—¿Te ha cansado el viaje? —preguntó Daphne, girándose rápidamente para encontrarse con los ojos de Atticus. Se acercó y colocó una mano sobre su frente, frunciendo la nariz al darse cuenta de que no había aumento de temperatura.
No tenía fiebre, y aparte de esa tos sutil, Daphne ni siquiera había escuchado un pío de él durante todo el viaje a casa.
—Sí —murmuró Atticus. Alzó la mano y sostuvo la mano de Daphne en la suya, depositando un suave beso en su muñeca interior.
Ella tembló con la sensación, una emoción recorriendo su mano donde sus labios rozaron su piel, todo el camino hasta el resto de su cuerpo. Los ojos de Atticus brillaron cuando notó su reacción, sonriendo de oreja a oreja.
—Creo que ya tuve suficiente de viajar —murmuró, sus labios aún a un suspiro de distancia de su piel. Cada palabra que hablaba causaba revoloteos que volaban a través del pecho de Daphne: podía sentir su aliento haciendo cosquillas en ella.