en el costado que aún le dolía debido a la carrera que dio hasta el parque como cereza del pastel.
—¡Tal vez si tuvieras los ojos abiertos te habrías dado cuenta!— exclamó Lincoln, en algo muy cercano a un grito, haciéndole pensar por un momento en cómo es que se había comportado, hasta cierto punto, de la misma forma en que Lori lo hacía con él.
Por un momento, la niña pareció estar a punto de hablar con él de nuevo, pero permaneció callada ante el reclamo que Lincoln le dio. Aquellas palabras parecían haber sido mucho más hirientes de lo que Lincoln pensó serían. Ante el silencio, y esperando también una confrontación de la niña, Lincoln se dio vuelta para poder verla, pero sin poder conseguir aquella pelea que esperaba tener en ese momento para así poder desquitar un poco de su enojo. En su lugar quedo impactado, aquella niña, la cual no vio con suficiente detenimiento cuando iba de camino al bebedero, pues no hacía falta más que notarla de reojo y evitar molestarla, ahora frente a él revelaba un detalle que nunca imaginó ver en alguien más. O al menos no en alguien ajeno a su familia.
El tono de cabello de aquella niña le era muy familiar, tan blanco y radiante, al igual que su pálida piel, la cual era tan blanca que le recordaba bastante a la tez de su hermana menor Lucy, restando la presencia de aquellas mejillas las cuales estaban salpicadas de manera minuta con algunas pecas.
Al igual que su gemela, la niña tenía el cabello tan largo que llegaba hasta su cintura, teniéndolo sujeto a penas en la punta por un moño rosa, mismo color que el del vestido que llevaba; cual era de una sola pieza y parecía quedarle bastante grande, cayéndosele un poco por uno de sus hombros amenazando con dejárselo expuesto, mientras que las mangas, por ser demasiado largas, cubrían sus brazos hasta sus manos, dejando ver bajo ella únicamente unas gruesas botas púrpuras oscuras.
—Lo lamento— la niña se disculpó avergonzada inclinando de lado su cabeza mientras un tono rojizo se dibujó en sus pálidas mejillas—. No escuché cuando te acercaste. Creo que estaba distraída.
—¡No me interesa!— exclamó el peliblanco, de una manera muy ruda y grosera, apartando de si con un manotazo a la niña y haciéndola caer sentada al suelo, ensuciándola en el proceso.
Lincoln se sintió increíblemente culpable al haber hecho aquello, tenía la mente tan lúcida como para darse cuenta de que aquello había sido un abuso, pues la niña se disculpó de la manera correcta ante el pequeño accidente que causó, pero lamentablemente él tenía todavía en mente lo que sucedió en casa, por lo que aquel dolor producto del golpe le hizo explotar en esa actitud grosera y desagradable, misma que una vez hizo a sus hermanas comenzar a verlo de forma negativa.
—¡Oye!— gritó la niña, con una voz algo quebrada y notablemente asustada— ¿Por qué me empujas?
Lincoln entonces prestó atención a la niña, mucha más de la que había puesto hasta ese momento, y su corazón se estrujó por completo ante lo que vio, o mejor dicho, al entender por completo lo que estaba viendo. La niña a la que había empujado y con la que incluso estaba dispuesto a comenzar una pelea, no solo tenía una hermosa cabellera blanca como la suya, era también pequeña, muy pequeña. Lincoln empujó y lastimó a una niña pequeña a la cual no podía estimarle una edad, pero eso era lo de menos, se suponía que él era un hombre y que había crecido entre muchas mujeres, por lo que debería saber comportarse con ellas y también respetarlas, pero lo que recién había hecho contradecía todo aquello. Una vez más Lincoln había lastimado a una niña por culpa de uno de sus arranques de ira. Antes de hacer cualquier otra cosa, Lincoln trató de calmarse rápidamente, no solo porque el enojo en él seguía presente sino porque ahora también en el estaba ese nerviosismo causado por la culpa de sus acciones y el arrepentimiento. Tal como su terapeuta le dijo en aquellas sesiones, Lincoln escogió dos números de tres cifras al azar y los multiplicó en su mente, el tiempo y esfuerzo que le tomó llegar al resultado fueron suficientes para tranquilizarlo un poco y medir mucho mejor su siguiente movimiento.
Extendió su brazo hasta la niña, tratando de ofrecer su mano para así ayudarla a levantarse, pero la pequeña lo ignoró por completo, ella ni siquiera lo miró, estaba demasiado concentrada en ahogar lo que a Lincoln le parecieron algunos sollozos. El cabello blanco y la piel pálida le recordaron a su gemela, pero aquella reacción que la pequeña tuvo le recordó a Lucy y a Luna, quienes también sollozaron un poco después de que él decidiera arremeter contra ellas en lo que fue un arranque de ira causado por una estupidez sin sentido.
El nerviosismo y la culpa se apoderaron de Lincoln, quien aún pequeño y sabiendo lo que podía significar aquellos sollozos temía por las consecuencias de los mismos. Algo temeroso miró a su alrededor en busca de alguien que le pudiera brindar ayuda, pero además de unos pocos niños curiosos que veían con cierta sorpresa lo que pasó, nadie parecía estar cerca de ellos ni tampoco prestándoles atención. Aunque aquello no duro mucho, de un momento a otro Lincoln pudo ver a alguien no muy lejos que se acercaba a pasos largos y firmes, una mujer cuyo semblante era duro y sus ojos, aunque ocultos detrás de aquellos gruesos lentes, le mostraban que no estaba precisamente feliz. Mientras Lincoln veía a aquella mujer acercarse, en su mente no pudo evitar que ella le recordara a Lori, entre ellas no existía el menor de los parecidos y podría decirse que incluso eran completamente opuestas, pero aquella expresión hizo a Lincoln recordar los fuertes y enérgicos regaños que su hermana mayor solía darle y que cada vez parecían ser más y más intensos. Al igual que con Lori, el raciocinio de Lincoln le decía que era una buena idea huir, alejarse del posible peligro que representaba el regaño que estaba por venir y no volver hasta que Lori, o en este caso aquella mujer, se quitara de encima la mayor parte de su molestia. Pero Lincoln no se alejó, atemorizado por la expresión de aquella mujer solo pudo permanecer ahí, encogiendo su cuerpo y mostrando su miedo en su rostro mientras sus pies parecían estar hechos de piedra, incapaces de moverse en lo más mínimo.
—¿Qué ocurrió aquí?— preguntó la mujer, con su voz en un tono alto, pero lejano a ser un grito y dejando ver algunos rastros de molestia en sus palabras.
Lincoln no respondió, estaba demasiado asustado para ello, en su lugar solo mantuvo su mirada fija en aquella mujer, la cual a penas terminó de preguntar, simplemente se agachó frente a la pequeña niña y la ayudó a incorporarse mientras le sacudía con cierta falta de delicadeza el vestido, limpiando la tierra que en él se pegó al momento de que la niña impactó contra el suelo. La señora se mostró más molesta después de haber ayudado a la niña y volvió a alzar la voz de una forma amenazante, preguntando una segunda vez que es lo que había sucedido, pero sin obtener una respuesta nuevamente.
Molesta, la mujer miró a su alrededor de la misma manera en que Lincoln lo hizo momentos antes, buscando con la mirada algún adulto que pudiera responder como padre, tutor o responsable de aquel niño, al cual no podía reconocer y por tanto sabía que no era parte de los suyos. Pero su mirada no topó a nadie que no fuera los chicos que ayudaban a cuidar de los niños y aquel conductor que holgazaneaba junto a su vehículo mientras fumaba descaradamente frente a sus niños. Regresó su mirada al niño con la intención de preguntar una vez más por lo sucedido y de paso tratar de averiguar dónde estaban sus padres o cuidadores, lo que sea que él tuviera. Pero al verlo nuevamente tuvo que darse un momento para recomponerse, podía decir con toda seguridad que su enojo era completamente justificado, pero al parecer había conseguido asustar a aquel niño de una forma que no podía considerarse apropiada. El pequeño parecía incluso más afectado de lo que su adorable pequeña lo estaba, así que seguramente él no le daría una respuesta en ese momento.
—Lesly, ¿Qué fue lo que sucedió?— preguntó la mujer, ya más calmada ante el asunto y con un tono de voz más normal, aunque mostrando aún aquella molestia que tenía.
—Lo siento, señorita Hepburn— respondió la pequeña de manera tímida y habiendo contenido ya aquellos sollozos que la frustración de lo sucedido le causaron—. Fue culpa mía.
—¿De qué manera?— preguntó la mujer, incitando a la pequeña a continuar.
—Yo estaba sentada en el columpio— replicó la niña, dando detalles a su respuesta—, y decidí balancearme para no aburrirme. Pero no escuché que alguien estuviera cerca, él apareció de la nada y lo golpeé sin querer. Me bajé del columpio para disculparme y cuando me acerqué él me empujó. Lo siento mucho, señorita Hepburn.
—¿Eso fue así?— preguntó la mujer, mirando directamente a Lincoln.
Su respuesta no se hizo presente, al menos no de manera verbal, estaba muy intimidado aún por la presencia de aquella mujer y temeroso de recibir nuevamente un regaño usando palabras desagradables que le hicieran sentir tan mal como lo fue un poco de tiempo antes de llegar a aquel parque.
