Su viaje continuó sin incidentes después de ese intercambio. A Mineah no le apetecía decir nada. En lugar de eso, pensaba duramente y profundamente sobre qué hacer. Y afortunadamente, mientras todavía estaban dentro del carruaje, de repente se le ocurrió una idea.
«¿Y si simplemente obligaba a Nikolai? ¿Es incluso posible que yo obligue a alguien tan poderoso como él?», no pudo evitar proponerse a sí misma. «No soy capaz de leer sus pensamientos, así que quizás mi poder de obligar también no tenga efecto en él».
Había un silencio ensordecedor en el carruaje mientras esto ocurría, y Mineah solo agradecía que Nikolai no la molestara durante su soledad. Se giró hacia él, y para su sorpresa, él estaba realmente mirándola.
—¿Sigues enfadada? —preguntó.
Mineah solo pudo encogerse de hombros. —Ya no estoy enfadada, pero estoy preocupada…