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—¿De verdad piensas pasar el resto de tu vida con Cordelia? No eres su perro, espabila —susurró irritadamente Atticus a Jonás mientras su mejor amigo miraba con intensidad a cada uno de los candidatos que entraban al gran salón de baile con sus familias. La habitación estaba llena de charlas y el ambiente festivo, ya que todos se regocijaban por haber avanzado a la siguiente ronda del concurso.
La única persona que parecía irradiar infelicidad era Jonás, que parecía como si alguien hubiera pateado a su cachorro y lo hubiera dejado afuera para empaparse en una tormenta.
—Shh, estoy ocupado trabajando —murmuró Jonás instintivamente, y Atticus sabía que Jonás ni siquiera registró sus palabras—. Ve y molesta a Daphne o algo así.
Atticus frunció el ceño.
—No puedo, ella está pegada a nuestro objetivo como si fuera pegamento .