>>Bien— continuó la mujer, después de interpretar aquel suave asentimiento de parte del niño y considerando que era bastante mal educado al no tener la delicadeza de responder como es debido—, si ese es el caso entonces deberías de tener más cuidado por donde caminas, jovencito. Rondar de manera sigilosa entre los juegos puede causar accidentes como este, así que evita hacer una tontería como esa de nuevo. Y más te vale no alejarte de tus padres, si algo te llega a ocurrir solo harás mas difíciles las cosas para ayudarte, no los veo por aquí cerca, deberías ir a buscarlos y quedarte cerca de ellos— entonces la mujer tomó de la mano a la niña y pretendió caminar junto a ella—. Si quieres puedes descansar en el camión, o puedo pedirle al señor Rooney…
—Quiero usar el columpio— replicó la niña, de manera algo intensa y notándose algo molesta.
—Pero te caíste, sería buena idea que regreses al camión y revisemos que no te hayas lastimado…
—¡Estoy bien!— exclamó molesta la pequeña—. De verdad. Puedo arreglármelas por mi cuenta. Confíe en mí.
Aquella mujer, la señorita Hepburn, se vio poco confiada ante las palabras de la niña e incluso pareció tentada a dar alguna réplica ante lo dicho, pero no tuvo el tiempo para ello. De manera repentina un fuerte alarido llamó la atención de la mujer, así como también la de los dos niños, haciendo a todos voltear con curiosidad, pero más aún con preocupación en la dirección de la que provenía aquello. A la distancia, un niño pequeño berreaba de manera sonora a causa de la niña que tenía a su lado, prendada de él a través de una, en apariencia, poderosa mordida en su brazo. Por lo visto, la mujer conocía a la pequeña niña agresiva, pues salió corriendo en su dirección diciendo su nombre.
Todo había sido tan rápido y tan estremecedor para el pequeño Lincoln que se vio incapaz de entender a cabalidad como es que llegó hasta ese punto, pero sintiéndose muy relajado al saber que aquella mujer no le dio un regaño tan brutal como el que esperaba, agradeciendo internamente el hecho de que, a diferencia de Lori más temprano ese día, ella no le sujetó el brazo con fuerza, lastimándolo y haciéndolo sentir mal. Lincoln se mantuvo en silencio mientras veía a aquella niña alejarse lentamente a pasos cortos, usando sus manos para tentar el aire frente a ella hasta al fin encontrar el columpio con ellas, después de manera más despreocupada se dio la vuelta para poder sentarse y comenzar a balancearse ligeramente. Con algo de curiosidad, y dejando atrás los pensamientos que lo llevaron hasta ese parque en primer lugar, Lincoln se sentó en el columpio a la diestra de la niña, haciendo el suficiente ruido para que esta lo escuchara.
—¿Sigues aquí?— preguntó la niña algo sorprendida y volteando su cabeza en dirección a Lincoln.
Lincoln aún estaba atento a ella, por lo que podría jurar que fue solo una fracción de segundo en que la niña abrió sus ojos a manera de reflejo ante la sorpresa, sin ser capaz siquiera de mostrarlos por completo al parecer darse cuenta de que lo hacía, pero fue así mismo, el tiempo suficiente para que Lincoln los viera. Entre los pocos colores posibles para un ojo aún incluyendo todas sus diferentes tonalidades, el peliblanco había visto jamás ojos con unos iris tan rojizos como la sangre, y a la vez tan opacos como las densas sombras que proyectaba el bosque producto de el frondoso follaje que los árboles aún tenían. La culpa golpeo a Lincoln con una fuerza mayor a la que ella lo hizo desde el columpio al tener aquella realización. Por muy abiertos que los hubiera tenido, por esos ojos jamás lo habrían visto para prevenir el accidente… como tampoco podrían verlo ahora.
—Pues, sí— respondió Lincoln, de manera dudosa y también algo nervioso ante lo que vio—... quería disculparme contigo.
—No importa— afirmó la pequeña, de manera algo desenfadada—, fue culpa mía de todas formas.
—¡No! ¡No digas eso! No me di cuenta de que eras…
Lincoln pudo sentir como aquella palabra se atoró en su garganta, haciéndolo sentir algo asfixiado y, aunque lo intentó, no fue capaz de expresarla sin que la misma sonara grosera y, hasta cierto punto, despectiva. La niña volvió a balancearse suavemente en el columpio, manteniendo en todo momento sus párpados cerrados, pero ladeando un poco su cabeza al parecer comprender algo.
—¿Ciega?— preguntó la niña, completando la frase de Lincoln y haciéndolo sentir aún más avergonzado y culpable de lo que ya se sentía.
Lincoln tartamudeo bastante al momento de responder aquello, el nerviosismo causado por la vergüenza que sentía le hizo tener aquel problema, poniéndose de pie con cierta rapidez ante el bochorno y tratando de evitar que la niña viera su rostro el cual seguramente se veía algo tonto en ese momento, lamentablemente Lincoln cometió un error otra vez, aquella niña era incapaz de verlo.
—Aquella señora— continuó Lincoln, tratando de pensar en que decir—, espero que no te regañe por lo que pasó.
—No es que me vaya a regañar, sólo que… bueno… al no poder ver y… eso… entre otras cosas, está demasiado pendiente de lo que haga, más que con los demás.
—Eso no es malo— replicó el peliblanco, pareciendo perder un poco de ánimo con ello—. Sólo significa que se preocupa por ti.
—Lo sé, pero exagera. Lo aprecio, pero apreciaría más que confiara en que puedo divertirme o hacer cosas como una niña normal sin que me vigile como una bebé a la que no quiere sacar de su corral para que no se lastime, prefiriendo que me quede en el autobús mientras todos los demás salen afuera a divertirse.
Lincoln suspiró, aquellas palabras le trajeron algunos recuerdos no muy lejanos, donde sus hermanas mayores solían ser algo exageradas al cuidar de él, intentando mover cielo, mar y tierra por mantenerlo sano y salvo, siendo que él era el único niño de la familia. Aunque en ese momento aquellos recuerdos no le parecieron realmente felices, en su rostro se dibujó una tenue sonrisa y también debió admitir a sus adentros que aquello, aunque algo asfixiante en ocasiones, era bueno.
—Si, creo que puedo entender eso. Sé que no es lo mismo, pero cuando en la escuela o en mi casa me solía… me meto en problemas, mis hermanas se volvían un poco problemáticas al girar a mí alrededor. Una vez incluso creyeron que era una buena idea entablillarme todo para que no me moviera, envolverme en vendas como una momia y alimentarme como a un bebé dándome cucharadas haciéndome el avioncito con sopa caliente.
—¿Por qué? ¿Te caíste con la bicicleta por un precipicio?
—No. Me raspé el codo al caerme de mi bicicleta aprendiendo a usarla.
Con la gracia propia de una pequeña, la niña llevó una mano a su cara para cubrir su boca, entendía perfectamente que sería una grosería muy grande si soltaba la carcajada que alcanzó a contener. Lincoln apenas tuvo una reacción ante aquello, ni siquiera estaba seguro de cómo o porque es que le había tenido la suficiente confianza para contarle algo tan vergonzoso a la pequeña. A ella le tomó un par de minutos recomponerse y ser capaz de asimilar lo que escuchó sin que ello le provocara risa, siendo Lincoln alguien paciente al esperar que ella volviera a hablar después de todo eso.
—Entonces… ¿Cuántas hermanas tienes?
Aunque Lincoln no esperaba que aquella pregunta específicamente fuera la que diera pie a continuar la conversación, a pesar de ser una muy apropiada para ello, sonrió ante la misma, pues la respuesta solía ser algo que conseguía expresiones curiosas de todos aquellos que no la conocían.
—Once.
La reacción de la niña fue, sin lugar a dudas, una bastante decepcionante. Ella le asintió con la misma calma a si le hubiera dicho que le gustaban los perros o su hobby era ver televisión. Esto le extrañó, no porque le importara mucho sino porque estaba acostumbrado a que las personas que recién conocía, al saber sobre esto, se sorprendieran.
—¿Y tienes hermanos varones?
—Ah… no. Soy el único.
—¿En serio?— eso pareció sorprenderla genuinamente— ¡Increíble! ¿Y qué edad tienes?
Notando la buena disposición de la niña que estaba sentada junto a él, y sintiendo como algo agradable el hecho de que ella tranquilamente le diera pie a continuar con una conversación de manera tan casual, Lincoln respondió a la pregunta de la niña. Después de ello la pequeña aclaro su edad y con ello consiguió que Lincoln se sintiera tan sorprendido como tonto pues, aun cuando su apariencia era de alguien al menos un par de años menor a él, lo cierto es que tenían la misma edad, separados a penas por un par de meses por lo que notó cuando la niña hablo de su cumpleaños.
—Ah… por cierto, me llamo Lincoln— aclaro él, después de que la plática se había extendido por bastante tiempo, el suficiente para que la pequeña aclarara su condición y su contexto, a diferencia de Lincoln, quien solo dijo algunas cosas sobre sí mismo.
La pequeña, o no tan pequeña, sonrió suavemente al notar cómo es que ella también había olvidado por completo la cortesía de presentarse debido a las incomodas circunstancias en que se conocieron.
—Mucho gusto conocerlo, señor presidente.
