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Chapter 17 - Voló Al Cielo - Parte 02

La espera había sido insufrible, tan larga, tan lenta, tan fría, tan oscura, tan silenciosa, tan llena de ansiedad, tan temible, tan descorazonadora, tan reveladora, tan puntual, tan llena de malestares. Tan especulativa también, pues además de solo dedicarse a asumir cosas en su mar de pensamientos, él también decidió asumir el tiempo transcurrido al no tener forma de medir el tiempo, especialmente en aquellas condiciones en las que la percepción se podía alterar bastante. Pero al menos podía estar seguro de algo, su casa estaba en silencio y completa oscuridad desde hacía un buen rato, el suficiente como para que el considerara que sus hermanas estaban durmiendo profundamente, ajenas a lo que estaba por suceder.

 Llevaba tanto tiempo sentado en la misma posición, que al moverse pudo sentir con más ferocidad el frio de esa noche, calando en su pie herido y también en sus poco entrenados músculos y su descuidada y reseca piel. Un pequeño mareo se hizo presente cuando se puso de pie con cierta prisa, haciéndole recordar que omitió su cena esa noche así como también aquel suceso de su disminución de presión arterial por culpa del cambio de postura. No fue tan grave, simplemente el mareo muy moderado que se despejó en unos segundos y luego estuvo listo para continuar. Tomó su mochila y la vistió con cuidado, tomó su dinero, aquel que gano con su trabajo, y lo guardo en sus bolsillos, era ya muy poco lo que le quedaba pues el regalo de Lily fue algo costoso, pero no se quejaría de eso, ver a la pequeña bebé jugar con ese peluche había valido cada centavo gastado en el. Así mismo, el dinero de sus mesadas fue colocado en el cajón, encima de su contenido, con la intención de que quien entrara lo viera ahí y, si es que lo necesitaba, simplemente lo tomara, era más dinero del que él necesitaba de cualquier forma.

 Cuando estuvo listo, no partió de inmediato, se quedó frente al catre viendo aquel cajón donde colocó el dinero, lugar en el que también estaban aquellos útiles escolares lo cuales, al verlos, le obligaron a pensar una vez mas es si es que sería una buena idea dejar algún mensaje atrás. Sabía que hacer algo así era bastante común, tanto que para muchos era un requisito indispensable que debía cumplirse sin falla y que para otros era una forma de mantra que los convencía de no dar marcha atrás a su decisión. Aunque también sabía que existían algunos que decían que escribir ese tipo de textos solía ser un alivio que a veces podía persuadir de cometer una tontería como la que él tenía en mente en esos momentos. Lo cierto es que para él, una carta de ese tipo era algo que le parecía bochornoso, no solo por el acto de escribirla o pensarla, también por la sensación de incomodidad que le producía pensar en que hacer algo así le haría ver como un personaje trágico de alguna serie, comic o libro, cosa que él no quería como ultima vista de sí mismo. Además estaba el hecho de que él no tenía nada que decir, pensaba que algo como una despedida o unas últimas palabras eran algo para la gente que dejó una marca durante su vida, no para alguien como él, que el simple hecho de decir adiós se le dificultaba y le daba la impresión de no causar interés en nadie. Y aun cuando si había cosas que le gustaría dejar dichas para su hermana mayor Leni, pensaba que era una mejor idea no hacerlo, ella era alguien especial y tratar de hacerle entender lo que hizo o el porqué de su decisión sería complicado, por no decir que también contraproducente. Esperaba que al no decir nada y simplemente desaparecer, haría más sencilla la tarea para Leni de olvidarlo con el tiempo, de la misma forma en que con Lily tenía la certeza de que sucedería. No obstante, él tenía miedo y estaba triste por lo que planeaba hacer, por mucho que racionalizara sus actos esa noche, la sensación de miedo no desaparecía y el sentimiento de soledad solo se hacía más grande a cada momento que pasaba. Su cuerpo tiritaba constantemente sin que él fuera capaz de saber con exactitud si aquello sucedía por el inmenso y desolador frio que se sentía o por el implacable y demoledor nerviosismo que tenía en ese momento.

