Daphne se giró rápidamente, su cara se puso pálida al ver una cara familiar.
Era Bram, y se veía tan odioso a la luz del día como en aquel cobertizo maldito.
—¡Tú! ¿Qué estás haciendo aquí? —Daphne exigió, protegiendo instintivamente a Maisie de su mirada—. Maisie gritó aterrorizada y se escondió detrás de la espalda de Daphne. Daphne podía sentir su temblor a través de su ropa.
—¡La estúpida princesa todavía hace preguntas estúpidas! —Bram soltó una risa fea, erizando sus pelos de punta.
—¡Mi princesa no es estúpida! —protestó Maisie, aferrándose fuertemente a la espalda de Daphne—. ¡No la insultes!
—Entonces la verdadera estúpida eres tú, por llevarme a ella. Buena cosa que no te maté, ¿eh? —Bram se burló y se acercó lentamente a las dos mujeres, disfrutando del cómo sus ojos se movían nerviosos buscando una salida, una tarea imposible.