Aquella oración, aun siendo una burla, no mostro ser maliciosa, por lo que Lincoln la tomó como algo bueno.
—El gusto es mío, Lesly— replico Lincoln, sujetando la mano de la niña, quien la alzó en un ademan al mismo tiempo que hizo aquella broma.
—¿Cómo supiste mi nombre?— preguntó intrigada la niña, después de sorprenderse por el tacto tan inesperado que el chico tuvo con ella.
—Aquella persona, la señorita Hepburn, te llamó así cuando estuvo aquí.
La pequeña mordió suavemente su labio ante lo dicho, debió darse cuenta antes.
—¿Y estás haciendo día de campo con tus hermanas también?
—No, ellas están ocupadas con sus cosas…
Somos Ajenos
Estando frente a la primera casa que se topó en la cual pudo notar un jardín descuidado, Lincoln dio un par de respiros profundos tratando de relajase un poco y no verse tan tenso, enseguida tocó a la puerta y esperó para que alguien la abriera. No hubo suerte, pues nadie atendió a su llamado, obligando al peliblanco a mover una vez más la podadora que había hecho visible detrás de él, pensando que con ello conseguiría una respuesta positiva más rápida. La siguiente casa a la cual decidió acercarse tampoco estuvo en condiciones de recibir al chico, ciertamente estaba alguien dentro quien se tomó la molestia de atender a su llamado y de escuchar lo que ofrecía, pero era solo una niña quizá un poco más joven que el propio Lincoln, la cual aclaró estar sola en casa. Aquello era obviamente una señal de que no debía permanecer frente a esa casa por mucho tiempo más, por lo que el peliblanco tomó sus cosas y se fue en busca de una nueva puerta a la cual tocar.
Fue hasta el quinto intento que Lincoln recibió una respuesta positiva y se puso en marcha. Afortunadamente la casa que aceptó le podara el jardín era una con un jardín no muy grande y también no muy descuidado. Con cierta prisa, Lincoln tomó las pocas herramientas que llevaba con él y se dispuso a usarlas, lo primero era lo que podría considerarse lo más simple, podar el césped, sin más. Ciertamente era una tarea sencilla en papel, pero tomando en cuenta que la podadora que llevaba era, aunque grande y relativamente rápida, mecánica, por lo que además de empujarla hacia adelante, sobre el césped y tratando de que avance en su camino, también debía ejercer cierta presión hacia abajo, con ello conseguiría hacer que las ruedas de la podadora, al menos las traseras, rodaran sobre el pasto, activando con ello los engranajes que permitían a la cuchilla debajo girar y cortar las plantas debajo. En un jardín pequeño aquello no podía llegar a ser algo cansado de ninguna manera, pero tomando en cuenta el tamaño del jardín en el que estaba y recalcando el hecho de que aquella vieja podadora estaba también algo endurecida y rígida por el poco uso que se le daba, Lincoln terminaba bastante fatigado de sus brazos con la tarea.
La segunda tarea era usar aquellas enormes y algo desafiladas tijeras para perfilar tanto como pudiera los arbustos de la casa y, si es que los dueños le facilitaban una escalera, también lo intentaría con el árbol dentro de la propiedad. Aquello no ocurría muy a menudo, pues aunque muchas casas en el pueblo optaban por tener árboles en su propiedad, lo cierto es que pocas personas eran tan estúpidas como para dejar que un niño se encargue de darle forma usando unas tijeras enormes y malogradas.
Después de eso Lincoln se tomaba su tiempo para buscar y arrancar la maleza que encontrara en el jardín, ayudándose para ello con la pequeña pala de jardinería que llevaba en su mochila, tratando de hacer aquella tarea de manera delicada para no dejar marcas muy evidentes en la cama de césped. Y pasando entonces a la base de los arbustos, jardineras, árboles o lo que sea que encontrase plantado dentro del jardín, dándole forma a lo que rodea las raíces de las plantas y humedeciendo la tierra para acomodarla y hacerla ver más limpia y fértil.
Lo último que debía hacer era, de alguna manera, lo que Lincoln más odiaba hacer pues debía usar sus manos desnudas una vez más, las cuales ya estaban algo sensibles por mantenerse en contacto con el metal de las tijeras. Llevaba bolsas consigo para aquella tarea, dentro de su mochila, sabía que debía hacerlo desde que comenzó con aquella tarea cuando era aún más pequeño, dejando aquellos residuos cercanos al bote de basura de la casa en que terminó con su labor.
Dependía mucho del tamaño del jardín y también de lo maltratado o desatendido que estuviera, pero en promedio a Lincoln le tomaba dos horas o un poco menos terminar con una casa, sabiendo que como norma general, ninguno de sus contratistas tendría la cortesía de ofrecerle siquiera un vaso de agua. Aunque eso no parecía ser tan raro tomando en cuenta que estaba en los linderos del pueblo, y no en el centro del mismo, sintiendo que esas zonas eran más apáticas.
Lincoln acudió una vez más a la puerta de aquella casa y tocó con cierta timidez a la misma, esperando que alguien atienda. Su labor, aunque en cierta forma era necesaria, también era una muy alejada de lo profesional, por lo que cuando la ofrecía, Lincoln no ponía ningún precio sobre la mesa, esperando únicamente la buena disposición de quienes le pagaban. Aquello casi nunca era bueno para el peliblanco, pues les daba la oportunidad a las personas de abaratar su esfuerzo, ofreciendo no más de cinco dólares por su desgaste. Pero esta vez fue diferente, la mujer que salió a atenderlo, misma que lo recibió más temprano y lo aceptó para podar su jardín, le mostró una cansada sonrisa debajo de sus vistosas ojeras antes de extender hacia el chico su pago mientras le agradecía con una voz ronca y claramente fatigada. Cuando Lincoln recibió el dinero, no pudo evitar sonreír ante la cantidad en sus manos, un total de veinte dólares divididos en cuatro billetes. Era incluso más dinero del que recibía de mesada por parte de sus padres.
Bastante contento, Lincoln se retiró de aquella casa pensando que quizá aquello era una buena señal. Esperaba que así lo fuera, si ese resultaba ser un buen día y podía reunirse con su amiga, trataría de esforzarse por despedirse de ella de una forma alegre y elocuente.
Caminó un poco más en dirección opuesta al viejo parque y esperó toparse con alguna casa cuyo jardín estuviera descuidado cuanto antes. No era su intención alejarse demasiado del parque pues su intención era visitarlo y esperar ahí, como muchas otras veces lo había hecho, deseando que este fuera el día de reencontrarse con su amiga. Escogió una casa al azar y tocó a su puerta, una vez más una recepción positiva a lo que ofrecía y una paga que él consideraba cuantiosa, especialmente tomando en cuenta lo pequeño del jardín que tuvo que arreglar y lo poco que tuvo que hacer en el. No quería tentar a su suerte, pero todo estaba saliendo bien hasta el momento, y pensaba que quizá eso era una buena señal, por lo que decidió probar suerte en una casa más.
Bastante agotado e incluso algo sudado a pesar del clima frio, Lincoln terminó el tercer jardín del día, aunque lo hizo con mucha más prisa que los anteriores, sin dejar de lado la pericia en su trabajo. En ese punto sus brazos ya le dolían un poco, a pesar de llevar una semana aproximadamente haciendo aquella tarea, sus débiles brazos aún no se acostumbraban al esfuerzo. Pero valió la pena levantarlos una vez más para recibir el pago de aquella señora mayor que le agradeció por su trabajo. Una vez más le daban una cantidad que él consideraba como mucha. Esas tres casas, cada una de ellas, le habían dado como recompensa más dinero del que a él le correspondía de mesada en casa, lo cual había sido muy gratificante y moralizador para Lincoln. Pero el dinero no era importante en ese momento, de hecho podría decir que no sería importante en el futuro tampoco. Tal como lo había pensado, conseguir el dinero que quería le tomó muy poco tiempo, pasaba tantas horas fuera de casa, buscando por casas a las cuales ofrecerse como jardinero, que en cuatro días junto lo suficiente para todo lo que tenía en mente e incluso el sobrante necesario para aquella sudadera que tanto necesitaba para aquella época. Era una lástima que a pesar de lo que costó solo le daría unos cuantos días de uso, pero no había nada que hacer al respecto, había tomado su decisión hace mucho, y recientemente se había convencido de que era lo correcto. Al menos para él.