 Muy a su pesar, y sintiéndose tonto por hacerlo, tanto como emocionalmente cansado, él tomo una de aquellas libretas nuevas y lamentó no tener nada más que un bolígrafo a mano para escribir. Al final arrancó cuatro hojas de aquel cuaderno, en las cuales su tambaleante pulso le hizo escribir de una forma muy desprolija y puede que hasta ilegible, pero consiguiendo que en su quinto intento estuviera lista aquella nota. Eran solo unas pocas palabras y no estaban dirigidas de manera tan especifica como al principio pensó que sería lo más justo, en su lugar podría decirse que fueron únicamente unas pocas palabras que, tal como quiso, no fueron tampoco una despedida. Despedirse era innecesario y lo cierto es que él tenía miedo de lo que haría, por lo que muy dentro de sí mismo albergaba aquella idea de que terminaría por acobardarse y no hacerlo. Si algo había demostrado a lo largo de su corta vida además de que era un completo inútil, era que su cobardía era casi tan grande como su ineptitud. Sus intenciones en ese momento eran una gran prueba de ello.

 

Salir de la casa fue una tarea tan sencilla como estremecedora. En cuanto estuvo lista aquella nota, y sintiéndose muy abochornado por ella, decidió no arrancar la hoja y dejarla a simple vista como un caso así ameritaba. Cerró aquella libreta y la puso dentro del cajón una vez más, sobre aquel catre en aquel cuarto. Nadie encontraría la nota de inmediato, puede que nadie la encontrara en absoluto, eso era lo que él esperaba, por ello cerró la libreta y la dejo dentro del cajón, sin indicios de que ahí se escondiera lo que para su familia serian sus últimas palabras. O bien, ese era el plan.

 Optando por doblar cuidadosamente las hojas arrancadas de su libreta, aquellas con sus mensajes fallidos, las guardó silenciosamente dentro de su mochila, temiendo que al arrugarlas para hacerlas una pequeña bola el ruido despertara a sus hermanas. Por supuesto aquel ruido no despertaría a nadie, pero él estaba muy nervioso y en verdad quería sentir que tenía todo bajo control, aun cuando no era así. Con cuidado abrió la puerta de ese pequeño cuarto y pese a que su respiración se agitó y se volvió pesada, el contuvo como pudo su aliento, temiendo también que fuera tan fuerte como para hacerse notar y perturbar el sueño de sus hermanas. Sería un verdadero incordio despertar a alguna de ellas justo en ese momento. Sin embargo el ruido que su persona hacia era inevitable gracias a aquellas viejas tablas de las que la casa estaba hecha; por un momento se molesto ante el hecho de que en ese país las viviendas estuvieran hechas de madera pues al avejentarse resultaba ser muy ruidoso ese material, sería mucho mejor una casa de ladrillo y concreto, como en el resto del mundo se suele usar, aunque quizá aquello era más costoso de reparar. Con cuidado pasó frente a la puerta de sus hermanas más pequeñas, pues estaban en una edad en la que el estado de sueño era mucho más difícil de perturbar, contrario a las gemelas en la habitación opuesta. Le hubiera gustado ver una última vez a Lily mientras dormía, pero aquello estaba destinado a ser un lamento para sus últimos pensamientos. Sus pasos eran lentos y pausados, temeroso de hacer más ruido del necesario y consiguiendo con ello agitar aun mas su respiración debido al esfuerzo que le representaba ir a tan poca velocidad, especialmente en aquel estado hambriento en el que se encontraba. Afortunadamente las escaleras, aunque también chirriantes y ruidosas, eran menos escandalosas que la duela de la planta alta de la casa, dejándolo sentirse más calmado al pisarlas. Pero el nerviosismo era bastante, tanto como para mantener su respiración bajo profundo control incluso cuando estuvo ya bajo las escaleras, aun sabiendo que ahí, nadie lo escucharía. Por experiencia sabía que el sigilo en la planta baja se volvía completamente imperceptible en la planta alta ya que el ruido y la distancia no eran muy compatibles, a menos claro está que decidiera hacer algún desastre ahí abajo. Y aun cuando la habitación de sus padres estaba tan cerca, no había ninguna preocupación por ella, pues sus padres estaban dándose un merecido descanso de sus trabajos y de su familia, usando como excusa festejar un año más de su duradero matrimonio. Era un fin de semana tratando de emular un poco su luna de miel, lo hacían desde hace tres años y puede que eventualmente se les haga una costumbre anual. Al menos eso esperaba él, deseando que aprovecharse de su ausencia para hacer la estupidez que tenía en mente no terminara por amargarles esa oportunidad.

