Daphne exprimía su mente en busca de algo que pudiera exigir que Atticus hiciera. ¿Limpiar los establos? ¿Cocinar una comida? ¿Saltar desde un techo? Con la magia del mundo en la punta de sus dedos, nada parecía demasiado difícil para que su esposo lo lograra, excepto apoyar un posible matrimonio entre Jonás y Cordelia.
—¿El gato te comió la lengua, Daphne? —provocó Atticus perversamente, mientras observaba cómo giraban los engranajes en su cabeza. No podía esperar a ver qué quería que él hiciera.
Con suerte, sería algo que pudiera fortalecer su relación. Era muy poco probable, pero Atticus mantenía la esperanza de que ella deseara favores conyugales de él. Si ella quería atarlo y pisotearlo, él estaría encantado de complacerla.
¡Por Daphne, estaría dispuesto a convertirse en un felpudo!
—¡Silencio, todavía estoy pensando! —murmuró Daphne, mordiéndose el labio, completamente ajena a los depravados pensamientos que retumbaban en su cabeza.