Antes de que aquella mujer mayor, tanto como para decirle anciana sin miedo a sentir que era algo descortés, cerrase su puerta tras haber dado su pago, Lincoln de manera apresurada le pidió tan amablemente como pudo le digiera la hora. Creía que aún era temprano y podría llegar en tiempo y forma hasta el parque para sentarse a esperar y dejar que el sudor que sentía empapar su ropa se evaporara, pero al no tener más su teléfono, le parecía correcto asegurarse de aquello. La señora cumplió la petición de Lincoln antes de cerrar su puerta y entonces el chico se encaminó al viejo parque, sin prisa pero sin pausa. Empujaba lentamente aquella vieja podadora mientras el cansancio en sus piernas hacia que la diferencia de peso en su cadera, causada por la enorme tijera que colgaba de ella, provocara en él un caminado bastante descuadrado y extraño. Su ropa mojada por el sudor ahora estaba fría pues la humedad no conseguía evaporarse ante las bajas temperaturas y comenzaba a calar en sus huesos a pesar de ir abrigado. Su nuca, ahora expuesta después de haber cortado él mismo su cabello, sentía la brisa gélida golpear contra ella y causándole escalofríos de vez en cuando. Sus manos estaban completamente heladas, haciendo a sus dedos sentirse muy entumecidos y también adoloridos, cualquier contacto, por mínimo que fuera, parecía sentirse insoportable en ellos. El dorso de sus manos, por la parte externa y hasta la altura de sus muñecas estaba ya oscurecido por la resequedad que el frio le provocaba al contacto, quemando también con ello la piel del chico, quien no tenia guantes para proteger su sensible piel, quien tampoco estaba tan interesado en ello como para usar crema y re hidratar la zona afectada. La punta de su nariz estaba sensible y sus fosas nasales estaban muy maltratadas por el clima, así como su garganta por respirar más de lo debido a través de su boca, era algo que no podía evitar hacer, respirar por la nariz le era insuficiente, sentía como al cabo de un tiempo su cuerpo parecía ahogarse con ello. Debía empezar a respirar por su boca de vez en cuando o comenzaría a sentirse asfixiado.
Llegó al parque y entró de manera dificultada por culpa del aparato para jardinería, el cual llevó hasta los columpios al fondo del lugar. Con cuidado colocó también la tijera enorme y colgó su mochila de la podadora. Después caminó un par de pasos para estar frente al columpio, pretendía sentarse ahí a esperar, pero algo llamó su atención al notarlo con el rabillo del ojo. Volteó a ver con más detenimiento y pudo saber que era esa mancha oscura de hace un momento, era el columpio del otro lado del puente, aquel que no era más que un enorme neumático viejo colgando de uno de los árboles gracias a una vieja y sucia cuerda que, a pesar de todo, parecía resistir bastante bien la intemperie. Aquel era un columpio mucho mas rústico que el que estaba a punto de usar Lincoln para sentarse y, de hecho, era el único juego que estaba fuera del parque como tal, pues cruzando ese puente de estilo japonés, lo que estaba era ya el bosque, no el viejo parque, el cual estaba delimitado por aquella reja que siendo bastante pequeña no parecía capaz de mantener a nadie fuera o dentro. Al menos no si el objetivo era sortear la pequeña valla que representaba. Seguramente aquel columpio no fue puesto por nadie de las personas que administraba el viejo parque, pero Lincoln tampoco podía pensar en quien lo pondría ahí, estaba muy alejado del resto de juegos y se veía bastante viejo. Quizá estaba ahí desde antes que abrieran ese parque.
La mirada de Lincoln recorrió con lentitud el columpio, de abajo hacia arriba, hasta poner su vista en la rama de la cual colgaba la cuerda. Aquello le resultó un esfuerzo grande ante su pobre capacidad visual, pero aún así lo logró. Pero aquello ocupó muy poca de su atención, al notar la rama, Lincoln rápidamente concentró su vista en ver la copa del árbol por completo, el cual estaba ya bastante ausente de hojas por culpa de la época del año, y mostrando únicamente algunas hojas que iban de los tonos rojos a los amarillos. Lincoln entonces miró al resto del bosque, con aquel aspecto lúgubre por culpa del cielo gris y el frio que podía sentirse, completamente en silencio y siendo interrumpido únicamente por las hojarascas que caían desde los árboles ante las frías brisas ocasionales. Entendiendo que era por culpa de las copas de aquellos árboles, los cuales aún tenían follaje presente, Lincoln miró maravillado como es que el interior del bosque parecía ser más oscuro que el cielo sobre él o que el mismo parque en el que estaba.
Sin nostalgia y de hecho con algo de malestar, Lincoln recordó algunas de las ocasiones en las que circuló por aquel bosque, siempre con motivos diferentes. Algunas veces era por el simple hecho de dar un paseo y saber que estaba alejado de todo y de todos. Otras veces negándose a reconocer su miedo, pretendiendo que aquella paranoia y sensación de ser visto o seguido era parte de un juego que el mismo decidió jugar, corriendo a través de los árboles pretendiendo ser parte de alguna película de terror, quizá alguna de acción. Y por último, aquellas veces en las que de manera concienzuda se desplazó entre aquellos árboles tratando de memorizar cualquier punto de referencia que pudiera encontrar, esperando con ello conocer ese lugar a profundidad y desplazarse a través de él. Lincoln incluso dejó sus propias marcas en aquel bosque, seguro de que las necesitaría en algún momento, incluso en ese momento, frente al bosque, aún de pie junto al columpio, estaba seguro de que aquellas marcas le serían de utilidad. Después de todo ya lo había decidido.
Sintiendo como sus dedos terminaban adoloridos, Lincoln sujetó el columpio para sentarse en el, calando en sus piernas el frio del material en el que ese columpio estaba construido. Levantó su mirada al cielo y continuó pensando en el bosque, era tan silencioso que resultaba enervante. Siempre lo fue, en cada una de sus expediciones infantiles en él lo había notado así, pero recordaba que hace mucho tiempo, demasiado, su abuelo le dijo que los bosques nunca son silenciosos. Cuando escuchó eso por primera vez, Lincoln no entendió a que se refería su abuelo, pero siendo ahora un poco mayor estaba seguro de que la razón de esas palabras era por la fauna que habita en esos lugares. Seguramente el bosque diurno solía ser mucho más ruidoso en Royal Woods, pero aquello cambió cuando el gobierno reubicó gran parte de la fauna grande o peligrosa a zonas más adentradas debido a que la población podría terminar comprometida, especialmente cuando se decidió hacer aquella ruta de senderismo y cuando se habilitó aquella zona de acampado. Probablemente para escuchar aquellos ruidos propios de un bosque a los que su abuelo se refería era necesario hacer una visita nocturna. "Es un plan…" pensó el chico, sabiendo que podría toparse con aquellos sonidos pronto y soltando el columpio para llevar sus manos hasta su cara, soplando su cálido aliento en ellas en un intento por calentarlas, pues el frio en ellas comenzaba a ser doloroso.
***
Al pasar algo de tiempo, Lincoln de reojo pudo ver movimiento en la entrada del viejo parque. Salió de sus pensamientos rápidamente y miró en aquella dirección, sintiendo como su corazón se aceleraba rápidamente y su cuerpo completo hormigueaba por un instante, muy parecido a lo que sintió en aquella noche solo en casa. Contuvo su respiración por algunos segundos mientras veía aquel par de chicas acercarse a los columpios, una mayor que la otra, y ambas muy bien abrigadas mientras se tomaban de las manos. Aunque la distancia no era mucha, Lincoln era incapaz de reconocer los rasgos en sus rostros y con ello, también incapaz de saber quiénes eran esas chicas a esa distancia, al menos usando solo sus rostros como referencia. A pesar de la distancia, Lincoln podía ver con facilidad la blanca cabellera de la chica más joven, aquella que tenía un cuerpo tan pequeño y apariencia tan infantil que podría pasar por una niña de solo mirarla, pero eso era algo que Lincoln no hacía más, la conocía y sabía que aquella chica, aún pareciendo tan pequeña como su hermana Lucy, no era una niña ya.
Un largo cabello de color blanco era el que aquella chica pequeña de estatura tenía, haciéndole a Lincoln recordar a su gemela, al menos un poco, pues además del color de cabello, entre ellas no había ningún parecido real. Sabiendo eso, Lincoln podía deducir con facilidad la identidad de la otra chica, aquella que era mucho más alta y que también era mayor, era Amanda, la chica universitaria que hace no mucho, pero hace no poco tampoco, había comenzado a ayudar en la casa de acogida en la que su amiga residía.
Dieron unos últimos pasos para acercarse antes de detenerse frente a Lincoln y la mayor, Amanda, lo miró con una expresión algo extraña. El peliblanco entendió que su apariencia era la culpable pues, desde aquella noche de reflexiones desagradables causadas por enfrentarse a su reflejo, el decidió no volverse a ver en uno. Incluso cortó su cabello sin verse en el espejo, razón principal por la que su peinado era ahora tan desprolijo a pesar de ser corto. No obstante, aquella mirada igualmente lo intimidó y le hizo sentirse algo cohibido, por lo que no pudo evitar volver a encoger su cuerpo y agachar un poco su rostro mientras desviaba su mirada. En ese momento agradecía, de una forma algo irónica, que su amiga fuera invidente, ahorrándole ese tipo de miradas de su parte.
—Hola… Lincoln— el saludo de la chica fue pausado y algo dudoso, pues la apariencia del chico le resultó un poco preocupante.
—¡Lincoln!— exclamó la chica más pequeña, mostrando en su rostro la emoción que sentía en ese momento— ¡Viniste!
—Hola Les…ly— replico el chico, dudando un poco al decir el nombre de su amiga— y hola Amanda.
—Genial— dijo la chica de blanca cabellera, soltando la mano de su amiga y caminando con mucho cuidado hasta el columpio junto al de Lincoln, al cual llegó manteniendo sus manos al frente esperando tentar el juego y con ello tener una ubicación espacial más clara del lugar.
Con la misma emoción que mostró antes, la chica se sentó junto a Lincoln y estuvo a punto de hablar con él, pero se vio interrumpida por la castaña frente a ellos, quien con una expresión seria, pero con un tono relajado le dio una advertencia a la pequeña.