 Si bien la puerta fue otro vuelco a su paciencia y nervios, consiguió atravesarla con el menor ruido posible, sintiéndose convencido de que nadie fue capaz de escucharlo. Estando ya afuera, y pese aún sentir su estomago revolucionado, su cuerpo tiritando, su quijada tensa, su corazón acelerado y sus oídos zumbar, la sensación de nerviosismo pareció disminuir notablemente. Él incluso se dio la oportunidad de pararse en la acera, justo frente a la vereda de su casa que guiaba al pórtico, mirando de frente su hogar. No estaba acostumbrado a verlo en oscuridad desde afuera, y menos aún a escucharlo en silencio, pero ahí estaba, luciendo un color diferente al que recordaba gracias a la oscuridad de la noche y la poca luz del alumbrado público que había, haciendo que sus ojos vieran un tono de pintura mucho más oscuro al que recordaba. Notó que las ventanas estaban cubiertas por las cortinas y de alguna extraña manera se sintió observado a través de ellas, una vez más esa sensación de que alguien le observaba y seguramente también le juzgaba sin que él pudiera precisar quién era. Con prisa se alejó del lugar y trató de calmarse mientras se aseguraba a si mismo que no había forma de que alguien lo viese desde dentro de la casa, todas sus hermanas dormían después de todo. Mientras caminaba miró a su alrededor, no tenía la menor idea de que hora sería, pero entendía que era bastante tarde ya, seguramente era de madrugada pues a donde viera no había nadie y tampoco se veían autos transitar, incluso podía ver en los escasos semáforos que su pequeño pueblo colocó en las intercesiones mas transitadas, aquel parpadeo de color ámbar que indicaba estaban fuera de servicio y que solo alertaban a los conductores esporádicos a ser muy cuidadosos.

 Volteo agitado y algo temeroso a ver detrás de sí, pero no había nadie ahí. Tragó saliva de forma pesada y una vez más caminó hacia su destino.

 Pensó en ser cuidadoso a su paso, temiendo que quizá alguien transitando las calles, por extraño que fuera a esas horas, lo encontrara y decidiera acercársele, pues por mucho que le pareciera algo muy difícil que sucediera, podría pasar. Aunque él no era ya un niño realmente, lo cierto es que tampoco podría decirse que era un adolecente, y más aún era notable su lamentable vida social, por lo que no tenía ninguna excusa para salir de casa por las noches, como mucho llegar a casa al anochecer. Por ello, estando a esas horas en la calle, le parecía que el pueblo se veía diferente, cubierto en umbra y en silencio total ante la ausencia de cualquiera que no fuera él. Era muy agradable ver las calles del pueblo en esas condiciones, le parecían mucho más agradables de aquella forma, o al menos le parecían menos atemorizantes.

 Una vez más, y ahora con algo más que solo nerviosismos, volteo a ver detrás de sí, topándose una vez más con una calle vacía iluminada pobremente por aquellas farolas viejas que emitían esa luz amarilla que tan poco aportaban a mejorar la visión nocturna.

 Sus pasos se habían hecho más veloces, sin duda, pero su mente había flaqueado. Una vez más dudaba de sus acciones, lo cual no era nuevo, de hecho era algo que ya tenía la costumbre de sentir, quizá por eso le era tan fácil dejar a tras esa duda. Se preguntó a sí mismo una vez más si lo que hacía era necesario, si era lo correcto… si era lo que él quería.

La respuesta era negativa para las tres preguntas y no había duda en ello, tampoco había necesidad de justificarla, era sentido común. Lo que tenía en mente, bajo ningún concepto, era necesario, ni para él ni para nadie, eso era obvio en realidad. Tampoco era lo correcto pues su decisión afectaba la vida de muchas personas, no solo la suya, aunque daba igual, si al final solo era su vida la que cambiaría para siempre, sin afectar a nadie más, seguía sin ser algo correcto de hacer. Pero sobre todo era algo que él no quería hacer. Pero, si él no quería hacerlo, entonces ¿Por qué lo hacía? Esa pregunta, a diferencia de las otras tres, era mucho más complicada, no tenía una respuesta para ella, o quizá tenia demasiadas respuestas para ella y eso le dificultaba saber si alguna era realmente la respuesta correcta. Tampoco era eso, sabía perfectamente que aquellas no eran respuestas, eran solo justificaciones, formas de convencerse a sí mismo que lo que hacía tenía un propósito, un significado, un valor.

