—El honor es mío —Dafne contestó con una cortés reverencia—. ¿Qué más podía decir en respuesta a tal afirmación?
Sirona y Jonás se sobresaltaron, como si los hubieran golpeado, mientras los ojos de Atticus se llenaban de sed de sangre.
Parecía una declaración cortés de saludo, pero todos los presentes conocían el significado subyacente de sus palabras. Había llamado a Dafne princesa, que era su título original, en lugar de dirigirse a ella como la reina de Vramid.
—¡El Príncipe Nathaniel claramente no estaba mostrando respeto al matrimonio de Dafne con Atticus!
—Si estás libre mañana, me complacerá ser tu acompañante —continuó el príncipe—. Inicialmente había planeado un recorrido para mostrarte las maravillas de mi reino, pero lamentablemente surgieron circunstancias imprevistas.
Las 'circunstancias imprevistas' estaban lanzando dagas al Príncipe Heredero. Jonás solo podía esperar que Atticus no decidiera golpearlo; si lo hacía, no habría salvación para su reputación.