—Voy a estar donde siempre, Lesly— dijo la chica, quien con cuidado comenzó a hurgar en el bolso que colgaba de su brazo izquierdo—. Recuerda que hoy no tenemos mucho tiempo, la señorita Hepburn espera que regresemos pronto, así que no podemos quedarnos demasiado tiempo. Iré a estudiar un poco, si me necesitas puedes gritar o ir hasta donde estoy.
—No te preocupes— respondió la en apariencia pequeña, mostrando una sonrisa confiada en su rostro y una actitud tranquila ante aquellas palabras—, voy a estar bien, Amanda. Puedes irte tranquila.
La chica castaña respondió de manera escueta antes de partir. En realidad no se alejó mucho, al otro extremo del viejo y pequeño parque estaban las bancas alineadas para picnic, las cuales tenían incluso un techo en caso de lluvia, fue ahí donde Amanda se sentó a leer aquel libro de texto y a tomar algunos apuntes mientras dejaba a los dos peliblancos juntos.
>>¿Y cómo has estado?— preguntó la chica, una vez que el silencio entre ellos le pareció el suficiente para que Amanda se haya alejado de ellos—. Vine a verte la semana pasada y no estabas aquí, ¿sabes? Fue bastante aburrido ese día. Tuve que rogarle a la señorita Hepburn que viniéramos para poder verte. Ella no quiere traernos más al parque porque el frio comenzó a empeorar. Especialmente hoy, había escuchado en televisión que habría un frente frio en estos días y eso haría bajar la temperatura, pero esto es demasiado, ¿no lo crees?
—Si, hoy hace demasiado frio, no siento los dedos de mis manos— respondió Lincoln, con un tono firme y sin mostrar el titubeo que normalmente tenía al estar con sus hermanas o padres—. Y lamento no estar aquí la semana pasada. En verdad quería venir, pero mis padres no me dejaron, querían que me quedara en casa a descansar.
—¿Descansar?— preguntó la chica, comenzando a mecerse suavemente en su columpio— ¿Estuviste enfermo?
—Algo así. Solo estaba un poco adolorido, pero creo que podía venir sin problemas, pero ellos no me dejaron.
—Lo entiendo— replicó la peliblanca, mostrándose entendida ante la situación—, la señorita Hepburn también puede exagerar a veces cuando me enfermo, pero supongo que es lo normal para los adultos. Incluso Amanda lo ha hecho un par de veces, como hace dos días.
—¿En serio?— preguntó Lincoln, algo intrigado ante aquello— ¿Qué fue lo que te pasó? ¿Estás lastimada?
Lincoln pudo ver como las mejillas de su amiga se tornaron rojas en un instante, haciendo resaltar aún más sus discretas pecas y causando que la chica sacudiera su cabeza de un lado a otro con cierto desgane, como tratando de negar y olvidar algún recuerdo vívido.
—Olvida eso— respondió—, estoy bien, es solo que… pasaron cosas. Pero no te tienes que preocupar por eso. Son cosas de chicas.
Lincoln no supo a que se refería Lesly, pero viviendo en una casa habitada mayormente por mujeres, entendió que debía ser algo delicado y por lo que no debería tratar de indagar muy a fondo, así que dejó pasar aquel tema, sin preocuparse demasiado por ello, pues su amiga ya había dicho que no fue nada grave.
>>Mejor dime que has hecho estos días— continuó la chica—. Hace mucho tiempo que no podemos vernos y me preguntaba que estarías haciendo.
—Si, es verdad, ha pasado bastante tiempo. Aunque no he hecho nada importante en realidad. Ya sabes, lo de siempre.
—Mmm. Ya veo— replicó la niña albina—. Con tantas hermanas pensé que seguro habrías tenido alguna aventura mas como aquellas que me llegaste a platicar antes.
—No. Para nada. Mis hermanas han estado… ocupadas, creo. Aunque somos muchos, la mitad somos ya muy grandes para solo salir a hacer travesuras. Se vería raro que alguien de mi edad anduviera en las calles jugando con sus hermanitas de primaria ¿no crees?
—No lo sé— respondió Lesly, mostrando una sonrisa discreta en su rostro—, es difícil imaginarme como es que se "vería" eso.
Apenas terminó de decir aquella oración, la albina comenzó a reír un poco, seguida de Lincoln, quien también sintió aquella broma como una divertida y muy propia de su amiga.
—Vamos, sabes a que me refiero. A mi edad la gente espera que deje de hacer cosas estúpidas de niño pequeño y comience a hacer cosas estúpidas de puberto.
—¿En serio?— preguntó la chica, volteando hacia Lincoln y mostrando una expresión de genuina intriga— ¿Qué tipo de cosas son esas?
Lincoln se alegró de que su amiga fuera incapaz de ver el fuerte sonrojo que se formó en su rostro, el cual notó al sentir el cambio de temperatura en sus mejillas. Aunque dijo eso por haberlo escuchado en algún momento en su aula de clases, Lincoln tampoco tenía del todo claro a qué se refería esa frase. Entendía lo mínimo de la misma pues era ya un chico en esa edad, pero aún así no entendía del todo que significaba.
—Ya sabes, cosas…
—Si, eso dijiste, pero ¿Qué tipo de cosas?
—¡Da igual! Mejor dime que has hecho tú en estos días. Han pasado dos meses o algo así, seguro que tú si has hecho muchas cosas.
—Tampoco he hecho muchas cosas— respondió Lesly, meciéndose con un poco mas de ímpetu en el columpio y volteando a ver al frente—. Aunque quiera hacer algo, no es que tenga muchas opciones. Sigo estudiando Braille y ahora soy mucho mejor leyéndolo, pero me sigue costando bastante escribirlo por culpa de su orden. No termino de acostumbrarme a que deba escribir de derecha a izquierda a pesar de que se lee de izquierda a derecha, pero al menos ya se usar la regleta y usar el punzón sin maltratar el papel.
—No sé qué tan difícil sea aprender Braille— comentó Lincoln—, pero creo que está bien si ya puedes leerlo. No creo que sea malo que te tome un poco más de tiempo el acostumbrarte a escribirlo.
—Lo sé, es solo que es algo frustrante.
—Si, creo que entiendo eso un poco. También me sentí frustrado cuando quise aprender a dibujar pero no conseguía mejorar en absoluto.
—Lo recuerdo, aunque si lo piensas bien, tiene sentido que no consiguieras mejorar. Querías hacer de todo al mismo tiempo. Seguro por eso fallabas en todo.
—No estoy tan seguro— replicó Lincoln, teniendo en mente todo el esfuerzo que puso en hacer algo de provecho que pudiera darle reconocimiento en su familia, sin poder conseguirlo—. Mis hermanas podían hacer muchas cosas al mismo tiempo y no tenían problemas, tal vez no lo conseguí porque no soy bueno en nada.
—¿Vas a empezar con eso de nuevo?— preguntó la albina, con un tono apenas molesto en su voz.
—No. Olvídalo. Hablemos de otra cosa.
—Bien. ¿Quieres que te diga algo gracioso que pasó en casa?
—Seguro.
—Hace dos semanas, Margue se cayó mientras jugaba dentro de la casa y se pegó muy fuerte en la boca.
—¿Ella está bien?— preguntó preocupado el peliblanco, interrumpiendo momentáneamente a su amiga.
—Si, no te preocupes por ella. Nos asustó mucho cuando pasó, pero no fue nada grave, solo sangró un poco de la boca.
—¿Y qué tiene eso de divertido?
—Oh. Cierto. Lo divertido es que cuando se cayó el golpe la hizo perder dos dientes, estos— dijo la albina, volteando su rostro hacia Lincoln y usando su dedo índice derecho para tocar sus incisivos, mostrándole a cuales dientes se refería.
—Eso debió dolerle mucho.
—Margue lloro mucho cuando se cayó, pero unos días después me dijo que no le había dolido mucho. Comenzó a llorar porque se asustó cuando vio que se le cayeron los dientes y un poco de sangre salía de su boca. Pero ya está bien, se calmó bastante rápido cuando le dijeron que esos eran sus dientes de leche y le iban a crecer otros nuevos más adelante.
—Si, mis hermanas tuvieron una reacción similar cuando perdieron esos dientes.
—Cuando se me pasó el susto y supe que Margue estaría bien, recordé que me dijiste que dos de tus hermanas se veían así y me dio un poco de risa.
—Bueno, ellas ya no se ven así exactamente.
—¿Ya les crecieron los dientes a ellas?
—No por completo. Sé que a Lola ya le comenzaron a brotar sus dientes frontales, pero son aún muy pequeños, por lo que hasta donde se aún debe usar sus dientes falsos cuando va a sus concursos de pasarela. Y a Lana ya le creció uno de los dientes por completo, pero el otro aun no ha comenzado.
—¿Crees que a Margue le tome mucho tiempo recuperar sus dientes?
—No tengo idea, supongo que esas cosas dependen de cada persona.
—Que mal. La pobre de Margue a tenido problemas desde que perdió esos dientes. Le cuesta mucho comer cosas duras como manzanas, y cuando toma leche o agua siempre se le escapa un poco en el espacio entre sus dientes y termina manchando su ropa. Incluso cuando habla se escucha un gracioso silbido en su voz. Eso no es tan malo, supongo.