 Se detuvo abruptamente y esta vez volteo su cuerpo completo, un giro de ciento ochenta grados en busca de algo, pero no había nada ahí. Ahora frente a él seguía únicamente el mismo panorama que detrás, una calle vacía y oscura, nada ni nadie más. Otra vuelta de ciento ochenta grados lo puso de nuevo en su dirección correcta y aceleró el paso una vez más, tanto como para considerar que trotaba suavemente.

 Pensar en ello, desde la primera vez que lo hizo, le resultaba en tragos amargos pues su mente siempre divagaba hasta llegar a lugares tristes y sombríos. Desearía volver a tener aquella actitud positiva de cuando era más pequeño, consiguiendo encontrar siempre lo bueno incluso a las situaciones más complicadas. Claro, entendía que siendo un niño la vida es mucho más simple y, por muy difícil que una situación se torne, algún escape puede darse en la mente de un niño. Realmente le gustaría volver a tener ese buen ánimo al momento de pensar las cosas, quizá debería intentarlo, esforzarse un poco por ello, encontrar algo bueno en lo malo. ¿Qué podría ser? ¿Qué hay de bueno en lo que planea? Para empezar no tiene siquiera claro cuál es su plan, sabe cómo es que comenzará, y de alguna manera está hecho a la idea de cómo terminará, pero todo el nudo de aquel plan está perdido, o mejor dicho no fue concebido. Debía irse de casa, eso era claro, aun si sus motivos para hacerlo no eran igual de claros. Debía alejarse lo más posible, aquello le daría tiempo para mentalizarse y dificultaría la labor de encontrarlo, aun después del final. Por último debía dar uso a la soga que compró. Era un plan simple y poco pulido, aunque sabía bien como quería comenzarlo.

 Sin detener su apresurado paso, su vista viajó una vez más hacia atrás, por sobre su hombro en busca de algo, o de alguien, pero ahí no había nada. "Nadie está aquí. No hay nadie aquí. Nada hay aquí" se dijo, viendo al frente nuevamente y comenzando a correr.

 Pero darle vueltas al asunto le dejaba algo claro, nada bueno saldría de lo que estaba por hacer, no había un motivo para hacerlo. Si ese era el caso, ¿para qué hacerlo? Él tenía ya en mente su excusa. Si cumplía con su cometido, por mucho que sus padres mostraran desinterés por él, o que sus hermanas mostraran negativas a su presencia, su ausencia les dolería y seguramente les haría sentir algún tipo de culpa. Puede que no en Lori, quizá tampoco en Lynn. Seguro que en sus padres si, aunque Lisa o las gemelas no les importe en lo más mínimo. El punto era que, sin importar como se sintieran ante sus actos, todo sería más fácil pues él ya no sería una carga, ya no sería un estorbo y ya no sería una molestia.

Si sus padres lloran su partida, cosa que seguramente pasaría y él lo sabía, terminarían por sentirse mejor al saber que ya no debían preocuparse por él. Aunque le dolía y molestaba la poca atención que le daban desde el incidente del cambio de habitaciones, entendía que por poco que fuera, él habitaba la mente de sus padres en muchos momentos, y fue aquella herida en su pie la que se lo hizo notar más aun. Sus padres no eran malas personas, solo eran terriblemente descuidados con él, pero, ¿Cómo no serlo? Habiendo procreado a cinco maravillosas hijas cuyos talentos eran innegables e impresionantes y después dando vida a otras seis hijas de las cuales algunas ya mostraban un claro talento mientras que las otras parecían estar bien encaminadas en eso, era perfectamente entendible desatender a la oveja negra que no tiene nada. Aquellas que cosechan logros son valiosas, y aquellas que tienen potencial son importantes, pero si no tienes nada, entonces no vales nada, no hay prisa por atenderte, no hay preocupación por cuidarte, no hay miedo por herirte, no hay necesidad de voltearte a ver. Sin embargo sus padres lo hacían, porque a pesar de todo eran buenos padres, ya que no importaba cuan inútil era él, ellos aun le proveían, le daban, le ofrecían. Él no tenía nada para ofrecer a cambio, era una carga, todo lo que se le daba bien podría ser de provecho al ofrecérsele a sus hermanas, de hecho ya sucedía desde antes, sabía que sus padres le habían limitado muchísimo, mientras que a sus hermanas siempre buscaban la manera de darles más, pero eso era obvio, ellas aprovechaban y multiplicaban todo ese apoyo de sus padres, cada gasto que representaban, cada minuto invertido, cada emoción expresada, todo lo que ellas recibían era convertido en algo de valor de lo cual sus padres podrían estar felices y orgullosos.