—Creo que es normal que le pase eso. Perdió dos dientes al mismo tiempo, y los dos juntos. El espacio es enorme, lo sé porque vi a mis hermanitas en esa situación y al principio también tenían esos problemas, pero con el tiempo se acostumbraron a ellos.
—Oye Lincoln, ¿alguna vez me contaste como es que tus hermanas perdieron sus dientes?
—No lo sé, la verdad no recuerdo si lo hice. Pero no tengo mucho que decir. Solo sé que fue en una de sus peleas. Cuando eran más pequeñas se peleaban siempre y cada vez que lo hacían terminaban en golpes y empujones, así que se lastimaban muy seguido. Un día mamá se las llevó después de regañarlas por estar peleando y cuando regresaron estaban ya sin sus dientes. Eso fue hace años.
—Suena parecido a lo que pasó con Margue. Espero que no le tome años recuperar sus dientes, parece que se divierte sin ellos, pero a mí no me gustaba como se sentía mi boca cuando perdía un diente.
—¿En serio? A mí nunca me importó mucho eso.
—Es que cuando perdía un diente, no podía evitar poner mi lengua en el hueco pero al mismo tiempo me daba mucho asco como se sentía la encía. Era extraño.
—Si— respondió Lincoln, riendo suavemente—, es verdad que eres alguien extraña. Haces muchas cosas raras.
—¡Oye!— exclamó la chica, casi en un tono de grito— ¡Puede que eso sea verdad, pero es muy grosero de tu parte decírmelo de esa forma!
—Lo siento— replico el peliblanco, riendo un poco más fuerte y frotando sus frías manos para tratar de calentarlas un poco—, no quería molestarte. Solo lo dije por decirlo, no trataba de decirlo de una forma grosera.
—Lo sé— afirmó Lesly, soltando una risilla burlona—, solo quería molestarte un poco. Es muy fácil burlarse de ti.
Al escuchar aquello, la mente de Lincoln le hizo revivir rápidamente algunos recuerdos con algunas de sus hermanas. Nada que le evocara un sentimiento especial, simplemente recuerdos gatillados por aquella frase final de su amiga.
—Si— respondió él tras un momento—, creo que tienes razón. Aunque no sé si eso es algo bueno.
—Vele el lado positivo, Lincoln— comentó la chica, volteando hacia él y mostrando un rostro muy serio—, que sea tan sencillo burlarse de ti es algo bueno, al menos para mí.
—Si, tienes razón. ¿Crees que debería convertirme en un bufón?
—No creo que puedas. ¿Quién querría contratarte como bufón?
—Cierto, ya existen los payasos, y son más divertidos que cualquier bufón.
—En realidad yo lo decía porque no eres tan gracioso. Aunque quisieras intentarlo no creo que fueras a conseguirlo.
La peliblanca comenzó a soltar unas risillas ahogadas al decir aquello. Estaba feliz de hablar con su amigo, a quien apreciaba mucho y a quien había extrañado en todo el tiempo que no se encontraron. Esas bromas que podía hacerle, las cosas que él le contaba, la forma atenta en que él solía escucharla, esperaba tener tiempo para todo eso. No disponía de mucho para empezar, pues la señorita Hepburn en realidad no le dio permiso para aquella visita, si estaba ahí, junto a Lincoln, pasando el rato y platicando un poco, era gracias a Amanda quien la sacó de casa con otro motivo, pero que fue capaz de ingeniárselas para darle tiempo de visitar el viejo parque.
Aún estaba algo abochornada por la plática que tuvo con Amanda, cual fue la razón para que la señorita Hepburn las dejara salir de casa, pues era una plática importante ahora que Lesly se había convertido en una señorita, pero afortunadamente para ella, las dos mayores ya antes le habían hablado un poco sobre el tema y conocía las implicaciones de su nuevo cambio físico. Pero aún así escuchar a Amanda por más de una hora hablando sobre todo eso fue verdaderamente bochornoso e incomodo, daba igual cuanto quería a la castaña o cuanta confianza le tenía, aquello que se dijo en esa charla era, indiscutiblemente, bochornoso para cualquiera que estuviera en su edad y pasara por esa situación.
Pero eso ya había pasado y no debía pensar más en ello pues ahora estaba con su amigo. Debía quitarse eso de la mente pues sería incluso más bochornoso si Lincoln se enterara de aquello. Afortunadamente ella tenía ya en mente algo de lo que quería hablar con el chico.
—Oye, Lincoln. ¿Alguna vez has pensado en que quieres ser de grande?
—¿Qué?
—Ya sabes, cuando seas mayor. ¿Qué trabajo te gustaría tener?
—No lo sé, no pienso mucho en eso. ¿Por qué lo preguntas?
—Yo si lo hago. Últimamente he pensado mucho en eso. Con mi discapacidad es bastante difícil que alguien decida adoptarme y aún si existiera alguien que quiera tener una hija invidente o si yo no lo fuera, a mi edad ya nadie me ve como una opción.
—¿Por qué lo dices? Yo creo que aún tienes oportunidad…
—De ninguna manera, Lincoln— interrumpió la peliblanca—. Cuando una pareja quiere adoptar, espera que sean bebés o niños muy pequeños. Quieren ser padres que críen a sus hijos, pero yo ya no soy una niña, las parejas ya no tienen interés en mí. No es que me moleste, la verdad ya hace mucho tiempo me había dado por vencida debido a mi condición— la chica dijo esto moviendo su mano derecha frente a su rostro, acentuando su incapacidad visual—. Pero tampoco puedo esperar que un orfanato o una casa de acogida cuide de mi por siempre, hace poco escuché por primera vez a la señorita Hepburn hablar sobre eso, pero cuando un niño no es adoptado a la edad de dieciséis años se le asigna un trabajo y a los diecisiete se le da un apoyo pequeño para que puedan rentar algún departamento mientras consiguen salir adelante. El punto es que deben abandonar los orfanatos a esa edad.
—Eso suena… complicado— Lincoln se ahogo en sus palabras. No sabía que más decir ante aquellas palabras las cuales, de manera inesperada para él, habían conseguido oscurecer el ambiente, casi tanto como las grises nubes sobre ellos lo hacían con el día—. Pero aun falta bastante tiempo para eso…
—Ese es el problema, Lincoln— interrumpió la peliblanca una vez más—, para alguien normal seguro que el tiempo es bastante sobrado, pero para mí… este es un pueblo pequeño, no creo que existan muchos lugares que contraten o que siquiera estén acondicionados para tener gente como yo.
—No lo digas de esa forma Les…
La chica prestó atención a eso, el tono de su amigo se había derrumbado bastante. Tal parece que de alguna manera ella consiguió hacer de aquella conversación, la cual esperaba fuera divertida, una algo triste.
—No lo digo para auto compadecerme, Lincoln. No te entristezcas por favor. Te decía todo esto porque quería hablar contigo sobre los planes que tengo, eso es todo. No me importa mucho si será fácil o no, de cualquier manera lo tengo que hacer. Así que no te sientas mal por mí.
—Pero, lo que dijiste es cierto. Royal Woods es un lugar grande si tomamos en cuenta su extensión, pero es un pueblo pequeño si tomamos en cuenta su población. ¿Crees que puedas conseguir un trabajo aquí?— preguntó el chico, con cierta consternación en su voz.
—No solo no lo creo, estoy segura de que eso no va a pasar. He hablado con Amanda sobre eso un par de veces y ella dice que aún si consiguiera un trabajo en este lugar, lo más seguro es que no sea la mejor opción quedarme. Además del centro comercial y el cine, este lugar no tiene nada, así que el pueblo no crecerá mucho en los próximos años. Aquí no existe industria, ni tampoco acceso a zonas importantes o a recursos valiosos. Ni siquiera hay turismo en este lugar porque casi todo el bosque está protegido por el gobierno como reserva natural. Royal Wood seguirá siendo un pueblo pequeño y sin oportunidades, mucho menos para alguien como yo. Al menos eso es lo que dice Amanda.
—Creo que tienes razón, digo, que Amanda tiene razón. Royal Woods es un lugar que no tiene nada importante. Pero, ¿Qué planes tienes entonces?
—Pues he pensado mucho al respecto, pero no tanto. Trate de investigar qué tipo de trabajos puede conseguir alguien como yo, pero casi todos son cosas que no entiendo bien y los que si entiendo no me parecen tan interesantes— la albina dejó de balancearse en el columpio y encorvó su espalda sacando su pecho, tratando de tronar sus huesos—. Podría ser una profesora, pero no estoy segura de si realmente quiero eso, suena como un trabajo difícil y algo aburrido.
—Si, he podido escuchar varias veces a mis profesores quejarse de que les pagan poco.
—Ser una abogada sería genial, ¿cierto?
—Seguro que si, además los abogados ganan mucho dinero.
—El problema es que estudiar esa carrera parece una competencia. Estuve investigando con Amanda y no es nada sencillo. Hay escuelas muy económicas para esa carrera profesional, pero si quieres ser alguien importante debes estudiar en una escuela importante también. No es que te obliguen a eso, pero a las personas les importa mucho que sus abogados hayan egresado de escuelas importantes y con mucho renombre. Yo no puedo pagar una escuela así, además, en unos años me van a obligar a trabajar y no sé si pueda con ambas cosas a la vez. Sobre todo porque la universidad comunitaria de Royal Woods no tiene la carrera de leyes.
—Lo sé, mi hermana mayor Lori también quería estudiar leyes, había conseguido una beca del sesenta y cinco por ciento en una universidad en Pensilvania, pero tuvo que rechazarla.
—¿En serio? ¿Por qué?— preguntó sorprendida la chica, siendo esta la primera vez que escuchaba de eso.
—Pues, porque Pensilvania está lejos.
—¿Y eso qué? De cualquier forma tendrá que dejar la casa pronto, ¿no? Ya es bastante mayor, estudiar, trabajar o casarse son cosas que se hacen lejos de casa a esa edad, ¿cierto?
—El problema es mi hermana Leni, ella tendría algunos problemas si Lori decide irse de casa.
—Oh. Bueno, eso suena… como algo que haría tu hermana mayor.
—Si, aunque no estuve presente, sé que mis padres hablaron mucho con ella. La querían convencer de que fuera a estudiar aprovechando la beca que consiguió, pero al final decidió que prefería quedarse a cuidar de Leni. No la culpo, de no ser porque Lori está aquí, yo tampoco consideraría irme del pueblo dejando a Leni atrás.
—¿Qué quieres decir? ¿A dónde irás tú?
—A ningún lugar— respondió Lincoln, mostrándose nervioso tras sufrir aquella parapraxis—, solo era un ejemplo.
—Ok. Y si tu hermana mayor se quedo aquí entonces, ¿Cómo hará para estudiar leyes?
—No lo hará, ella aplicará para la carrera de gestión empresarial aquí en Royal Woods. Trató de usar su beca para hacer la universidad a distancia y no perder la oportunidad, pero esa escuela solo le iba a respetar la beca si asistía a clases presenciales. No lo harían si decidía entrar a clases virtuales.
—Que mal. Pobre de tu hermana, ahora tendrá que estudiar otra cosa que no es lo que quería.
—No es tan malo. No conozco los detalles, pero Lisa me dijo que planeaba encontrar la forma de llevarse a Leni con ella hasta Pensilvania, solo necesitaba ahorrar un poco. Escogió gestión empresarial por capricho, quiere mantener sus notas altas para cuando pueda aplicar de nuevo a la universidad.
—Tu hermana es bastante genial.
—Supongo.
—¡Vamos, Lincoln! Dale un poco de crédito a tu hermana. Cambió de carrera para poder cuidar de su hermana menor y aún así planea volver a intentarlo, pero llevando consigo a su hermana. Eso es genial mires por donde lo mires.
—Sí— respondió Lincoln, sintiéndose cohibido y regañado ante aquellas palabras, avergonzándose de actuar un poco como idiota—, tienes razón…
—Como sea. Otra opción sería estudiar economía, pero no me gustan mucho las matemáticas. Si hay matemáticas en esa carrera, ¿verdad?
—No lo sé, pero suena a que si hay muchas matemáticas.
—Creo que voy a olvidar esa opción, no es lo mío de ninguna manera. Quizá podría estudiar lo mismo que Amanda y dejar de pensar demasiado en todo esto. Hay demasiadas opciones, pero al mismo tiempo no hay mucha libertad para escoger.
—Creo que deberías tomártelo con más calma. Aún faltan años para que tengas que preocuparte por eso, sigues siendo una niña, estoy seguro que más adelante encontraras una forma de solucionar esto. Pero por ahora creo que exageras al tratar de pensar en una forma de arreglar algo que ni siquiera es un problema todavía.
—En primer lugar, yo no soy una niña, ya pasaron algunos meses desde que cumplí doce años, así que no me llames así. Soy una señorita, además soy bastante madura para mi edad, ¿no crees?
—Yo no diría eso exactamente, pero supongo que tienes razón. Puedo apostar a que nadie de nuestra edad estaría pensando en las cosas que tú me estás diciendo. No sé si eso sea algo maduro, pero si sé que es algo que alguien mayor a nosotros debería hacer.
—¿Crees que es raro que piense en todo esto?— preguntó la albina, ahora mostrando una apariencia cabizbaja.
—Decir que es raro sería un poco exagerado, pero no creo que sea algo normal. Para casi todos los adultos tú y yo seguimos siendo niños, así que deberías aprovechar eso por ahora. No deberías preocuparte por el futuro ni tampoco por lo que va a pasar contigo, o al menos no por ahora.
Un pequeño silencio se dio entre ambos chicos cuando Lincoln terminó aquella oración. No fue algo incomodo, fue algo hasta cierto punto natural. Lesly ciertamente se sentía bastante agobiada por pensar constantemente en todo lo que podría pasar con ella en el futuro, por lo que las palabras de su amigo resultaron tranquilizadoras, tuvo que pensar en ellas y repetirlas en su mente por unos momentos, tratando de interiorizarlas y quizá con ello, también seguirlas.
Por su parte, Lincoln se quedó en silencio para darle espacio a su amiga albina de entender todo lo que pasaba por su cabeza en ese momento, al verla pudo notar como parecía estar teniendo un momento reflexivo y debía dejarla terminar antes de que continúe con la conversación. Había aprendido muy bien sobre eso al pasar el tiempo con su hermana menor Lucy cuando eran más pequeños. La niña gótica de la familia solía tener ese comportamiento cuando experimentaba cosas nuevas o cuando tenía alguna emoción fuerte, yendo a algún lugar solitario en donde pueda dejar que sus pensamientos se aclaren y, cuando al fin sentía que entendía lo que pasaba, era que regresaba con la familia y volvía a estar en contacto.
Al recordar, Lincoln no pudo evitar preguntarse si su hermana Lucy había cambiado aquel peculiar comportamiento y forma de sentir que tenía. Su presencia era, por así decirlo, transparente debido a lo silenciosa, sigilosa y escurridiza que era, por lo que muchas veces podía estar cerca de alguien sin ser notada. Por ello es que Lincoln en realidad no sabía nada de ella, una vez que empezó a dejar la casa por horas, ver a Lucy se volvió algo que solo hacía en recuerdos, pues nunca tenía la oportunidad de toparse con ella. O si es que lo hacía, no era capaz de recordarlo.
—Lincoln, te voy a preguntar algo, pero quiero que seas honesto conmigo. No me voy a enojar con tu respuesta, así que no trates de ser bueno conmigo.
La albina había dicho aquello de forma repentina y de alguna manera rompiendo también el hilo de la conversación que tenían hasta ese momento, pero mostrándose seria y algo preocupada incluso. Por ello es que Lincoln tuvo que toser un poco para aclarar su garganta antes de responder. Lamentó aquello, hacia tanto frio que su helada nariz había comenzado a gotear un poco sin que él lo notara, manchando su mano un poco al momento de aclarar su garganta.
—Claro— respondió el peliblanco, frotando sus manos para tratar de disipar aquella gota que cayó en su mano desde su nariz y la cual no quería esparcir sobre su ropa—, si es algo importante puedes contar conmigo. Voy a decirte la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Siempre lo hago— aquello último lo dijo con todo el cinismo del mundo, pues en realidad le había mentido ya muchas veces a su amiga.
—¿Tú crees que soy bonita?
Lesly se había tomado un momento en silencio antes de animarse a preguntar, tanto como para que durante la espera Lincoln decidiera comenzar a balancearse dejando pasar el dolor que sentían sus dedos por culpa de lo fríos que estaban mientras recibían el roce con el columpio. Pero detuvo aquello en un instante, ante la pregunta de su amiga, bajando sus pies al suelo con prisa y deteniendo su vaivén mientras volteaba a ver algo sorprendido a la chica de apariencia infantil. De no tener entumido su rostro por culpa de las ocasionales ráfagas de aire helado que salían del bosque, Lincoln habría notado el cambio de temperatura en sus mejillas, las cuales se enrojecieron a más no poder cuando escuchó aquella pregunta.
—¿Por qué me preguntas eso?— la voz del chico expresaba con bastante claridad el nerviosismo que sentía en ese momento.
—Primero responde mi pregunta. ¿Crees que soy bonita?
—Pues— Lincoln dudó en que decir o como decirlo—… si, lo eres…
Otro silencio se hizo notar entre ellos cuando Lincoln dio su respuesta, pero ahora las mejillas de Lesly estaban tan rojas como las de Lincoln, algo que quizá ella notó pues decidió subir su bufanda lo suficiente como para ocultarlo. Lincoln esperó pacientemente a que ella volviera a hablar, pues no tenia forma de ser él quien continúe hablando sobre eso. Era la primera vez que decía algo así a alguna chica que no fuera una de sus hermanas, e incluso si decidía incluirlas, aquello lo dijo cuando aún era muy pequeño así que, en su mente, eso no contaba.
—¿Qué tan bonita?— preguntó la albina, comprometiendo más a su amigo y mostrándose ella misma más nerviosa y cohibida ante lo que decía.
—¿A dónde quieres llegar con esto, Les?— preguntó el peliblanco, bastante abochornado, ese tipo de interacciones eran nuevas para él.
—Solo responde, te lo explico después de eso.