 Esta vez él no volteo hacia atrás, la fuerte sensación que tenía le pedía con mucha fuerza hacerlo, pero decidió ignorar aquello, en su lugar apresuró aun mas su paso. Estaba ya cerca de donde planeaba detenerse por lo que exigiéndole un último esfuerzo a su ya cansado y débil cuerpo, el corrió ahora con tanta velocidad como podía y sin detenerse hasta su destino.

***

 Le era imposible confirmarlo ahora que no tenía su teléfono, pero él estaba seguro que al llegar a aquel lugar después de su pesada carrera, le tomo al menos dos horas recuperar el aliento y despejar su fatiga. Seguramente estaba exagerando, pero así es como él sentía que pasó. Se levantó del suelo, pues se había tirado sobre este al sentir que sus pies no soportaban más su cuerpo, y se preparo para lo siguiente. Su corazón aun palpitaba de manera apresurada en su tórax, martillando con fuerza su pecho y haciendo que su oído izquierdo palpitara al mismo ritmo provocando aquel pequeño dolor incomodo y la sensación de escuchar un tambor lejano en ese oído. Pero sabía que se había recuperado de su carrera pues su respiración estaba ya más estable y el cansancio en su cuerpo ya no era tan intenso, era el cansancio propio de alguien que no come bien durante el día y que tuvo un extraño desmayo por la tarde, aunado al intenso frio de esa noche, o madrugada. Se mantuvo de pie frente a la entrada del lugar, tratando de mentalizarse mientras respiraba de manera honda, pero decidió detenerse una vez que sus profundas respiraciones comenzaron a hiperventilarlo causándole un suave mareo con ello. Con mucha facilidad entro al lugar brincando por encima de aquella reja tan enana que servía para delimitar la zona, la cual a duras penas le llegaba a la altura del pecho. No tenía ningún tipo de seguridad aquel lugar, no había siquiera cámaras, por lo que acceder era tan sencillo como él lo hizo, pasando por encima de la reja.

 Al estar dentro y de manera inmediata pudo sentir como aquel frio comenzaba a calarle aun mas, lo había notado desde hace unas cuadras, pero justo en ese momento fue mucho más notorio. Tenía sentido que aquel lugar fuera más fresco pues justo al lado estaba aquel frondoso bosque el cual gracias a los gélidos días recientes se veía ahora con mucho menos follaje. El invierno estaba a la vuelta de la esquina de todas formas, no había problema en que los árboles quedaran calvos un poco antes de tiempo, quizá se adelantaron para lucir de la misma forma en que él lo hacía en ese momento. Atravesó la zona de juegos, dejando atrás también aquella zona con bancas para picnic, poniéndose de pie frente al puente de estilo japonés que tantas veces le había visto cruzar ya. Trece pasos le tomó ir de un extremo al otro de aquel puente, no porque fuera muy largo su recorrido sino porque sus piernas temblaban ante el miedo y el frio. El bosque nocturno era completamente diferente al bosque diurno que él conocía.