Lincoln estuvo una vez más agradecido de que su amiga no fuera capaz de verlo en ese momento, no tenía idea de cómo lucia pues tampoco podía verse a sí mismo, pero estaba seguro de que estaba completamente rojo de la cara y podía notar aquella sonrisa estúpida que se dibujaba en su rostro por culpa de su nerviosismo. Pero se armó del valor necesario para responder, pues aunque no sabía hacia donde se dirigía esto, tenía cierta curiosidad en ello.
—Creo— respondió él, una vez más con su nerviosismo evidenciado en su temblorosa voz—… Yo creo que eres muy bonita.
—Ya veo— replicó la albina, mostrándose tan nerviosa como Lincoln—. Supongo que esa es otra opción entonces.
—¿A qué te refieres?
—Es solo que pensé… pensé que si lo de estudiar no funcionaba también estaba la opción de casarme. Pero tampoco creo que haya muchos hombres que quieran casarse con alguien ciega. Si encima de eso fuera alguien fea, pues entonces debería olvidarme de esa posibilidad también. Pero si dices la verdad, supongo que aún hay oportunidad de tomar ese camino.
Lincoln suspiró largamente, debía soltar todo aquel aire que había comenzado a contener por culpa de la pregunta que su amiga le había hecho. Se sintió tranquilo al saber que es lo que ella tenía en mente, pero era eso también lo que le hacía sentirse algo preocupado por ella. Lincoln era mayor, por muy poco, pero aún así a él se le solía tratar como a un niño, por lo que en su amiga, especialmente con aquella apariencia, debería ser más presente aquel trato. Pero de alguna manera ella estaba pensando en las cosas como lo hacía Lori cuando terminó la secundaria, contemplando un futuro que debido a las condiciones en que vivían, podían no ser como esperaban.
—Cuando Lori estaba en la secundaria— dijo el peliblanco, interrumpiendo aquel pequeño silencio que se formó entre ellos—, creo que fue en el último año, ella empezó a pensar en la universidad. Yo era muy pequeño para preocuparme por esas cosas, pero sé que fue por esa época que ella empezó a cambiar porque yo también… bueno, eso da igual, el punto es que Lori era solo un poco mayor que nosotros cuando empezó a pensar en la universidad.
—Entiendo— replicó la albina, quien atenta esperaba a que Lincoln continuara pues la pausa que hizo le pareció demasiado larga y con aquella respuesta, esperaba incitarlo a continuar.
—Ella tuvo muchos problemas en esa época, yo fui uno de ellos. Pero ella no se rindió en ningún momento, desde el momento en que eligió cual sería su carrera ella comenzó a planear todo. Primero eligió una escuela que ella consideró como una muy buena, pero que estuviera en las posibilidades de nuestros padres, y aunque quedaba algo lejos y debería mudarse, ella estaba dispuesta a hacerlo con tal de convertirse en abogada. Estaba tan concentrada en eso que dejó atrás su club de Golf donde había conseguido mucho reconocimiento nacional gracias a sus competencias y se concentró en estudiar. Todos los días en la escuela ella estudiaba como loca, y después regresaba a casa para hacerse cargo de todos nosotros y de sus tareas. Cuando terminaba con eso ella volvía a estudiar por horas, hasta que ya no podía más y se quedaba dormida. Eso era muy estresante para Lori, así que sin que nadie se diera cuenta ella comenzó a conseguir "ayuda" para mantenerse despierta.
—¿Qué tipo de ayuda?— preguntó la chica, algo expectante tras escuchar el cambio en el tono de voz de su amigo cuando dijo "ayuda".
—No sé mucho sobre eso, pero Lori empezó a usar cosas para mantenerse despierta en las noches y para tener energías todo el día. El problema es que no eran cosas— Lincoln pausó por un momento, no estaba acostumbrado a hablar de sí mismo, mucho menos de exponer a su familia, pero estaba tratando de presentar un punto a la chica albina junto a él, por lo que tragando saliva de manera pesada, continuó—… No sé donde es que los conseguía, pero Lori tenía algunos medicamentos que la ayudaban a estar más despierta, concentrada, activa y esas cosas durante el día y la noche, pero todos eran medicamentos especiales. No se supone que alguien sano deba tomarlos ni tampoco obtenerlos sin ayuda de un medico. Pero nadie en la casa se dio cuenta, todos estaban muy ocupados lidiando con otro gran problema que estaba sucediendo al mismo tiempo.
La voz de Lincoln tembló suavemente ante lo último que dijo, el sintió que recordar aquello le hacía sentir muy mal, pues desde que entendió un poco más de todo lo que aconteció en esa época, no podía evitar culparse por la situación de Lori.
—¿Eso… fue algo malo?
—Si lo fue, pero no fue tan malo. Es solo que Lori se sentía muy presionada por conseguir la beca, además estaba tomando esos medicamentos que nunca nos dijo como consiguió y también estaba pasando por un periodo en el que la mente suele ser algo inestable. Un poco como tú y yo. Lisa me contó que fue por eso que los nervios de Lori eran tantos por todo lo que tenía que hacer que al final terminó por romperse. Ella está bien y aunque debe tomar su medicamento para evitar problemas, es difícil que vuelva a enloquecer de la forma en que lo hizo hace tiempo.
—Ya veo— fue lo único que la albina pudo decir al respecto, usando un hilo de voz ante la sensación de como sus palabras la ahogaban sin poder expresarlas.
—Mi punto es que Lori se obsesionó con su futuro y comenzó a cometer muchos errores en el proceso. Incluso más adelante todo se le vino abajo cuando mis padres le preguntaron sobre Leni.
—¿Tú otra hermana? ¿Por qué?
—Lori sabía que iría a Pensilvania con aquella beca que consiguió, pero nunca pensó en que eso la iba a separar de Leni. Sabía que se iba a ir de la casa, pero de alguna forma ella pensó que Leni iría con ella, estaba tan acostumbrada a estar siempre cuidándola que no pasó por su mente el dejarla atrás cuando fuese a la universidad. Por eso es que decidió quedarse en Royal Woods, no quería dejar a Leni, en su lugar permanecerá aquí por un tiempo mientras estudia y trabaja. Lisa me contó que cuando habló con mamá y papá, ella les dijo que juntaría el dinero suficiente para llevar a Leni consigo y que ella hablaría con la escuela para encontrar la forma de que le permitan a Leni acompañarla en clases. A pesar de que su plan original termino completamente truncado, ya pensó en un plan diferente para no dejar atrás sus metas.
—Lo admito— declaró la albina, haciendo sonar suavemente su nariz al intentar que ningún fluido salga de la misma y limpiando un poco sus ojos los cuales habían acumulado algunas lagrimas—, tu hermana Lori es incluso más impresionante de lo que pensé. Cuando supe que cuidaba de tu hermana Leni, pensé que ella era admirable, pero ahora creo que ella es alguien muy decidida y también muy amorosa. Pero… ¿Por qué me cuentas todo esto?
—Por pensar demasiado las cosas, la salud de Lori terminó como está ahora, en un estado… raro. Y todo comenzó de la misma forma en la que tú estás comportándote ahora, ella tenía miedo de lo que pasaría en el futuro y quiso hacer todo de una forma más rápida y algo apresurada. No quiero que te vaya a pasar eso a ti también.
—Lo entiendo— respondió la albina, mostrando un rostro bastante pensativo y algo preocupado.
—Además, también creo que Lori es la prueba de que aún tienes mucho tiempo para hacer todo lo que quieras hacer.
—¿A qué te refieres?
—Pues, los planes de Lori fueron al final un desastre y tuvo que cambiarlos mucho. Y aunque ella es más grande que nosotros no parece tener problema con perder un ciclo escolar o dos con tal de hacer las cosas como quiere, así que es la prueba de que da igual si no escoges bien a la primera, siempre puedes volver a empezar desde un punto anterior.
>>Se que es complicado— continuó el chico, después de que otro silencio prevaleciera entre ellos ante las reflexiones que la albina parecía estar cavilando mientras, a lo lejos, podía verse a Amanda recogiendo sus cosas tranquilamente—, también se que tú no eres igual a Lori y que hay cosas que tú tienes que hacer de forma diferente al resto. Pero aún eres una niña, o bueno, somos niños, quizá lo mejor sea solo hacer cosas de niños y dejar las cosas de adultos para los adultos. Creo que está bien que pienses en lo que te gustaría hacer cuando seas grande, pero no creo que deberías tomártelo tan en serio, las cosas que te gustan ahora puede que cambien cuando seas mayor, así que esperar un poco es buena idea. Aún vas a conocer cosas nuevas o a otras personas y tus gustos también cambiaran, ningún adulto es igual a como era de niño. Estoy seguro de que cuando sea el momento de que te tengas que preocupar por eso, la señorita Hepburn será la primera en decírtelo, y cuando eso pase será ella también la primera en ayudarte, así que no vas a tener que hacerlo todo tu sola. Puede que tu familia no sea, ya sabes, una muy común, pero sigue siendo tu familia, así que si estas en problemas o necesitas ayuda estoy seguro que harán lo posible por darte una mano.
—Creo que tienes razón— afirmo la albina, sorbiendo un poco su nariz la cual estaba algo húmeda debido al frio y también a la gran cantidad de emociones que sintió en poco tiempo—. Tal vez fui un poco exagerada y debería tomarme más a la ligera lo que escuché de la señorita Hepburn. Aun falta mucho tiempo para eso, ¿cierto?
—Si, creo que aún falta mucho tiempo para eso.