 Una constante brisa gélida era empujada desde el interior de aquel bosque, silbando mientras pasaba entre los árboles y haciendo que estos sacudieran sus ramas con mucha fuerza, creando un notorio sonido tanto por las ramas crujiendo con fuerza como por las hojarascas que caían de esas mismas ramas o eran arrastradas por el suelo ante aquella brisa. Dentro, una inexplicable umbra le impedía ver que había más adelante, haciéndole preguntarse como es que aquella oscuridad podía existir bajo la notable presencia de la luz lunar que bañaba el parque, dejándolo ver con bastante claridad. Incluso el follaje de aquel bosque era ya tan pobre que era poco lógico culparlo de causar aquella sombra entre los árboles. Pero lo que más le impresionaba de aquel lugar en aquel momento era el escándalo que podía escucharse, una verdadera sinfonía que pese a ser tan disonante era bastante fascinante, un montón de insectos haciendo sus ruidos quizá en busca de pareja, algún chillido ocasional que seguramente provenía de algún roedor, tal como recordaba era el caso cuando exploraba aquel lugar, y sobre todo, un incesante y apabullante canto de aves que a pesar de no poder verlas, se hacían notar mucho con sus graznidos. Se detuvo a pensarlo un momento y recordó, pese a que ese escándalo no podía ser escuchado fácilmente desde el otro lado del puente, siempre estaba presente, lo sabía porque todos aquellos paseos entre los árboles también tenían aquellos ruidos. Debía admitir que por las tardes esos sonidos eran mucho más moderados, algunos incluso estaban ausentes, como los que emitían los insectos, pero ciertamente recordaba recorrer caminos imaginarios y zonas de interés teniendo aquellas aves de fondo y aquellos chillidos asustándolo de vez en cuando. Sus ojos se abrieron con sorpresa por un momento antes de sonreír, después de todo, aunque no lo había entendido en un inicio, y no lo había notado antes, era cierto lo que su abuelo le dijo, en el bosque nunca hay silencio.

 Miro hacia atrás, planeaba que esa fuera la última vez que lo hacía, nada ahí le llamó la atención y no era para menos, aquella sensación estaba únicamente en su mente. Ahora que veía hacia la entrada del parque, donde momentos atrás sintió que estaba alguien mirándolo fijamente, no pudo topar a nadie, en su lugar aquella sensación permaneció, haciéndole sentir que aquella mirada acosadora estaba escondida entre los árboles a los que ahora daba la espalda. Era obvio, nadie podría estarlo siguiendo a esas horas por la oscura noche, incluso si por alguna razón alguna de sus hermanas estaba despierta al mismo tiempo que el salía de casa y consiguió verlo, seguramente no sería tan estúpida como para seguirlo hasta aquel parque en silencio, escondiéndose de él sin motivo aparente.

 Miró al bosque nuevamente y trató de convencerse una vez más. Todo estaba listo, pero él aun peleaba consigo mismo para convencerse de irse, o de quedarse. Daba igual lo que se digiera, parecía que cualquier cosa era una buena excusa para hacer una u otra cosa, era joven, tan joven que a ojos de casi todo el mundo él seguía siendo un niño, y eso lo molestaba, pero lo cierto es que su edad no le impedía tener un entendimiento claro de muchas cosas, entre ellas que no valía la pena irse. Su excusa más fuerte para convencerse era, de hecho, bastante débil, ciertamente aquello que dijo Lori era cierto y el era una carga para sus padres, pero ¿Qué hijo no lo es? Aun con sus talentos y futuros prometedores, todas sus hermanas mayores eran una carga para sus padres, obligándolos a hacer sacrificios de todo tipo para apoyarlas y forjar frente a ellas un camino llano hacia aquellos que eran sus sueños, pero eso era lo normal, así funciona la paternidad, los padres tienen hijos porque quieren hacer algo por ellos, no porque esperen que sus hijos hagan algo por ellos. Los hijos no son una carga para sus padres, son una responsabilidad. Tanto como sus pensamientos pesimistas, él tenía la capacidad de ver el mundo de manera racional, sabía bien que el irse seguramente les causaría más problemas a sus padres y en absoluto les solucionaría la vida con su ausencia, en especial en esas circunstancias. Algo parecido podría pasar con sus hermanas, tenía una clara certeza de que al irse ellas se sentirían mal con el suceso, al menos las mayores y las más cercanas a su edad, quienes podrían entender sus motivos para hacerlo. Si él entendía tan bien aquello, entonces ¿porque mantenía con tanto esfuerzo aquella convicción por irse? Era simple, estaba agotado. Tantos intentos por arreglar las cosas, tantas disculpas dadas por sus acciones, tanto cargar con sus miedos e inseguridades, tanto auto compadecerse ante sus carencias, tanta ira al ver que nadie estaba interesado en verlo lloriquear, tanto tiempo esperando a que ellos, sus hermanas y padres, dieran alguna señal, tanto tiempo perdido esperando a que toda su insistencia tuviera algún fruto, tanta desesperanza que su vida se volvió gris y monótona. Estaba cansado de todo eso, ninguna de sus hermanas en todo ese tiempo se mostraba dispuesta a perdonar y ninguno de sus padres a mediar la situación, y ellas, las mayores, especialmente Lori, tan comprometidas a no dejarle espacio seguro en casa, no dejándolo pasar tiempo con Leni o hablando pestes de él con las más pequeñas.

 Seguía renuente a admitirlo, pero su razón para irse no era ser aquel chico abnegado que pretendía ser un mártir abandonando a su familia porque eso era lo mejor para ellos, evitando ser un lastre que de alguna forma limitaba o frenaba sus gigantescos pasos hacia la prosperidad. Él simplemente estaba cansado de ellos, odiaba a sus padres por siempre mostrarle una sonrisa pero nunca preocuparse por su situación o sus emociones. Odiaba a Lori por ser una maldita loca que se desquitaba con él de todo lo malo que ella decía le pasaba en la vida, cuando él lo único que hizo fue nacer como su hermano. Odiaba a Luna por abandonarlo sin contemplación alguna siendo que ella siempre le expresó tanto amor y le brindaba tanta protección cuando era más pequeño, desechándolo como si se hubiera aburrido de él. Odiaba a Luan por ser tan necia y no perdonarle aquella discusión con Luna, culpándolo del cambio que ella tuvo y castigándolo con el frio trato de la indiferencia total, evitando mirarlo, alejándose de su cercanía y negando su existencia al no tratarlo siquiera como a una persona. Odiaba a Lynn por ser tan terca y no aceptar sus disculpas, siendo que ella sabía perfectamente todo lo que pasó en aquella época y le vio hundirse y después tratar de salir de ese feo periodo en su vida, traicionándolo cuando decidieron entre todas sacarlo de su propia habitación. Odiaba a su gemela por darle esperanzas y estar de su lado y defendiéndolo de todo lo que Lori decía de él para que de un día a otro le diera la espalda intentando junto a Lynn sacarlo de la habitación sin siquiera tener la decencia mínima de explicarle sus razones, pues aunque nuca supo el porqué, siempre supo que fue ella la causante. Le frustraba sobremanera que a pesar de todo el apoyo que le brindó, Lucy prefirió no volver a acercársele y desapareció de su vida sin aviso ni excusa. Entendía a las gemelas por ser tan incautas como para dejar que sus mentes se envenenen con las palabras de Lori ante lo impresionables que eran por su corta edad. Se sentía decepcionado de que su pequeña hermana menor Lisa decidiera, de manera consciente, no considerarlo como alguien de su familia, relegándolo a tratos descarados y groseros que recientemente se habían ablandado, pero no desaparecido. Por último, estaba decepcionado de sí mismo, por arrebatar de Leni el hermano menor que tanto quería y por privar a Lily de un hermano mayor como el que una vez fue para las gemelas y Lucy.

 El peso en sus hombros se disminuyó hasta sentirlos relajados, algo que no ocurría desde que lo mandaron a dormir en el cuarto de blancos. Negaba siempre aquellos pensamientos, pero ahora que los enfrentaba podía darse cuenta que daba igual si era o no una mala persona por tenerlos, porque era relajante asimilarlos. Aquella mirada penetrante parecía haber desaparecido y el escándalo del bosque nocturno seguía álgido mientras su cuerpo tiritaba sin cesar, sabiendo ahora que eso era por el frio y no por el miedo. Se acercó al rustico columpio que en soledad colgaba de ese lado del puente, justo debajo de aquel gran árbol y junto a la base del mismo pudo verla, aquella roca que en algún momento recogió de la orilla del arroyo y la cual marcó con algo parecido a una flecha. No recogió la piedra, simplemente esforzó su vista para poder ver en aquella umbra alejada del alumbrado público lo que la piedra le decía, era un mensaje que el mismo se dejó en el pasado, pasado en el que exploraba con mas constancia y seriedad aquel bosque, preparándose para la llegada de ese día. Ahora que aquella flecha mal dibujada y algo borrosa se hacía visible ante su pobre capacidad visual, él dio un suspiro largo y suave, convencido de que lo que haría era una estupidez, pero comprometido a hacer de aquella estupidez algo que cambie su vida, daba igual si el cambio era para mal o para peor. Comenzó a caminar y su cuerpo se vio hundido en las sombras del bosque, mientras sus pisadas se vieron silenciadas por el estruendo de la vida nocturna de aquel lugar.

 

No pienso en nada mas que ustedes,

Es que, aquí, no hay nada.